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» Diario Cordoba
Fecha: 27/11/2024 08:09
A lo mejor los equivocados somos nosotros, la generación que creció de padres ahorradores que trataron de que sus hijos vivieran mucho mejor de lo que habían vivido ellos aun a costa de hacer enormes sacrificios. Nosotros nos hipotecamos para comprar una casa, o pedimos préstamos para un coche y empezamos a viajar mucho más tarde, cuando teníamos las necesidades familiares más o menos cubiertas. Puede que hubiéramos sido más felices si nos hubiéramos comportado como muchos de los jóvenes de ahora. Si nos gastásemos cada euro de nuestro sueldo, no en alimentación ni en otras cosas básicas, sino en viajar a destinos lejanos con billetes sacados a muy bajo precio. O en ir a festivales de música, practicar deportes que necesitan una equipación cara, o comprar ropa de marca a destajo. O en convertirse en estudiante perpetuo, asiduo de cursos y estancias en el extranjero. Todo lo que no hicimos nosotros. La vida no va de esto, dicen, dando lecciones, desde su superioridad moral y sobre todo, hedonista. No va de endeudarse ni de ahorrar ni de aferrarse a lo material, va de vivir. Y vosotros no habéis sabido vivir, nos acusan, como si acabaran de descubrir el tópico del carpe diem de Horacio y lo hicieran suyo. Y yo siento la tentación de darles la razón, de creer que la tienen. De que la vida va de ser feliz y disfrutar, de ser la cigarra y no la hormiga de la fábula, ese subgénero literario que aborrezco. Pero también sé que tarde o temprano llega el invierno, y que las fábulas, me gusten o no, llevan siglos ofreciendo una moraleja que no pasa de moda. Porque miro alrededor, y el lema de que la vida no va de esto solo es válido para los jóvenes que tienen el respaldo de los padres que han trabajado toda su vida, para los que viven aún en la casa familiar y pueden permitirse rechazar trabajos que no les motiven, o no madrugar porque viven a costa de los ahorros de hormigas paternas y maternas a las que a lo mejor también les hubiera gustado ser despreocupadas cigarras. Pero al lado, también están los jóvenes que tienen que trabajar, les guste o no su trabajo, los que madrugan, los que ahorran para vivir y también disfrutan, aunque menos, los que saben que no van a ser jóvenes siempre, los que no aspiran a vivir de sus padres, los que eligen el difícil equilibrio entre el tiempo presente y el futuro, a lo mejor porque saben vivir el primero, y son nuestra esperanza para el segundo.
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