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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/11/2024 02:59
Ana Belén Ogando Justo, directora de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad La Salle México Fundada en 1962, la Universidad La Salle de México celebra este año 62 años de trayectoria como una de las instituciones educativas más destacadas del país. Desde sus primeros años, identificó la necesidad de formar profesionales en ciencias exactas y de la salud, lo que llevó a la creación de la Facultad de Ciencias Químicas. Esta unidad académica ha cumplido más de medio siglo con carreras dedicadas a Química, Ciencias Ambientales, Física, etc., siendo una parte importante de una institución que anualmente recibe a más de 10.000 alumnos en sus distintos niveles educativos. Ana Belén Ogando Justo es la directora de la Facultad de Ciencias Químicas y combina su actividad docente con una destacada labor académica. A lo largo de su carrera, ha trabajado en investigaciones que abordan temas educativos, como las estrategias de aprendizaje en contextos de cambio, y ha sido parte de debates que buscan transformar la manera en que se enseñan las ciencias exactas. Su perspectiva, que conecta la experiencia de los estudiantes con las nuevas herramientas pedagógicas, la posiciona como una referente en el ámbito educativo. En esta entrevista con Ticmas, Ana Belén Ogando Justo analiza cómo desmitificar las ciencias exactas, a la vez que evalúa los desafíos que los estudiantes plantean a los docentes y el impacto de la inteligencia artificial en la enseñanza, entre otros temas. —¿Por qué cree que en América Latina hay cierta distancia de los alumnos para seguir carreras vinculadas a la matemática y las ciencias duras? —Este es un tema que nos preocupa a todos en todos los niveles educativos. Las ciencias exactas quedaron asociadas a ser ciencias difíciles, disciplinas en las que hay que ser muy talentoso y que no todos pueden llegar. Son mitos que se dan en torno a la educación. Ocurre que, si no entiendes lo básico, a medida que se van viendo temas más complejos, te pierdes. Entonces yo creo que el tema viene por no comprender, y a nadie le gusta lo que no entiende. Si en algún momento de la educación primaria o secundaria, yo me perdí, va a ser muy complicado que, en un nivel superior, sienta atracción por eso que no entiendo. Creo que hay que desmitificar el abordaje de las ciencias y procurar que los docentes tengan un acercamiento diferente en la enseñanza. —¿Todavía se mantiene la brecha de géneros en el estudio de la ciencia? —Históricamente, al no tener grandes referentes en estas disciplinas se ha asociado que, como mujer, no tenías las capacidades para desarrollar el nivel intelectual que se requiere y entonces han sido más estudiadas por hombres. Pero felizmente ha empezado a haber un cambio en esa tendencia y hoy en la Facultad de Ciencias Químicas, tengo una población de 70% de mujeres y 30% de hombres. Claro que en la Facultad de Ingeniería esa relación se da al contrario. Y hay disciplinas del área de Salud en las que suele incursionar con más frecuencia el género femenino. Ogando Justo está en una cruzada para desmitificar la dificulta de las ciencias exactas. "Cuántos alumnos nos dicen: 'Me gustaría, pero no soy bueno para eso'. Pues, ¡date la oportunidad!", dice —¿Cómo impactó la inteligencia artificial en el aula y en los laboratorios? —Creo que lo más importante es no perder de vista que la inteligencia artificial es una herramienta. Cuando empezaron a desarrollarse softwares educativos, muchos de nuestros docentes nos decían: “Si el alumno no mete las manos en un experimento no está aprendiendo, no está desarrollando todas las habilidades”. Y hoy hay muchos softwares que complementan las habilidades prácticas. En ese sentido, hay que ver a la inteligencia artificial como una herramienta en el desarrollo del conocimiento. Sí, hay que cambiar la forma de evaluar porque no puedes dejar tareas que se solucionen con alimentar a un programa con datos y que él te genere la respuesta. Pero el gran reto está en cómo incorporarla en el proceso educativo de manera adecuada, para que no afecte la capacidad de razonamiento, de síntesis, de análisis que deben de tener los estudiantes. No vamos a renunciar a ella: es mejor incorporarla de una manera planificada y consciente que tratar de evitarla. —¿Qué desafíos les proponen los estudiantes? En lugar de pensar cuáles son los desafíos que ustedes les proponen a ellos, ¿qué proponen ellos a la facultad? —Las últimas generaciones quieren que seamos más prácticos, quieren apropiarse del conocimiento de una manera más dinámica. A veces los maestros se concentran mucho en conocer las bases y los chicos necesitan solucionar con inmediatez, quieren sesiones más breves para empezar a trabajar en sus proyectos. A lo mejor, de un laboratorio que tiene programadas 16 sesiones prácticas, ellos piden que se llegue hasta el 60%. Y ya desde los primeros semestres quieren hacer proyectos muy avanzados, por lo que hay que señalarles que todavía no conocen el funcionamiento de los equipos o les falta ciertos conocimientos. Los chicos demandan tener los conocimientos de una forma muy inmediata para poder aplicarlos. Nos cuesta trabajo mantener su atención también. Nos piden que les demos cosas que los mantengan activos trabajando en algo, porque si no pierden la atención. —¿Qué deudas de aprendizaje encuentran en los estudiantes que empiezan la facultad? —Obviamente, el nivel de sus conocimientos es diferente según la preparatoria de la que vienen. Lo importante, creo yo, es tener la convicción de que todo puede desarrollarse. No puedes decirle a tu alumno: “Si no sabes, no puedes estudiar esta carrera”. Hay que acompañarlo y darle la confianza. El desarrollo de las habilidades es como la ejercitación de un músculo. Entonces, vuelvo al comienzo: hay que quitar la idea de “Esto es muy difícil”, “No es para mí”. Cuántos alumnos nos dicen: “Me gustaría, pero no soy bueno para eso”. Pues, ¡date la oportunidad! Creo que es fundamental el acompañamiento del maestro. No hay que partir desde lo que sabe el maestro, sino desde lo que sabe el alumno y acompañarlo. Son disciplinas rigurosas, efectivamente, y el maestro tiene que funcionar como un verdadero acompañante en el desarrollo del conocimiento. —Hace poco, una profesora de la UNAM me dijo que el problema de las matemáticas no tiene tanto que ver con la dificultad de la disciplina, sino que es un problema de lo emocional. —Se genera mucha frustración cuando las cosas no salen. Muchos de nuestros chicos nos dicen: “Pero, maestra, esto que estamos aprendiendo, estas matemáticas tan avanzadas, ¿realmente las voy a poder aplicar en mi trabajo?”. Bueno, a lo mejor no todo lo que están aprendiendo, pero sí puedo dar la seguridad de que, más que el conocimiento adquirido, lo que están desarrollando es una habilidad de razonamiento estructurado, una habilidad para la toma de decisiones, una habilidad para la planeación. Eso lo pueden aplicar en todos los aspectos de su vida personal y de su vida profesional. Hay que darles la confianza. Algunos tienen un talento innato y eso obviamente es muy valorado, pero todos, con el adecuado acompañamiento y fortalecimiento de esas habilidades, pueden llegar a desarrollarlo.
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