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  • Breves punteos sobre la belleza, el enojo, las mujeres

    Parana » Ahora

    Fecha: 26/11/2024 13:41

    La belleza Desde la antigüedad hasta hoy, la belleza es un tema que nos altera: ser hermosx fue ser completx y la sensación de vacío existencial nos acompaña desde antes de nuestra memoria. Hablo a diario con chicas jóvenes acerca del mandato de formar parte de lo bello, desde el sentido que asume lo bello como lo bueno (no de bondad, bueno en la superficie) y de la belleza como una aspiración siempre femenina. Los hombres fuertes, competentes, exitosos, físicamente aceptables. Las mujeres lindas (y deseables sólo si es con recato para ser tomadas en serio), y si no pueden ser hermosas al menos que sean buenas (bondadosas, sumisas, obedientes, estudiantes de diez, abanderadas de la compasión). Afuera del parámetro queda una mayoría que pelea por pertenecer a fuerza de inyecciones de botox y hialurónico, intervenciones en los senos y demás partes del cuerpo que aumentan o amputan con violencia disfrazada de medicina, otras que se rebelan como la antinomia dejando las canas, arrugas y los rollos al descubierto, un porcentaje que vagabundea entre la invisibilidad y la angustia que produce el bombardeo de tutoriales de maquillaje, clases de pilates, aplicación de masajes con navajas contra la celulitis, libros para expandir el cerebro, libros para manejar las cuentas, trucos para quitar las manchas de los manteles, oraciones para que los duendes las protejan del mal de ojo. * La fama La China Suarez y Pampita aparecen casi a diario en los portales de noticias y en las redes. Las argentinas más lindas con sus conquistas e infortunios y frente a ellas Wanda Nara que “no es linda” pero que sí logra desquiciar a su marido o a su ex, que escandaliza por sus vaivenes emocionales, que maneja una carrera hecha desde la exhibición de un logro: la riqueza como fin ante todo. Wanda construyó su imagen con los calzoncillos puestos, no cualquiera, con los lienzos del más grande do mundo y desde ahí que escaló a la cima aspiracional de quien sale de clase social media (baja) y no tiene ganas, o carece del concepto del esfuerzo y del estudio, y fue directo al escándalo. Está mal visto ser una aplanadora sexual como la China, está mal ser una romántica empedernida como Pampita, está mal ser ambiciosa y lujuriosa como Wanda. Ni lindas ni feas dejan de reprobar. Está mal todo siempre. * Nosotras, las peores de todas Me encantan las Redondillas de Sor Juana. Me gusta el ritmo y el punk del sentido. Sus cartas con Sor Filotea, la disputa por lo que la mujer no podía hacer frente al varón de su tiempo (que es mucho menos que ahora). Alucino (si fuese más copada, escribiría “flasheo”) con una mujer del siglo XV disfrazada de monja para acceder a las bibliotecas, Sor Juana, la tramposa para estudiar, para acceder a lo que los hombres podían con naturalidad. Alucino con su rebeldía, no exagero. Las mujeres inteligentes, con afán de propiciarse un espacio más igual, tienen mi rendición eterna. Ella y Alfonsina Storni que fue menospreciada por ser madre soltera, catalogada por Borges como “la chillona”, (ay, Jorge Francisco Isidoro Luissss) Alfonsina que escribió “Hombre pequeñito” o “Yo soy la loba” mucho antes que Shakira, dos poetas que usaron el enojo como motor para activar la lengua. Basta con leer Tú me quieres para encenderse sola como un Leo un ensayo de Betina González sobre Patricia Highsmith (otra rea), habla luego del enojo de las mujeres versus al carácter de los varones: “es claro que la mujer indignada falta al decoro que la belleza hegemónica prescribe. Segundo, y más importante, se apropia de una emoción que la cultura reserva para los varones (también Jehová tiene el monopolio de la ira en el Antiguo Testamento). ¿Total destrucción del enemigo? Solo viable para los héroes. Y ya sabemos que no hay épicas femeninas. “Traté de ser una feminista alegre, pero estaba demasiado enojada” es una de las frases más citadas de Agnès Varda. Por mucho tiempo la bronca ante la desigualdad fue un capital emocional del feminismo y un ejemplo de “cólera correcta”. Pero casi enseguida se dio vuelta la ecuación. De las histéricas de Freud a los memes en redes, una mujer desbocada es ya un cliché, por algo prosperaron tanto los términos angry / nazi feminist. La llegada al poder de la ultraderecha en varios países trabajó conscientemente sobre esas burlas y esos términos derogatorios, fogueados por Trump y otros líderes que la representan. No hace falta aclarar que el varón enojado no recibe ni apelativos ni burlas. Basta con mirar cómo la sociedad argentina acepta que Milei se la pase agrediendo a sus adversarios políticos, a artistas o a cualquiera que lo contradiga. Lo que antes cualquiera hubiera señalado como falacia ad hominem, hoy se festeja.” Betina González es una escritora y docente, tiene publicado un libro de ensayos que se titula La obligación de ser genial y es sobre todo una lectora crítica que se permite el arrebato de la furia para sacar conclusiones filosas sobre las diferencias en las que se encuentra hasta hoy una mujer que escribe. * Caracol y trampa Volviendo a la belleza, Susan Sontag hablaba de la cruda trampa de las mujeres que caen en el estereotipo de la belleza a fuerza de cuidados intensivos y después eran catalogadas de superficiales. Me gustó la honestidad de Malena Pichot cuando le preguntaron qué pensaba de la China Surárez y dijo que si ella tuviese su belleza, destruiría naciones. Jean Coctuau sostenía que la belleza era poder, la pena respondía Sontag es que sólo sea un poder en relación con el hombre. Lo lamentable es que es la única forma de poder que la mayoría de las mujeres son alentadas a perseguir. Este poder siempre es concebido en relación al hombre; no es el poder para hacer, sino para atraer. Es el poder que se niega a sí mismo. Porque este poder no es aquel que puede ser elegido con libertad—al menos, no por las mujeres— o renunciado sin alguna censura social. “Arreglarse, para las mujeres, nunca puede ser solo un placer. También es un deber. Es su trabajo. Si una mujer trabaja realmente —e incluso si ha escalado a una posición líder en política, leyes, medicina, negocios, o lo que sea— ella siempre estará bajo la presión de confesar que trabaja en ser atractiva. Pero en la medida en que se mantiene como uno de los sexos oficiales, ella despierta sospechas acerca de su capacidad de ser objetiva, profesional, autoritaria y atenta.” * Las redes Pienso en dos imágenes, o en más, nunca no pienso. Una es la red que se traga los pasos, la que hace que estemos sujetas como mojarras en el mediomundo. Otra la red que se dibuja con manitos tomadas, la amabilidad como soporte. No sería lectora si no estuviese atormentada, no sería feminista si no me sintiera llena de contradicciones, si no me repudiara a diario por mis comentarios sobre el cuerpo, el modo, la forma de manejarse de otras madres o mujeres. Ejercito la extrañeza, me encuentro con la incomodidad de saberme tan cuestionable como el machismo con el que me desarmo a diario. Aprendimos a hablar desde este sistema perverso que nos ubica como taladro enredando bien profundo el tarugo en la pared de nuestra casa. La hija que lave los platos, el chico que patee fuerte la pelota, el hombre que hamaca a sus hijos como un héroe, la mujer como una más del montón que no piensa en hacer algo trascendente con ella. Podría hacer una lista interminable. Por lo pronto leo, trato de quitarme las máscaras, de desdibujar la sorna. *

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