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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/11/2024 04:54
Socorro Venegas: “No comprender por qué algo vivo tiene que morir, ese es mi superpoder” (Facebook Socorro Venegas) “Comencé a leer de una manera desesperada a los 11 años, cuando mi hermano menor Gabriel, de nueve, murió de cáncer. Era la posibilidad de evadirme de lo que pasaba en casa. Las experiencias de vida son el mecanismo que tengo para construir mis cuentos, mis novelas: eso que de alguna manera me ha tocado, me ha descompuesto, que me ha convertido en una dispersión de astillas, y que solo a través de la escritura puedo volver a contener”. Los hechos que marcaron su vida fueron el combustible para la bellísima producción literaria de Socorro Venegas, la escritora mexicana, que vive en Cuernavaca donde, el día de la entrevista con Infobae Cultura, hacía un frío inesperado. Pero no importa. Venegas sonríe, mientras toma algo caliente de su tazón de cerámica roja y se abriga con una ruana gris, que parece de lana de oveja. De mirada atenta y voz cantarina, la autora de La noche será negra y blanca (Ediciones La parte maldita, 2009), su primera novela, mira a través de la cámara y habla serena de cosas tremendas. Las mismas que disparan sus historias profundas e inolvidables. “En La noche será negra y blanca el punto de partida es autobiográfico, aunque esté escribiendo ficción. Habla de esa ausencia (NdR: la muerte de su hermano menor) que termina contaminándolo todo a su alrededor y la gente ya no vuelve a ser la misma de antes. La pérdida te obliga a transformarte, a tomar decisiones. Te obliga porque vos no elegiste eso, te vino solo. Y esas decisiones reorientan el rumbo de tu vida”, dice. Tapa de "La noche será negra y blanca" En esta ficción la familia que protagoniza la historia dejó de serlo. No hay familia. “Cuando el dolor es el que habla, dicta ese tipo de necesidades incomprensibles. Desesperadas”. La conversación con la ganadora del Premio Nacional de Novela Carlos Fuentes, es muy cercana, casi íntima y entonces revela uno de sus grandes secretos: “Cuando escribo estoy indagando en la herida. Hurgar en la herida. Volver a abrirla y revisar”, dice como si fuera una cirujana del alma humana. Y lo es. En ese camino quiere comprender lo incomprensible. “Es que no entiendo por qué algo vivo tiene que morir, y ese es mi superpoder”, dice. Y es así. No lo entiende ni ella, ni nadie y a la vez es el motor de su obra. Es que somos testigos inermes frente a esa partida. “Y no se vuelve de eso – asegura con una tranquilidad inquietante- porque algo de ti se fue con el que partió”. Asegura que le gustó mucho escribirla porque si bien la ficción reconoce un punto de partida autobiográfico y doloroso, en paralelo fue recuperando memorias de su infancia. Y sin buscarlo, se encontró en el rescate de los buenos momentos y de lo positivo que su papá real – aunque alcohólico y abandónico-había hecho por ellos. “Le di paso a las cosas buenas como un modo de reconciliación con el pasado que duele. La protagonista de la novela, Andrea, hace un viaje para encontrar a su padre que los abandonó luego de la muerte de su hermano menor, pero en verdad es un viaje hacia ella misma, pero no lo sabe hasta el final. Y darse cuenta de eso es la única posibilidad de transformar el camino”. La autora mexicana dialogó con Infobae Cultura sobre cómo con sus historias reúne los pedazos y puede seguir adelante (Facebook Socorro Venegas) Pero hay algo más que hacen los personajes de la historia y es bloquear el duelo, el dolor por la pérdida. Y si bien acuerdan no hacerse daño - echándose culpas, por ejemplo- tampoco se consuelan. No pueden consolarse, darse fuerzas como familia que eran y dejaron de serlo. Y entonces el padre las abandona. Se va para siempre. Es como una salida a la experiencia que se trata de evitar, que no se atraviesa del todo. Es escapar de lo inevitable. “La huida del padre es una distracción. Distrae del duelo que urge gestionar, cursar, atravesar”. El diario del dolor Ceniza roja (Páginas de espuma, 2021) es otra de sus obras y la más autobiográfica, dice. Primero fue un diario del dolor, de su desgarro – prescripto por su psicoanalista- por la muerte de su esposo, que falleció de repente debido a un aneurisma. Tardó 3 meses en poder empezar a escribirlo. Y 20 años después, ese acto terapéutico de la escritura, indicado por su médico, se transformó en un libro, aunque no había nacido para ser publicado. Reconoce que ni siquiera pudo, años después de haberlo escrito, leerlo en voz alta. Eso, lo tuvo que hacer su editor. Y en esa lectura se encontró de nuevo con aquella mujer que había sido y que hoy ya no es. “El duelo es como un tiempo inmovilizado que te transforma. Te cambia para siempre”. Y yo agrego: es un no tiempo, es un mientras tanto. Un limbo. Ceniza roja habla de la viudez, de ella como superviviente, de transitar un nuevo estado civil insoportable. Son pinceladas de un mundo devastado. Y es en la devastación donde radica la economía de palabras y simplicidad de sus textos. Y entonces pienso en Joan Didion y en su novela autobiográfica El año del pensamiento mágico. Y en aquello de que “la vida cambia en un instante”. Y en mi cuñada Susana. Pienso en todo y no entiendo nada. Ceniza roja Por Socorro Venegas eBook $ 8,99 USD Comprar Las historias de Venegas te miran a los ojos. Te hablan a vos, a mí, a todos. Te dicen: mirá querida, a partir de ahora las cosas son así y más te vale darte cuenta y empezar a remar. “La pérdida de un ser amado te deja un hueco y luego tú misma te conviertes en uno. Es caer de espaldas, y aunque esa caída te permite seguir viviendo, no hay certeza de cuando terminarás de caer”. Después de una hora de charla, que parecieron 10 minutos, le pregunté si podrían existir otras formas de aprender en la vida que no sean a través del dolor, de la pérdida, de quebrarse en mil pedazos y andar por ahí juntando pedacitos. Si es que existe alguna posibilidad de aprender algo, en una hamaca paraguaya, bebiendo de un coco, debajo de una palmera. Porque les digo la verdad: ya me cansó eso de que se aprende del dolor, de la desesperación, de los puñetazos en la panza. No quiero más. Además: ¿para aprender qué?, ¿tengo que sufrir para aprender?, ¿Por qué? Ella responde que eso mismo le había preguntado a su psicoanalista, cuando murió su esposo. “Le dije ‘No hay sentido allí: el dolor de perder un ser amado es absurdo y nadie necesita de esas experiencias horribles para aprender nada’. Es cruel que las personas tengamos que aprender algo de esa forma”. Y el terapeuta, aquel hombre que Socorro terminó queriendo como a un padre, inspirador del personaje de su primera novela, dijo: “Lo voy a pensar”. Fin.
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