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» Diario Cordoba
Fecha: 26/11/2024 02:28
El nexo montillano entre Luis de Góngora y el Inca Garcilaso, dos de las figuras más destacadas del Siglo de Oro español, recobra actualidad. El Real Alcázar de Toledo, sede del Museo del Ejército de Tierra, exhibe desde este martes el retrato que Francisco González Gamarra concibió en 1959 para la casa en la que habitó durante tres décadas uno de los más grandes cronistas de América y uno de los mejores prosistas del renacimiento. El Ayuntamiento de Montilla ha cedido temporalmente este óleo sobre lienzo con motivo de Blancos, pardos y morenos: cinco siglos de españoles de América en el Ejército, una exposición promovida por el Ministerio de Defensa que incluye pinceladas sobre los hitos más significativos de la presencia hispana en América. El Inca Garcilaso, por Francisco González Gamarra. / CÓRDOBA El retrato que González Gamarra (1890-1972) dedicó a Gómez Suárez de Figueroa forma parte de una ingente colección de pinturas –por encima del centenar– con la que el artista cuzqueño pretendía reivindicar la figura de su paisano, el autor de Los Comentarios Reales, que falleció en Córdoba el 23 de abril de 1616. «Sobre los retratos que realizó del primer humanista peruano no se sabe a ciencia cierta su número, aunque entre originales y réplicas debieron de ser muchos», sostiene Pablo Sebastián Lozano, especialista de la Universidad de Piura, quien reconoce que «resulta difícil seguir la pista a las pinturas de González Gamarra». Sin duda, una de las más singulares es la que preside el despacho de su casa en Montilla. Y su historia resulta fascinante. Luis de Góngora, por Diego Velázquez. / CÓRDOBA Tal y como detalla el artista montillano Lorenzo Marqués, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, «en realidad nunca se ha conocido la verdadera imagen de Gómez Suárez de Figueroa y no se sabe con certeza qué podría reflejar su rostro del pueblo inca –del que su madre era una princesa– y qué tendría de su padre español». Lo que sí se conoce es el modo en que se fraguó el retrato que, desde esta semana, puede admirarse en el Real Alcázar de Toledo. Y se debe a la iniciativa de José Cobos Jiménez, escritor y cronista oficial de Montilla en los años cincuenta, que llegó a ser nombrado cónsul honorario de Perú. «Cuando a finales de los años cincuenta se descubrió la casa donde el Inca Garcilaso había vivido en Montilla durante treinta años, gracias a los trabajos del profesor e investigador peruano Raúl Porras Barrenechea, se defendió la necesidad de contar con una imagen suya para su casa museo», detalla Lorenzo Marqués. Pero al no existir ningún retrato oficial del escritor cuzqueño, las autoridades montillanas decidieron reconstruirla a partir de supuestos, como se había venido haciendo con anterioridad. «José Cobos envió a Perú una reproducción del retrato de Luis de Góngora hecho por Velázquez, como el cordobés más representativo de todos los tiempos, para que sirviera de base para la elaboración de su rostro», desvela Lorenzo Marqués, en alusión a esta obra realizada por Diego Velázquez en 1622 y que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Boston. Tras recibir el retrato de Góngora –nieto, por cierto, de Alonso de Aranda, alcaide de Montilla–, el artista peruano Francisco González Gamarra decidió añadir, a juicio de Lorenzo Marqués, «los rasgos supuestamente más característicos y definitorios del Inca Garcilaso». El retrato de Gómez Suárez de Figueroa recuerda al que Velázquez dedicó a Góngora en 1622 Sin embargo, Marqués aprecia «similitudes más que sospechosas» entre el Retrato de Luis de Góngora y Argote de Diego Velázquez (1622) y el Retrato del Inca Garcilaso de González Gamarra (1959), «como la vestimenta, la nariz aguileña, la cara alargada, el mentón estrecho, redondeado y rematado con una insinuación de perilla debajo del labio». Enterrados en el mismo lugar Pero las coincidencias entre Luis de Góngora y el Inca Garcilaso trascienden el tiempo y el espacio. No en vano, los dos genios de las letras descansan en el mismo lugar, la Mezquita-Catedral de Córdoba, a poco más de cien metros de distancia: el primero de ellos, en la capilla de San Bartolomé, y el segundo, en la capilla de las Ánimas. La exposición Ahora, la exhibición en el Museo del Ejército de Toledo del retrato del Inca Garcilaso reaviva la fascinación por las conexiones artísticas e intelectuales que entrelazan a estas dos figuras universales de las letras. Y es que la obra de González Gamarra dota a Gómez Suárez de Figueroa de una pose solemne, que refleja su grandeza literaria y su dualidad cultural como hijo de un conquistador español y de una princesa inca. El óleo de Velázquez, por su parte, ha recorrido un camino igualmente fascinante. Desde su creación en 1622 por el pintor sevillano más universal, pasó a formar parte de la colección del marqués de la Vega-Inclán, quien lo adquirió en Londres en la Casa Tomás Harris Limited, antes de ser donado al Museo de Bellas Artes de Boston en 1931. Un retrato que inmortaliza a Góngora con la misma intensidad que sus versos: una presencia majestuosa que domina el espacio, envuelta en un halo de misterio y de genio creativo. Suscríbete para seguir leyendo
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