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  • Los infinitos complots que perturban el sueño presidencial

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    Fecha: 25/11/2024 04:33

    El enfrentamiento entre Milei y Villarruel se enmarca en un larga lista de destituciones en la cúpula del poder. Cualquiera, por cualquier motivo y en cualquier momento, puede ser expulsado del paraíso libertario. Son tantos los casos que es imposible no percibir un patrón Hace casi nada, cuando parecían integrar una pareja armónica, Victoria Villarruel definía así su relación con Javier Milei en un video de propaganda libertaria. “Él es el rockero y yo la chica conservadora. Y a la gente le gusta eso”, decía, con una sonrisa amable. Eran tiempos vertiginosos donde el equipo libertario se sorprendía por el consenso social y la pasión que despertaban a cada paso. Javier y Victoria recorrían el país con un éxito arrollador y, contra todas las predicciones, convencían a las multitudes de sumarse a su gesta. ¿Funcionaría la pareja entre ese recién llegado, sin antecedentes políticos, que prometía a los gritos bombardear el Banco Central y esa mujer de la familia militar, expresión de todos aquellos que repudiaban el consenso democrático sobre lo ocurrido durante la dictadura? Claro que funcionaría: como pocas cosas en la política argentina. Al menos por un tiempo. La historia, como se sabe, terminó mal. Esta semana Javier Milei dejó en claro que Villarruel ya no integra el Gobierno, que es parte de la casta, ese concepto que, básicamente, no define a la casta sino a los que disgustan al Presidente. Lilia Lemoine, que anticipó la movida, fue más allá: la llamó “bicha cruel”, un apodo que el propio Presidente había transmitido a periodistas amigos en abril, cuando la Vicepresidente lo había apodado “pobre jamoncito”. La Vicepresidenta respondió sutilmente a Lemoine, por medio de un diálogo que mantuvo con una tuitera anónima. —Miss Rivotril le dice Bichacruel a la Vicepresidente, apodo que inventaron los kirchneristas y que a Villarruel le encanta. —Es un sobrenombre épico —escribió la vice— Lástima que se le ocurrió a los K. Pero me genera una sonrisa. Épico: eso dijo. Así que las relaciones entre algunas de las principales figuras del Gobierno —que se distribuyen apodos como “jamoncito”, “bicha cruel” y “miss rivotril”— parecen haber estallado. ¿Cómo se llegó de tanta armonía a una ruptura tan violenta? Desde la Casa Rosada difunden que Villarruel conspiraba con algunos militares en contra de Milei. Es difícil de saber si eso es cierto o no porque desde la Casa Rosada suelen decir demasiadas cosas de demasiada gente, para justificar que sus cabezas rueden. Y después, con esas acusaciones no pasa nada. Villarruel se mueve entre militares: ese es su ámbito natural. Cada reunión puede ser la demostración de una conspiración o, simplemente, parte de su vida habitual. En cualquier caso, hay una seguidilla de puntos que termina en este escándalo. A Villarruel le prometieron darle el control de la policía y los militares. Luego la bajaron y le dieron esos roles a Patricia Bullrich y Luis Petri. Villarruel desairó a Milei el día de la asunción presidencial: se retiró del acto apenas el Presidente empezaba a hablar. Villarruel pegó el faltazo al supuesto acto fundacional de la nueva argentina, aquel olvidado “Pacto de Mayo” que se realizaría en “Córdoba, la docta”, pero que finalmente se hizo en julio, en Tucumán, aquel día en que a Mauricio Macri no le dieron ni una silla donde sentarse. Y en medio pasó de todo: reuniones de Gabinete donde ella no era invitada, acusaciones de vínculos con la casta, reuniones en las que el Papa Francisco le decía que no perdiera el buen humor y aguantara, agresiones contra ella en las redes, donde se metían incluso con su intimidad, un desgaste permanente. El conflicto se podría incluir dentro de la larga saga de rupturas entre presidentes y vices que atravesó la historia política argentina desde 1983. Pero hay otro elemento muy particular de este gobierno. Cualquiera que mire hacia atrás, verá la cabeza de Villarruel no es la única que ha rodado en estos meses: el campo está regado de cadáveres que pertenecieron a quienes, en vida, eran personas de máxima confianza de la familia Milei. En la inmensa mayoría de esos casos, ha habido una acusación velada o abierta, de conspiraciones que después se disuelven en el aire. Así las cosas, cualquiera por cualquier motivo, podrá ser eyectado del paraíso en cualquier momento. Se ha instalado un clima de terror interno. Un día después de la declaración de Milei sobre Villarruel fue despedido el jefe de la Fuerza Aérea, supuestamente por un caso de corrupción y de abuso de poder. La semana anterior, la canciller Diana Mondino fue echada bajo la disparatada acusación de castrismo, o comunismo, o cómplice de los comunistas de la Cancillería y el propio Presidente anunció que se realizaría una purga despacho por despacho. En la lista de caídos en los últimos meses figura el ex jefe de Gabinete Nicolas Posse, el ex ministro de Salud Mario Russo, el ex secretario de Energía Eduardo Chirillo, la ex secretaria de minería Flavia Royón, el ex secretario de Deportes Julio Garro, el ex secretario de Agricultura Fernando Vilella, el ex jefe de la Anses Osvaldo Giordano, el ex secretario de política económica Joaquín Cottani, el ex secretario de Trabajo Omar Yasin, el ex viceministro de Capital Humano, Pablo de la Torre. La lista puede agrandarse con funcionarios de segunda línea hasta trepar por encima de los cien funcionarios descabezados y mucho más si se le agregan legisladores caídos en desgracia como Marcela Pagano, Francisco Paoltroni, Lourdes Arrieta, Carolina Píparo, el ex presidente del bloque de diputados oficialista, Oscar Zago o los legisladores porteños Ramiro Marra y Eugenio Casielles o, incluso, antes de la asunción, los superasesores económicos Carlos Rodríguez o Emilio Ocampo, o más recientemente el miembro del gabinete de asesores, Fausto Spotorno. En cada uno de esos procesos sumarios hay acusaciones de corrupción, conspiración, traición o comunismo, o todas ellas juntas, mezcladas en distintas proporciones. A algunos los echaron por X, a otros por televisión y a otros, como fue el caso de Posse, los sometieron a varios días de humillación pública, antes de arrojar su cabeza a los leones. Son tantos los casos que es imposible no percibir un patrón. El Presidente despide, en promedio, a dos funcionarios por semana. Los despedidos tienen un consuelo, al menos: pueden regresar a sus vidas privadas. A la Vicepresidenta no la pueden echar porque su cargo es permanente. Así que esto recién empieza. Lo que le espera no será nada agradable. Por momentos, este proceso remite al célebre chiste en el que una persona maneja a contramano por una autopista mientras escucha por la radio la siguiente advertencia: “Cuidado, hay un loco a contramano por la autopista”. Entonces, el conductor exclama: “No es uno. Son miles”. En cualquier caso, lo normal hubiera sido que un presidente eligiera un equipo de gente más o menos confiable, más o menos eficiente, y no a este grupo de supuestos ladrones, conspiradores y comunistas que eligió. Pero, en fin, es el presidente y un presidente puede hacer lo que se le da la gana. Además, el método le está funcionando a Milei. O al menos no lo perjudica. El viernes pasado, el prestigioso consultor Alejandro Catterberg, envió el informe mensual de Poliarquíaa sus múltiples clientes. Si Milei lo leyó debe haber descorchado champagne. Es un momento soñado para el Presidente. Así dice el encabezado: “Las buenas noticias continúan para el gobierno. En sintonía con la mejora en los indicadores financieros y la reducción de la inflación, la encuesta de este mes muestra una significativa mejora del humor de la sociedad. Nuestro Índice de Optimismo Ciudadano (IOC) regresa a terreno positivo por primera vez en mucho tiempo. Tras unos meses de retroceso, vuelven a mejorar las expectativas y los indicadores de percepción inflacionaria. Crece la aprobación presidencial y Javier Milei registra el mejor primer noviembre para un presidente desde Néstor Kirchner”. En su reciente viaje a los Estados Unidos, además, el Presidente fue presentado de manera impresionante en el muy popular podcast de Lex Fridman: “líder internacional”, “fuera de la naturaleza”. “Él es un libertario, anarco capitalista y economista, que hizo campaña con una motosierra que simbolizaba su promesa de reducir la burocracia corrupta del Estado. Él asumió la Presidencia hace un año, con un país al borde de la hiperinflación y sufriendo de desempleo masivo y pobreza. Él enfrentó esa crisis de frente, transformando una de las economías de latinoamérica, a través de puros principios de libre mercado. En solo unos meses en el cargo, ya logró el primer superávit fiscal en dieciséis años, y no solo evitó la hiperinflación sino que redujo la inflación a su nivel más bajo en tres años. Su conocimiento profundo de los principios económicos, métricas y datos fue realmente impresionante y refrescante escucharlo de un líder mundial. Javier representa la lucha universal contra la corrupción gubernamental y la lucha por la libertad económica, libertad política y libertad de expresión. Nadie puede negar que su presidencia marca uno de los intentos de transformación económica más ambiciosos de la época moderna y que Javier Milei es una fuerza de la naturaleza”. Es una descripción tan impresionante como discutible. Las cabezas de los colaboradores ruedan como si tal cosa. La furia contra el periodismo crece cada día un poco más, de manera más peligrosa. Ascienden colaboradores con discursos homofóbicos. Se difunden amenazas de construir brazos armados. El país de Milei es el único del mundo que vota contra la protección de las mujeres contra actos de violencia. Nunca antes, en una situación de cierta normalidad, creció tanto la pobreza y, sobre todo, la indigencia infantil. El esquema del dólar barato y regulado ha generado muchas veces una ilusión de prosperidad que terminó mal. Pero esos elementos hoy quedan reducidos a la discusión de una minoría. Nada, hoy, le hace sombra a Milei. Es cierto: es una foto. La Argentina ya ha vivido momentos así. Pero esa foto, después de casi un año tan tremendo, es muy poderosa. Así que no hay ningún motivo, al menos desde su punto de vista, para que el Presidente revise su estilo, sus arranques, sus caprichos. Mientras, los funcionarios que quedan se alinean, temerosos, ante la chance de que su cabeza sea la próxima en rodar. Y tantos otros, como quien dice, silban bajito. Hay dos obras de ficción que tal vez sirvan para entender estos procesos. Una es El Mago del Kremlin, la novela donde el italiano Giovanni Da Empoli describe los métodos de Vladimir Putin. El terror interno es uno de ellos: consiste en castigar y desplazar funcionarios permanentemente, por razones incomprensibles y caprichosas, para que el resto del equipo tiemble de miedo. El Mago del Kremlin se hizo popular en el periodismo político luego de que Santiago Caputo, el mago de la Casa Rosada, dejara trascender su fascinación por esa novela. La otra fue escrita hace cuatro siglos por William Shakespeare. Se llama Macbeth. En estos días, Pompeyo Audivert interpreta en Buenos Aires una magnifica adaptación a ese clásico. Quien no la ha visto, debería, por la actuación inolvidable de un hombre que representa a varios hombres y mujeres y logra que, de repente, parezca que hay varios actores, y no uno solo, sobre el escenario. Pero además, por la profunda relación que establece entre poder, persecución y locura. Habitación Macbeth, tal el nombre de la adaptación, cuenta la historia de un rey que llegó a su puesto asesinando a rivales, entre ellos a su antecesor, el rey que había confiado en él. Cuando accede a la corona, descubre que tiene que seguir matando a otros, antes de que lo maten a él. Macbeth ejerce el poder como puede, abrumado por la sangre Por Ernesto Tenembaum infobae

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