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» Diario Cordoba
Fecha: 24/11/2024 13:36
Arcadi Volodos lo volvió a hacer. El pianista ruso que en 2008 ofreció en el Gran Teatro de Córdoba un concierto memorable con una interpretación de la Sonata Dante de Liszt difícil de superar, volvió a demostrar de qué está hecho ayer con una interpretación magistral del programa elegido para la ocasión, con obras de Shubert, Schumann y Liszt, en este caso, la Rapsodia húngara número 13. Su interpretación puso el punto de final apoteósico al 22 Festival de Piano Rafael Orozco, en una edición que se puede calificar de redonda no solo por la calidad de los intérpretes sino por el nuevo impulso constatado en los últimos días para situar Córdoba en el universo pianístico. El hito de este año ha sido firma de un acuerdo con el Instituto Chopin de Varsovia, organizador de uno de los concursos de piano más prestigiosos del mundo, con un siglo de antigüedad, que garantizará la presencia de las estrellas pianísticas del momento en Córdoba. Según el pianista artífice y director artístico del festival desde sus inicios, Juan Miguel Moreno Calderón, «en estos años, hemos contado con muchos de los ganadores de este y otros concursos, pero de esta forma su presencia se regulariza». El programa del festival combina artistas consagrados ( que acceden a incluir Córdoba en sus agendas ya sea por cariño al pianista cordobés que da nombre al festival, Rafael Orozco, fallecido en 1996, o por su amistad con Moreno Calderón) con las grandes promesas del piano que se dan a conocer en grandes concursos como el de Varsovia. «Atraer a Córdoba a figuras de gran prestigio supone un gran esfuerzo porque normalmente incluyen dos o tres fechas en España y eligen para ello las grandes ciudades», explica, aunque hay un factor sentimental que hace que «muchos pianistas que conocieron a Rafael Orozco quieran venir para tocar en su ciudad». No obstante, «a medida que Córdoba se posiciona, cada vez les resulta más interesante estar en nuestro cartel». Boris Giltburg, en el Teatro Góngora. / María Cariñeno El acuerdo incluye además la posibilidad de que alumnos talentosos de los conservatorios de Córdoba acudan a los cursos de verano de Varsovia para formarse. «Nosotros recibiremos pianistas de alto nivel y ellos recibirán a músicos de Córdoba con mucho potencial», explica, al tiempo que asegura sin dar nombres que en la ciudad «hay en este momento algunos pianistas que están despuntando por su potencial». El intercambio con el Instituto Chopin es además una prueba de la posición del festival Rafael Orozo en el panorama pianístico nacional, ya que el convenio es único en España. Lo más bonito de esta cita, que despierta el apetito por la música clásica de muchos cordobeses cada octubre y noviembre, es comprobar la fidelidad del público año tras año. «El nivel de exigencia cada vez es mayor, con los años se ha desarrollado un criterio y hay gente muy entendida que muestra su descontento si algo no le convence», asegura Moreno Calderón, lo que supone un estímulo para seguir creciendo. Atraer a más jóvenes El reto del festival en este momento es el mismo al que se enfrenta la Orquesta de Córdoba y la música clásica en general. «Tenemos que encontrar la vía de que los jóvenes acudan a los conciertos», afirma convencido el director del festival, que achaca ese vacío a una cuestión generacional. «En el pasado, los jóvenes no tenían la oferta cultural a golpe de click que existe ahora», señala, si bien recalca que la experiencia de un concierto de música clásica en directo hay que vivirla, convencido de que «si somos capaces de hacer que vengan una vez, repetirán». De esta forma lanza además un órdago a las familias, que deben estimular el gusto por la cultura. «La música actual está muy bien», apunta, «pero hay que cultivar el oído por otro tipo de autores», añade, convencido de que escuchar a Chopin, Rachmaninov, Shubert o Mozart es algo enriquecedor a cualquier edad. Yeol Eum Son, en el concierto inaugural de la iglesia de la Merced. / María Cariñeno Otro de los retos al que cada año se enfrenta su director es la incorporación de mujeres en el elenco del festival, regido siempre por la búsqueda de la excelencia en ambos géneros. Según Moreno Calderón, «es muy interesante observar el recorrido que han tenido las mujeres, con muchas más dificultades que los hombres para desarrollar su talento musical sin cortapisas, en un mundo en el que históricamente han prevalecido los hombres y en el que sigue habiendo un desequilibrio en las agencias de conciertos». En 22 años, la lista de intérpretes que han pasado por el festival supera el centenar. Benedetto Lupu, Goran Filipec, Boris Gilburg, Jorge Luis Prats, Martín García, Alexandre Kantorow, Sokolov, Lugansky, Kantorow, Volodos, Giltburg, García, Floristán, Jorge Luis Prats, Javier Perianes, Joaquín Achúcarro son solo algunos de los pianistas de más de 30 países que han recalado en Córdoba. Cada edición deja atrás momentos inolvidables para el público. Cada pianista, como cada persona es un mundo. La capacidad de comunicar y de contagiar el entusiasmo por lo que hacen supone en muchos casos la clave de la divulgación de la música clásica, asociada injustamente a cierta élite, por más que los precios de los conciertos sean tan asequibles o más que los de otros artistas. En el Festival de Piano Rafael Orozco, que compagina los recitales en el Conservatorio Superior con los que se ofrecen en los teatros municipales, por una cuestión básica de aforo, «un número importante de espectáculos son de acceso libre y gratuito, y aún así, cuesta mucho bajar la edad media del público», comenta el director. «Está claro que lo que no se conoce no se ama, es un hecho que el ser humano es sensible a la música y yo diría que es imposible que no te remueva, pero hay que dar el paso y probar». Jorge Luis Prats se dirige al público al terminar el concierto. / María Cariñeno La singularidad del piano y uno de sus atractivos radica en que «ha sido el instrumento predilecto de la mayoría de los grandes compositores de música clásica», comenta Moreno Calderón, «al ser un instrumento polifónico del que contamos con obras de todos los grandes, es posible bucear en el romanticismo, en el folclorismo y en un montón de géneros distintos desde el siglo XVIII hasta hoy y constituye el gran vehículo para acercanos a la música». Momentos para el recuerdo Quienes no acuden a estos conciertos se pierden momentos mágicos como el vivido este año con Jorge Luis Prats, el pianista cubano que, generoso y simpático, después de dos horas de recital, aún tuvo tiempo para dar una clase magistral a los presentes comparando aspectos de Chopin y Brahms. Reflexiva y vibrante fue la propuesta de Sergey Blyavsky, pianista ruso que en pleno conflicto bélico al Este de Europa, interpretó un programa centrado en la dualidad entre guerra y paz, valiéndose para ello de autores rusos, muy presentes en esta edición. Muy atractivo y motivador fue el concierto del cordobés Emin Kiourktchain (de padres armenios), una joven promesa que algunos señalan como el próximo Rafael Orozco y que ofreció su mejor versión junto a la Orquesta Joven de Córdoba. Martín García García, en el concierto con la Orquesta de Córdoba. / María Cariñeno El concierto de Xavier Torres, pianista valenciano, no estuvo exento de emotividad, ya que decidió seguir adelante pese a lo ocurrido en su tierra y empezó su intervención dirigiéndose al público para dedicar el recital a las víctimas de la DANA. La soberbia interpretación del joven Martín García García, el único español ganador del Concurso Chopin, junto a la Orquesta de Córdoba, ampliada para la ocasión con alumnos del Conservatorio Superior, quedará también para el recuerdo, ya que era la primera vez que sonaba en Córdoba la segunda Sinfonía de Rachmaninov y además los asistentes tuvieron la oportunidad de aportar su granito de arena a los afectados por el temporal, ya que la recaudación del concierto se destinó a este fin. Ya solo queda contar los días para el próximo festival. Suscríbete para seguir leyendo
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