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    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/11/2024 13:13

    En este sur que habito y que me habita, como en aquella canción de Raimon, la lluvia no sabe llover. La lluvia aquí es casi siempre una ausencia, una fantasmagoría, una desaparición, una fuga, como aquel tío calavera que un día dijo que iba a por tabaco y nunca más se supo, ese del que se hablaba a los niños como se cuenta una leyenda y que de repente una tarde aparece por el fondo de la calle, con el paso cansado y el pelo largo, llenándolo todo, arrastrándolo todo. Así la lluvia aquí. Ante la lluvia, ante su fuerza, su empuje, su insistencia, te descubres exactamente como eres. Ahí comprendes que no eres nadie. Llueve y no puedes hacer nada, llueve y se inunda tu casa, tu coche navega calle abajo y solo puedes contemplarlo todo y esperar que no te lleve a ti también. Ante la lluvia, como ante los demás elementos, la naturaleza desatada, tu dimensión se revela con exactitud: una leve mota de polvo en el universo, casi nada, apenas un suspiro, un frágil suspiro inapreciable. Otros artículos de Juan Gaitán Colaboración Ante el otoño El ruido y la furia Voces de mujer El ruido y la furia Viento caliente Y sin embargo, los que te aprecian llaman, escriben, preguntan. Los amigos que ven en las noticias, asustados, que se ha abatido el diluvio allí, precisamente allí donde tú vives, donde a veces los has convidado a migas o a gazpachuelo, a la fraternidad de compartir la alegría y la hermandad. Llaman y escriben y tú solo puedes decir que «de momento» sigues ahí, resistiendo, que la casa y tú aguantáis «todavía», y lo dices intentando ocultar el mucho miedo que hay en el «todavía». He salido esta mañana, antes de escribir, a buscar las calles, porque no estaba seguro de que aún siguieran ahí. Caminé por una ciudad fantasma en alerta roja. Las tiendas, los bancos, la oficina de correos, todo cerrado, todo recogido en sí mismo, en su pánico. Daba mucho miedo la ciudad así, teñida de gris bajo un cielo «caldo de habas» (que hubiera dicho mi compadre Agustín aunque, para ser exacto, él hubiera pronunciado «cardojaba», porque el sur le habitaba la garganta, como a mí). Y me he vuelto a casa desolado, inundado de tristeza, viendo las calles desiertas, la ausencia de algunos vecinos, los que evacuaron, los que aún no han regresado. Bajo la lluvia, ante la lluvia, adquieres tu dimensión exacta. Borges nos enseñó en un célebre soneto que «la lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado», pero el maestro se refería a esa lluvia «que ciega los cristales» y que alegraba «en perdidos arrabales las negras uvas de una parra», y no a esta terrible, violenta, criminal, que nos deja ateridos de miedo y, de momento, resistiendo. Solo de momento. Suscríbete para seguir leyendo

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