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  • Cafetines de Buenos Aires: Glorias Argentinas, un rincón de Mataderos por el que pasaron Pichuco, Pugliese y Sandro

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/11/2024 02:53

    En la calle Andalgalá al 1900 a metros de la avenida Alberdi, en Mataderos, se levanta el Glorias Argentinas Hoy dejo atrás los cafés del centro para acercarme hasta Mataderos, en la línea de frontera porteña. Con el último ensanchamiento, la Avenida General Paz, más sus colectoras y mega estructuras que sirven de puentes, se le parece bastante, desde lo simbólico, a la antigua zanja construida en 1877 por Adolfo Alsina. El ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda la construyó para contener el paso de los malones y, a su vez, entorpecer el tránsito de ganado robado. Curioso destino el del General José María Paz. En 1839, luego de haber estado preso cuatro años en una cárcel de Luján por oponerse al gobierno de Juan Manuel de Rosas, fue liberado y trasladado a Buenos Aires con “la ciudad como cárcel”. Un cerrojo similar terminó siendo la avenida que lo homenajeó. Mataderos tiene dos de las atalayas más característicos de la frontera. Ambos son entidades deportivas: los clubes Nueva Chicago y Glorias Argentinas. El buffet de este último integra el listado de los Bares Notables de Buenos Aires. Es el Bar del Glorias. Y fui a por él. El Club Social y Deportivo Glorias Argentinas nació en febrero de 1941. El bar lo hizo unos meses más tarde. Fue en diciembre del mismo año. “Eran cuatro chapas y una heladera” me dice Néstor Miranda, a cargo del boliche desde 2000. La entrada al club está en Bragado 6875. La del bar está a la vuelta, en Andalgalá 1982. Ambas construcciones tienen la forma de una ele con salida a las dos calles. Aclaración: no hay que ser socio para sentarse a tomar algo o comer en el Glorias. En 2012 un tornado destruyó una parte del Glorias Las paredes del bar son un testimonio de su devenir histórico. Nada de código QR para bajarse información. Todo está expuesto. Desde visitantes célebres, músicos que tocaron, deportistas ilustres y una no catalogada cantidad de objetos que los vecinos le legaron al patrimonio del bar. Hay desde radios viejas hasta un tocadiscos, longplays de vinilo y de pasta, guantes de box y muchas, pero muchas fotos. Solo por mencionar un par de éstas: la de Aníbal Troilo firmando el contrato que lo unía a una serie de funciones en el club y la foto del boxeador Justo Suárez, el Torito de Mataderos, regalo de Antonio D’ Agostino, historiador del barrio. ¿Qué otros artistas pasaron por el escenario del Glorias Argentinas? La lista es nutrida: Hugo del Carril, Carlos di Sarli, Julio de Caro, Ástor Piazzolla, Alberto Podestá, Los Reyes del Tango, Ariel Ardit, los miembros del Club del Clan, pero, sostienen a dúo Miranda y Sergio Tur, actual presidente del club, el que “rompía todo” era Alberto Castillo. El Glorias Argentinas guarda en su acervo cultural una anécdota con Sandro. Siendo un jovencito, Roberto Sánchez se presentaba en el club para cantar entre las pausas de la programación de grandes orquestas. Como éstas se presentaban en diferentes salones de una misma noche, en oportunidades, demoraban en llegar. Entonces, para cubrir el retraso, los dirigentes del club subían al escenario artistas noveles que sostenían la ansiedad del público presente a la espera del número principal. Así fue como Sandro —Oscar Anderle, quien fue su manager, vivía sobre Andalgalá a dos cuadras del club— tuvo su oportunidad en la velada en la que Osvaldo Pugliese llegó unos minutos tarde. Es uno de los bares notables de la Ciudad y queda en Mataderos donde todo el mundo lo conoce como "El Glorias" Una escena de la película Tango Feroz se filmó en el club. Pero todos estos recuerdos fueron volados de un plumazo. Mejor dicho, de un tornado. El miércoles 4 de abril de 2012, a las 20.30 horas, un tornado avanzó por el oeste del Gran Buenos Aires y entró a la ciudad por Mataderos destruyéndolo todo a su paso. El Bar del Glorias zafó por ser una construcción de una sola planta, pero el edificio en alto del club se redujo a escombros. Y bajo éstos, toda una cultura barrial. Por caso, desapareció la milonga del Glorias Argentinas que disputaba con la del Club Sunderland de Villa Urquiza, ser las dos más populares de Buenos Aires. Un subsidio otorgado por el gobierno nacional de entonces, les permitió volver a la vida. En la obra de reconstrucción se perdió el antiguo escenario donde brillaron los artistas que habían pasado por el Glorias. Quedaron sus fantasmas, más las fotografías que se lucen en el bar. El Bar del Glorias abre todos los días de la semana a partir de las 10 de la mañana y hasta la medianoche. Solo cierra a la hora de la siesta. No debemos olvidar que estamos en un barrio cuya silueta todavía se confunde con imágenes lejanas a las del Centro. Tiene una cargada propuesta de eventos. Sus parroquianos pertenecen a todos los oficios, confiesa Néstor Miranda. “Uno puede venir a comer y encontrar solución a todos los desperfectos de las máquinas que usamos a diario”, agrega. La foto de Justo Suárez, el boxeador conocido como El Torito de Mataderos, forma parte de la histórica decoración del Glorias Entre tantos motivos que lo hacen Notable, el lugar tiene una cualidad que siempre me llamó la atención. Es una duda que fui a resolver con el dueño del bar y el presidente del club. ¿A qué se debe el nombre Glorias Argentinas para una institución civil sin fines de lucro que abrió en 1941? ¿Cuáles o quiénes eran esas Glorias? Próceres no eran. De ser así le hubiesen puesto Próceres Argentinos. Todos los músicos que nombré antes alcanzaron su momento de gloria muchos después del año de creación de esta entidad barrial. ¿Serían deportistas? Tampoco. Nuestros más reconocidos deportistas, de la disciplina que se les ocurra, amateur o profesional, fueron campeones mundiales o los mejores en lo suyo, luego del ‘41. ¿Y si acaso fueron políticos? Los socios fundadores eran todos militantes radicales. Los colores del club son el blanco y el rojo. Pero no fue ese el motivo, me lo confirmó Sergio Tur que, además de presidir el club, es hijo de un socio fundador. ¿Entonces? ¿Por qué Glorias Argentinas? No supieron responder. Yo, humildemente, tengo una respuesta. Y aquí vengo a contarla. Mi versión de los hechos viene de extramuros. Del otro lado de la zanja, pero en este caso la del Río de la Plata. Es la historia de un charrúa de la Banda Oriental. La anécdota me la transmitió don Arturo Nogueira, un viejo amigo uruguayo, en una mesa del Café Brasilero de Montevideo. Todo se remonta a 1923 cuando también un temporal de viento con ráfagas de casi doscientos km/h y olas de más de diez metros de altura barrieron con la Rambla Wilson y los balnearios de Ramírez y Pocitos. La tormenta modificó el mapa, hasta ese momento conocido, del Bajo montevideano donde pululaban cafetines y cabarets de tango. Esa zona roja se asemejaba a nuestros cafés de camareras —que escondían la prostitución— ubicados en los márgenes de la ciudad, o sea, en Palermo y La Boca. Cuando la situación climática y social se normalizó, la intendencia de Montevideo propuso recordar a sus bares y cantores desaparecidos. El modo fue abrir una convocatoria para construir un monumento al Cantor Desconocido. Así se reconocería a todos sin olvidar a ninguno. La dificultad se presentó al momento de elegir al modelo. El elegido tenía que dar con el porte y la actitud de un tanguero. Pero no debía ser famoso. Con estas pautas la selección recayó en un cantor mediocre que jamás conoció los motivos de la designación: Froilán Potrone. No les suena. Por supuesto, porque no lo conocía nadie. El trabajo del artista fue de tal perfección que la obra y el original resultaron dos gotas de agua. La cosa es que una vez inaugurada la estatua, Froilán se la creyó y comenzó a reclamar un lugar para demostrar sus dotes en los bares de su ciudad. Sin embargo, la estatua fue su condena. Los dueños de cafés y bares pugnaban por programar sus noches con cantantes de renombre. Nadie quería anunciar en las pizarras la presencia del “cantor desconocido”. Tal fue el vacío que encontró Froilán Potrone dentro de su comunidad de origen que se vio obligado a saltar el charco y probar suerte en Buenos Aires. Alguna vez Roberto Sánchez, Sandro, movió su pelvis en el Glorias Argentinas Froilán llegó a la Reina del Plata en plena crisis del ‘30. Todo mal. Como no tenía suficiente dinero para hospedarse en el Centro, encontró un conchabo en el Mercado de Hacienda en Mataderos y se mudó al barrio. Entonces empezó a frecuentar los boliches de la zona. Creído de una fama que no tenía, negaba su origen. Se hacía pasar por entrerriano, oriundo de Paraná. Mentira que se derrumbaba al primer tú o cuando se le escapaba ese acento que, aunque imperceptible, suena más uruguayo que el candombe. El engaño lo fue marginando de la peonada del Mercado y los boliches cercanos. Pero Froilán Potrone no sabía de renunciamientos. Se enteró de que un grupo de amigos que se reunía en la esquina de Cosquín y Bragado andaba en busca de una propiedad por el barrio para fundar un club. Si hay club hay milonga, dedujo Froilán y fue hacia allá. Lo que no sabía este modelo de estatua es que toda barra de Mataderos estaba advertida del falso paranaense con acento uruguayo que, sin motivo esclarecido, buscaba donde afincarse. Tan pesado se puso, y tantas sospechas despertó entre los muchachos, que decidieron reemplazar la denominación que tenían pensada para el club. Pasó de Club Social y Deportivo Glorias a Club Social y Deportivo Glorias Argentinas. Y con eso lo dejaron afuera. El registro del paso de Aníbal Troilo, Pichuco, por el escenario del Glorias Argentinas Esta es la historia que me contó don Arturo Nogueira en el Café Brasilero. También me dijo que una mañana de principios de los años cincuenta, la estatua al Cantor Desconocido apareció tumbada y destrozada en el piso. Las transformaciones urbanas ocurridas en la capital uruguaya nunca le dieron una nueva oportunidad al monumento. Jamás se supo cómo pudieron desmontarla de la base y volcarla. Los vecinos le echaban la culpa a los desarrolladores inmobiliarios que buscaban un mejor rendimiento en ese rincón de Montevideo. Por otra parte, para derribarla se hubiese necesitado una cuadrilla de operarios. O una sola persona furiosa y endemoniada. Al igual que el General Paz, Froilán Potrone encontró en su homenaje su propia cárcel. Instagram @cafecontado

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