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  • Toto en Argentina: flechazos de nostalgia musical con un sonido que atraviesa generaciones

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/11/2024 20:43

    El cierre del concierto de Toto con un hit atemporal: Africa Este último viernes la nostalgia se acodó en Villa Crespo y pidió varias rondas de hits con infusiones de rock, soul, jazz, funk, blues y pop para amalgamarlos en una banda diversa, gigante, que, con casi cinco décadas sobre sus espaldas, sigue destilando sonidos para el recuerdo: Toto. De aquel arrollador debut en 1978, Girl Goodbye fue el corte que abrió la velada a las 21 horas ante un Movistar Arena repleto, en una fecha coincidente con el Día de la Música (22 de noviembre) día del fallecimiento de Santa Cecilia de Roma, la patrona de la música que pareció supervisar una caja de resonancia perfecta que albergó 19 canciones que atravesaron generaciones y le imprimieron ritmo a todo tipo de espacios, desde los masivos a los más íntimos. El inconfundible comienzo tecladístico de Hold the Line fue el puntapié para comenzar a recordar a los exmiembros del grupo, en esta ocasión al compositor de aquella gema del hard rock y el AOR, el histórico fundador David Paich, quien fue reemplazado por Greg Phillinganes, un músico a su altura, para así poder desenrollar, durante dos horas, los pergaminos de la gira Dogs of Oz, ya sabiendo que no habrá más discos de estudio del grupo de Los Angeles. Pierce y Lukather, el líder, la base de cuerdas de Toto (Fotos: Chule Valerga) Luego, llegó 99, del álbum Hydra, el segundo de su cosecha musical. A esa altura, al comienzo del show, la radiografía en vivo de Toto se despliega sin misterios, el de una banda frontal, en la cual sus músicos se distribuyen casi sin jerarquías. Los dos teclados a la izquierda (incluyendo al “el chico nuevo” (“the new kid”), Dennis Atlas, la batería en el otro extremo. Y así se va cerrando el combo de músicos hacia las cuerdas, el bajista John Pierce a la derecha y, levemente retirado, en el centro, una figura nodal del combo estadounidense: Warren Ham, el percusionista -que estuvo en Toto entre 1986 y 1988 para luego regresar definitivamente en 2017- y que también es responsable de hacer sonar el saxofón, la armónica y la flauta. Y, obviamente, tener un tono vocal envidiable, tal como lo demostró en Home of the Brave (The Seventh One, 1988). Ham comparte, desde 2012, banda (nada más ni nada menos que la Ringo Starr & His All-Starr Band) con una de los dos miembros oficiales de Toto: Steve Lukather, el guitarrista y cantante que integró la docena de formaciones por las cuales pasó el grupo, calificado por el inigualable guitarrista Eddie Van Halen como la “banda colectiva, con los mejores músicos del planeta”. “Este hombre grabó todos los discos”, lo señaló la otra pata fundamental del combo, Joseph Williams -presente entre 1986–1989 y 2010 a la fecha- quien demostró un caudal vocal sostenido, firme y preciso para llegar a los diversos tonos del repertorio. Una cuidada puesta en escena, sobria y efectiva para un show memorable Toto debe ser una de las pocas bandas del mundo en la cual, a lo largo de los años, lo vocal tomó un rol central y característico en el adn del grupo, casi una condición sine qua non para integrar sus filas con el correr del tiempo: a cantar a la perfección. En vivo, o en los discos, siempre una voz apuntala a otra y crea una escalera armónica y coral, fiel sostén alrededor del vocalista en cuestión: el “colchón oral” como rúbrica de la banda. “Esta canción es acerca de una mujer que me rompió corazón”, le dice Williams al público para establecer un cómplice ida y vuelta que se mantendrá durante toda la noche, respondido en varias ocasiones con los clásicos cantitos tribuneros tan argentinos (”olé, olé, olé, Toto, Toto”). Y suena Pamela, en donde comenzó a ensamblarse un sonido concreto y profundo, sobre todo en la inoxidable guitarra de Lukather, quien dominó la noche con su presencia. Quietud, voz e instrumento. Lukather, Williams y Pierce, columna vertebral de Toto En Jake to the Bone se mostró el costado más heavy de Toto, ya con su estela de los años 90 y Kingdom of Desire bajo el brazo, con la melena plateada de Lukather revoleándola al ritmo del headbanging. Otro punto destacado de la velada fue el solo de teclado de Phillinganes con fragmentos de I Won’t Hold You Back para luego seguir con Child’s Anthem, el primer tema de la historia de Toto, que remarcó un clima íntimo, con los reflectores bañando solamente la figura del tecladista. Al prenderse las luces, parecía quebrarse un estado onírico, de ensoñación. Y así también sucedió con Pierce y el solo de batería de Shannon Forrest, a quien muchos memoriosos que peinan canas les cuesta olvidar al inigualable Simon Phillips tras los parches. Los lentazos I’ll be over you o A Thousand Years tocaron la fibra íntima de un público que no le exige nada a Toto, solo va a disfrutarlos con las linternas de sus teléfonos celulares encendidas, moviendo los brazos de un lado al otro, sin importar las edades. Un Movistar Arena colmado, para presenciar a Toto El costado funk de Georgy Porgy o el saxofón furioso de Ham para Dying on My Feet reflejó una vez más la diversidad y fragmentación musical de Toto, porque en cuatro letras aglutina a varias bandas en una, que puede tributar al fallecido Quincy Jones, productor del eterno Thriller de Michael Jackson (con un fragmento de Beat It) o bien acordarse de The Beatles o Jimi Hendrix con temas en su homenaje (With a Little Help from my Friends y Little Wing, respectivamente). Porque Toto tampoco olvida a los próceres musicales. Respeto. A poco más de tres décadas de su –histórico- primer paso por el país (la trilogía en Obras, en mayo de 1993), el retorno en el Teatro Ópera, tres años después, y su llegada para 2007, que incluyó su paso por el Orfeo Superdomo cordobés, como así también dos fechas en teatros porteños (Gran Rex y Ópera) corona sus andanzas por Argentina con un show memorable. Steve Lukather, el guitarrista y cantante que integró todas las formaciones de Toto Faltan dos temas y todos saben cuáles son, porque Toto es una banda sin sorpresas, prediseñada al milímetro por septuagenarios músicos que hace décadas no necesitan demostrar nuevos pergaminos, sino que les basta con descansar sobre sus implacables cuatro primeros discos editados entre 1978 y 1982. Letales. La voz aguda muestra una de las pocas flaquezas en cuanto al rendimiento de Williams en escena. Su implacable test son las notas de Rosanna, himno del grupo, momento en el cual le tiran una bandera argentina, que se la pone sobre los hombros y luego la posa sobre uno de los teclados que toca, durante una jam, mientras Ham también se suma a los teclados. La despedida de un grupo inoxidable, Toto Y para el cierre, Africa, un hit único y atemporal en donde se pudo añorar un poco la icónica voz de Bobby Kimball, figura de aquel mítico disco de 1982 llamado Toto IV con aquel inolvidable videoclip que, entre libros y fantasías tribales, los consagró. Durante la mayor exigencia vocal con los tonos más agudos, Williams parece no llegar a los niveles de su predecesor, algo lógico por el paso de los años. Pero, sobran palabras, nada más para escribir, es cuestión de verlo, escucharlo y disfrutarlo en el video que acompaña esta reseña. El final con las manos entrelazadas de los músicos y saludando a su público es el póster de una despedida inevitable para la leyenda de la espada medieval.

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