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» Diario Cordoba
Fecha: 23/11/2024 09:06
El sandwich mixto es la base de mi dieta. Se puso de moda hace cinco o seis años, a raíz de un ensayo de Denault y su divulgación por Rodrigo Terrasa; usar el sandwich mixto como símbolo de mediocridad. Está bueno, se sostiene, pero nadie lo pediría como última cena. La imagen es poderosa, sí, pero puedo verme a mí mismo abandonando el mundo con un último bocado de mixto y una cocacola fría. Los he tomado junto a ventanas lluviosas, tras madrugones infamantes, con sorpresa y gratitud al redescubrir que puedo pedir en la calle lo que tanto como en casa. Tal vez tome tres al día. Lo del mixto no es sencillez, es optimización. Tener pocos ingredientes no garantiza que salga bien, sino que exige la dosis exacta. Si está bien hecho ya no puede mejorar, como un ejercicio de Olga Korbut. Lo que se añada carecerá de utilidad marginal e incluso empeorará el resultado. Dieron hace unos meses los de Repsol un «Solete» al Bar Lucas, o sea, que le dieron categoría al Solete más que al bar. En Lucas, yo, me he medio criado, como tantos niños del Centro. Conozco sus secretos y voy a publicar hoy uno: sí, los perritos son legendarios, pero la joya es el sandwich mixto. Es el lujo del lujo, la perfección de la receta. He pedido mixtos por Europa buscando alguno de su categoría y no existe: si el mixto es un teorema, el de Lucas es su demostración. Los he comido tras lo peor y ante lo mejor de mi vida, sé de qué hablo. Me encanta llevar a alguien a que los pruebe por vez primera y la lengua les baile. Lo pido misteriosamente y me dicen: «Tú sabes algo». Sí, esto que ya saben ustedes también. *Abogado
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