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  • Milei 'rompe' con su vicepresidenta y asegura que no participa en la toma de decisiones ni en las reuniones del Gabinete

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/11/2024 11:59

    Después de recibir el módico reconocimiento de Donald Trump y Elon Musk, el presidente de Argentina, Javier Milei, parece da dar por terminada su alianza política con Victoria Villarruel, una vicepresidente relacionada con exparticipantes de la última dictadura militar (1976-83), cuya reivindicación tomó antes y después de llegar al Gobierno como una causa personal. Al cumplirse un año de la sorprendente victoria en la segunda vuelta de las elecciones, Milei formalizó en público su ruptura. Y lo hizo con el peor insulto que podría partir del anarcocapitalista. Villarruel, dijo, es una figura cercana a la "casta", la descalificación en la que puede caber un tímido adversario o excompañero de ruta. Ellos no entran en la categoría de "terroristas", "mandriles" o "ensobrados (corruptos), destinada a los opositores peronistas más encarnizados. La descalificación de la vicepresidenta llegó intempestivamente a través de una entrevista televisiva. "No tiene ningún tipo de injerencia en la toma de decisiones". Villarruel tampoco "participa de las reuniones de Gabinete" de ministros desde "hace mucho tiempo". Una manera de decir que la toma de distancia viene de lejos. Tras el impacto mediático de sus dichos, el portavoz presidencial, Manuel Adorni, evitó mayores comentarios y descartó que se le pida la dimisión. Fuentes del Gobierno citadas por el diario 'Clarín' consignan que el Ejecutivo solo "visibilizó una realidad". No dijo "nada distinto de lo que está ocurriendo desde hace meses". Hace un año comenzaron a aflorar las desavenencias. Villarruel aspiraba, por ser parte de la familia militar --su padre había sido oficial contrainsurgente en los setenta, y su tío represor-- a manejar los ministerios de Defensa o Seguridad. Milei los ofrendó a la derecha tradicional como moneda de cambio al respaldo en la segunda vuelta. Intentó luego tener vuelo propio y fue mirada con malos ojos, especialmente por Karina Milei, la hermana del extertuliano televisivo y, a estas alturas, la mujer más poderosa del país. No tiene el pedigrí de Margaret Thatcher --se le conoce un pasado como vendedora de tortas por Instagram y una participación en un concurso televisivo--- pero intenta emularla en su capacidad de disciplinar a buena parte de la dirigencia. Meses de unas malas relaciones "Pobre jamoncito", había dicho Villarruel para definir la situación del presidente: tironeado entre ella y la hermana. La imagen de un presidente convertido en el fiambre aplastado por dos panes no hizo más que enervar a los Milei, que esperaron el momento de entrar en acción: la mejora en las encuestas y la sintonía con la era Trump que se avecina y a la cual consideran vital para extender el proyecto familiar más allá de 2026. De acuerdo con el diario 'La Nación', Villarruel quedó "atónita" por el momento en que el presidente "salió a renovar los cuestionamientos hacia su figura". Esa impugnación la obliga a meditar "con cautela sus próximos pasos". La vicepresidente fue asociada casi desde el 10 de diciembre pasado a un rumor que recorre las redacciones periodísticas: su supuesta alianza con el expresidente Mauricio Macri para, cuando se den las condiciones, desplazar a Milei del poder Ejecutivo a través de un juicio político en el Congreso. Hasta la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner se hizo eco de esa información y rechazó de plano sumar a sus legisladores a una conjura de esa naturaleza. A su vez, fue asociada con peronistas conservadores interesados en sus posturas nacionalistas. Semanas atrás, la vicepresidenta exaltó la figura de la expresidenta Isabel Perón, derrocada el 24 de marzo de 1976 por las Fuerzas Armadas, prisionera de la dictadura hasta 1981 y exiliada desde entonces en España. Bajo el Gobierno provisional de la viuda de Juan Perón se emitió el decreto que permitía a los militares "aniquilar" a la guerrilla. La dictadura no hizo más que profundizar esa autorización cuando tomó el poder, según los propios represores en los juicios que derivaron en decenas de prisiones perpetuas. Villarruel también desairó en varias ocasiones a Milei, absteniéndose de participar en algunos actos políticos claves y buscó imponer su propia agenda personal. Amparada en su catolicismo tradicionalista, recientemente atacó a varias novelistas argentinas por considerar que sus historias incitan a la pedofilia. En el entorno de Villarruel sostienen que, a pesar de la tirantez, disimulada para que nunca pasara más allá de las conjeturas, no esperaba quedar expuesta en las pantallas de la televisión y los teléfonos de los argentinos. El mensaje que ha intentado dar a través de asesores y aliados es que "todavía" se siente parte del Gobierno y que encontrará los canales necesarios para reencauzar la relación. La alianza entre ellos nunca fue consistente porque provienen de tradiciones distintas de la extrema derecha. Milei siempre ha privilegiado las cuestiones económicas. La vicepresidenta ha reivindicado su prosapia castrense y la condición de abogada de represores encarcelados. Ningún analista descarta la posibilidad de que firmen las paces. Durante el debate entre candidatos presidenciales de octubre de 2023, Milei acusó a Patricia Bullrrich de haber colocado "bombas en jardines de infantes" debido a su pasado en la organización insurgente Montoneros. Bullrich recorrió un largo camino de conversiones hasta situarse en el otro extremo ideológico. Intentó dirimir la acusación en los tribunales pero terminó respaldando al anarcocapitalista en el segundo turno, junto con Macri. Recibió como premio el Ministerio de Seguridad y además se convirtió en un pilar del Gobierno. Un viejo historial de peleas en el Ejecutivo Más allá del desenlace, la gestión de Milei no hace más que reproducir una escena permanente de la institucionalidad argentina: las peleas entre presidentes y vicepresidentes son algo común, con distintos niveles de intensidad, desde 1983. Sus antecesores, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, terminaron en medio de la más profunda aversión mutua. Lo que aparece como un rasgo de este Gobierno son las purgas permanentes de secretarios de Estado y funcionarios de alto nivel que se enteran por la misma televisión que han sido echados por la ira del anarcocapitalista o su hermana.

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