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  • Sobrevivir a un apuñalamiento para renacer tras la barra

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/11/2024 04:44

    «Lo que no pasa en una vida, pasa en un segundo». Son las 14.25 horas de un martes cualquiera de julio en Córdoba. Con 40 grados a la sombra, las calles están vacías. En ese momento, un hombre de 79 años intenta entrar al bar Los Negaos, situado en Ciudad Jardín. Al no permitírselo, regresa a su casa, toma un cuchillo y vuelve a la zona, donde encuentra al dueño del bar, Antonio Garrido, fumando junto a un coche. Segundos después, le asesta una puñalada en el abdomen. Ese 26 de julio marcó un antes y un después en la vida de Garrido. Como consecuencia de esto, Garrido estuvo ingresado diez días en el hospital y aún lleva consigo la cicatriz de 24 centímetros que el agresor le dejó para siempre. La hoja del cuchillo, de 15 centímetros, llegó a sacarle las tripas. Trece meses después de aquel trágico suceso, inauguró un restaurante completamente diferente y transformó radicalmente su manera de entender el mundo. Tras la barra desde los 13 años «Mientras estaba en el hospital, dije que quería estar tres años descansando, pero no engañaba a nadie. Así que, seis meses después, tenía claro que iba a fundar Vichaco, mi nuevo proyecto», cuenta Garrido con sorna. Este hombre de 54 años no concibe otra vida que no sea tras una barra, la cual limpia y cuida con mimo mientras atiende a los clientes. «Empecé con 13 años en una bodeguilla del barrio porque quería dinero para comprarme una moto. Ahí me enamoré del negocio», relata. Desde entonces, pasó por diferentes locales, incluido el de su padre, hasta hacerse cargo de Los Negaos con apenas 26 años, una peña que servía cervezas y copas y donde «aprendí un negocio que se ha convertido en mi vida», explica. Antonio Garrido limpia la barra de Vichaco. / Víctor Castro Un giro completo Sin embargo, Garrido admite que por entonces ya estaba «saturado» del negocio y que buscaba «un cambio de aires» donde la comida tuviera más protagonismo. Aquella tarde de julio fue «la señal que necesitaba para dar el paso», detalla. «Ese 26 de julio fue el punto de inflexión definitivo en mi vida», recuerda mientras busca con la mirada a una de sus camareras. «Como jefe también he cambiado, ¿eh?», bromea. Desde entonces, cuenta que ha hecho un reset en todos los sentidos. «Ahora busco otro tipo de vida, más centrada en disfrutar y aprovechar el día a día. Hoy estamos aquí, pero mañana no sabemos dónde estaremos», reflexiona Garrido. También admite que, aunque piensa en dejar la hostelería casi todos los días, «es lo que me apasiona y lo que me mantiene vivo». Antonio Garrido conversa con una de sus empleadas. / Víctor Castro Esa nueva vida le ha llevado a «reprogramar mi mente en todos los sentidos», afirma. Ahora, se define como una persona «enfocada en disfrutar». También ha variado la relación con su hija, su método de trabajo e incluso su forma de vestir. La frase «lo que no pasa en una vida, pasa en un segundo» se ha convertido en su lema, tanto que se la ha tatuado en la espalda. Garrido se resiste a vivir con miedo porque, como él dice, «eso y estar muerto es lo mismo». Evita regresar a ese día, que describe como «extraño», y asegura que, hasta entonces, «no habíamos tenido ningún problema extraordinario». No obstante, del original dueño de Los Negaos quedan diferentes aspectos: «He cambiado de hábito, pero no de monje», matiza entre risas. Su pasión por la hostelería sigue intacta, «es lo que me hace feliz y lo que sé hacer», resume. Garrido agradece el cariño de sus clientes y seres queridos, fundamentales en este renacer. Su agresor fue condenado a 15 años de prisión y él está «más vivo que nunca». Mientras se toca la cicatriz, recuerda, por última vez, que «hay que aprovechar el tiempo que estamos aquí. Todo puede cambiar el día menos esperado». Suscríbete para seguir leyendo

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