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» Diario Cordoba
Fecha: 22/11/2024 04:39
Corría el año 1974 cuando la sinfonía autárquica, rancia y desactualizada del Estado Novo de Salazar daba sus últimos acordes. Marcelo Caetano, presionado por las malas noticias que llegaban de la guerra en África por mantener las pocas colonias que quedaban a Portugal, otrora imperio marítimo, se veía en la tesitura de claudicar y entregar el poder al ejército, el mismo que permitió cuarenta años antes a Salazar alcanzar el mando en Lisboa. Todo comienza la mañana del 25 de julio cuando Celeste Caeiro se dispone a trabajar en el restaurante que ese día está de aniversario. A tal efecto el dueño decide obsequiar a los clientes con claveles y vino de Oporto, pero ese día no hay clientes a los que atender... Se está produciendo un golpe de estado, la dictadura de cuarenta años se tambalea. Celeste se vuelve a casa con un ramo de claveles que ya no se va a regalar a la clientela. De camino le da una flor a un militar que le dice que se está produciendo una asonada. Solo tiene claveles y una flor no se le niega a nadie. El soldado la coloca en el cañón de su fusil y ahí comienza todo. Un gesto. Todo se reduce a pequeños gestos que hacen que las cosas más pequeñas se vuelvan eternas. Ese gesto se propagó por toda Lisboa sacudiendo con un vendaval de flores a toda Portugal. Mantener un imperio colonial en África y el sudeste asiático es inviable en una crisis tan dura como la de esos convulsos años setenta. El país está a otra cosa, las colonias africanas suenan a trasnochado y además los jóvenes soldados portugueses están cayendo por millares en una guerra que ya nadie quiere. Guinea Bissau, Angola, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe, además de Timor Oriental en Asia, se rebelan en medio de los últimos estertores de la Guerra Fría. Un Estado Novo exhausto finalmente acaba cediendo ante la fuerza serena y pacífica del pueblo portugués, que no quiere derramar ni una gota más de sangre. Pero no es solo un gesto, son dos: no es solamente una flor, también hay una canción. La contraseña para tomar los edificios estratégicos del gobierno era una canción revolucionaria, Grândola, Vila Morena, de José Afonso. Cuando comenzó a sonar esta canción en las emisoras de radio del país, el golpe ya fue irrefrenable. Caetano no tuvo más remedio que ceder y marchar con su gobierno camino al exilio en Brasil. Celeste se ha marchado casi sin hacer ruido. Una mujer sencilla, sonriente, comedida, nuestra Rosa Parks ibérica. Mujer valiente, unida para siempre a una flor, el clavel; a una revolución florida, la de Portugal, la que otros países no pudieron o no quisieron desatar. Y es que la gran Lina Morgan se equivocaba en su revista... Celeste sí es un color, el del rojo clavel. *Profesor
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