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» El litoral Corrientes
Fecha: 21/11/2024 09:00
Qué precio te asignaron...? Cuánto costás...? Transformados en valor constante y sonante, te convertís en valor de mercado. Cada vez que el Indec, saca a revolear los índices que demarcan nuestra realidad, me da una bronca tremenda saber que como ganado en pie, los argentinos tenemos un precio que por su baja importancia se traduce en pobreza o tal vez, o indigente tal vez, o lisa y llanamente pobre re-pobre. La bajeza de esa frase condenatoria, “para no ser pobre, una familia necesitó…” “Para no ser indigente, una familia necesitó…” Me cae mal, suena a discriminatoria, como si los culpables somos nosotros y no ellos a cargo del timón. Somos la consecuencia de ellos. No buscamos serlo ni podemos admitir tanta bajeza de expresión, sobre sumidos en el destino común de muchos, más el castigo involuntario de un país que como el del Cristina, no son culpables de nada. Tierra fértil donde la corrupción ha hecho su mejor banquete de delirio de obsecuencia total y plena, fanatismo ciego, inocentes a carta cabal, silencio total. Como ganado en pie cada uno tiene su propia “cocarda” puesta que lo valida como pobre o indigente, las dos tristes y vergonzosas salidas de lo inexplicable. En el texto fuerte, real y doloroso, el artista Oscar Martínez hace volar en su imaginación la realidad de esos atributos inmerecidos a la población que el “bolillero” de la pobreza los inculpa al voleo al que menos de culpas tiene. “Que me palpen de armas”, el autor se despacha en realidades que nuestra sociedad lo vive hace bastante tiempo. “Que me palpen de armas. Dejo a un lado, si es que alguna vez tuve o me queda, toda arma que sirva para volverse temible, para someter, para acumular, para ser poderoso, para triunfar en un mundo de mano armada en el que la felicidad se compra con tarjeta de crédito…” “… me parece como dice Serrat que ha caído en manos de unos locos con carnet…” No tenemos perdón el haber desperdiciado tanto tiempo de la historia, pensemos siquiera un poquito y dimensionaremos cuánto desperdicio. Todo se arregla con dinero. Todo tiene su precio casi siempre el más alto de mercado, al que el hombre común no accede porque no puede, por haber llegado al fondo de un pozo interminable donde la inflación baja y los precios suben. “Baja la inflación, pero los precios suben y suben” Nunca, como ahora han ganado tanto dinero donde no existen precios de referencias, y cada cual |opta: porque el asunto es, se toma, o se deja. Hace un tiempo largo, porque la preocupación siempre ha estado en procurar un país mejor, se imprimió un compilado de autores diversos, “Textos para pensar” donde el escritor Marcos Aguinis asumió, “Los argentinos y la culpa”. Él lo dice clara y enfáticamente: “Pero he aquí lo más decepcionante: ocurre que esa pregunta, aunque se formule, no opera. La culpa y la responsabilidad no tienen suficiente vigor. Ambas se han desorientado, están algo perdidas en el laberinto de “vivezas”, “curros” y “zafadas” que hemos sabido concebir. Para ordenar nuestro país habría que cultivar a fondo, todo el tiempo con esperanza, paciencia y obstinación, los rasgos que llevan al crecimiento de la responsabilidad, para que cesen las distorsiones que impiden su eficacia. Habría que devolverle plena majestad a la ley, castigar duramente la mentira y frustrar la “viveza”. Ello no nos haría más severos, sino más equilibrados y previsibles. No reduciría nuestras habilidades, sino que las pondría en un andarivel productivo. No quitaría felicidad, sino que al contrario, la ayudaría a instalarse sobre una plataforma legítima. Llevamos tanto tiempo en el extravío que nos parece imposible tener más cerca la ruta sensata”. El escritor y psiquiatra Marcos Aguinis, sintetiza al principio para que no queden dudas: “La responsabilidad es un freno a los excesos y una invitación a pensar con lucidez sostiene el destacado profesional. Pero en la sociedad argentina esa etapa superior está tardando en imponerse y predominar.” Hemos pasado por un montón de hitos que estuvieron años en carpetas, en proyectos, y los resultados nos indican que siempre estamos empezando de nuevo como alumnos en penitencia, de plantón después de hora, nunca aprendiendo la dura lección. Sino repitiéndola. Casi siempre lo mismo pero cada vez más notorio las malas copias, es decir somos incapaces de repetirlas con exactitud, cometiendo plagio por el esquivo sentido de la perfección y el orden que adolecemos por comodidad en estado permanente de rebeldía. Dicen que la esperanza es resistencia. Fuerza capaz de dar vuelta resultados adversos pero no creo que lleguemos a tanto. Porque tampoco sabemos esperar. Alguna vez a propósito de las elecciones que en vida hemos asumido, y que generalmente nos salió el tiro por la culata, dije que antes la opción de la imagen prefería toda la vida la generada y transmitida por la radio. Porque en esta vía actuaba directamente la imaginación, y que imaginar es pensar. Construir imágenes en base a lo sonoro y traducirlas en palabras. Pensar agiliza el equilibrado discernimiento, encuentra el sentido común de las cosas, y comenzamos a madurar haciendo lo que no hacemos, establecer lógica, ser concreto. Decía alguien no se trata de pensar en algo en particular, sino pensar como forma de poner en movimiento todo lo cognitivo, y al hacerlo ser fiable por obra y gracias de pensar y ser coherentes. No tenemos perdón el haber desperdiciado tanto tiempo de la historia, pensemos siquiera un poquito y dimensionaremos cuánto desperdicio.
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