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Parana » AIM Digital
Fecha: 19/11/2024 10:51
El anarcocapitalismo entró en la política argentina como un elefante en un bazar. Tomó a muchos por sorpresa; no entendían qué pasaba. Los animales políticos, los políticos de "casta", aunque no entendieran -no les hace falta- aceptaron rápidamente, se acomodaron a la nueva situación y siguieron funcionando como chupópteros, que para ellos basta como para cualquier parásito. Cuando Italo Luder era candidato peronista a la presidencia en la campaña que consagró a Raúl Alfonsín, dijo que el peronismo no era un partido liberal, lo que se avenía a su historia y en alguna medida a su contenido. Pero no tardó ni un periodo presidencial -porque Alfonsín debió abandonar la carrera antes de terminar- para que el peronismo se convirtiera en un partido liberal con Carlos Menem, más: neoliberal según la modalidad que se empezó a imponer en el mundo tras la caída de la Unión Soviética. Entonces los que hablaban de emociones inexplicables, blandían retratos y cantaban marchas, vieron la conveniencia de "aggionarse", palabra que puso de moda el Concilio Vaticano II y se refería a cambios en la iglesia católica, pero que les convenía para justificar la vuelta carnero que debían hacer hacia la razón instrumental. Lo que se impuso entonces en el mundo era la necesidad del interés de las grandes corporaciones internacionales por maximizar sus beneficios e impedir la baja de la tasa de ganancia. El posmocapitalismo, imbricación del capitalismo con el posmodernismo, tuvo su auge tras la caída de la Unión Soviética, que se presentaba a los deseos de ganancia neoliberales como un enorme territorio riquísimo en recursos minerales, que serían tanto más fáciles de explotar si aquel gran país fallido era dividido en 20 ó más "Estados" tutelados por Occidente. El proyecto comenzó exitosamente con la separación de los Estados europeos de la ex Unión Soviética, pero tuvo dificultades para continuar porque Rusia se recuperó rápidamente de la postración en que quedó tras Gorbachov, luego Boris Yeltsin y el ascenso de oligarcas mafiosos dispuestos a transar con cualquiera que mostrara poder. El posmocapitalismo implica la expansión del poder corporativo, es decir, de las grandes empresas multinacionales que en algunos casos tienen más poder que muchos estados y les dictan la política. No se trata sólo de influir en el campo económico sino también en el sociocultural, por eso las ramificaciones que parecen no tener mucha relación con el interés corporativo, pero forman unidad con él. El neoliberalismo es solo el aspecto económico de un fenómeno más amplio, que lo que busca en esencia es aumentar la rentabilidad de las grandes corporaciones, por ejemplo las farmacéuticas o las militares. El posmodernismo cultural es otra rama del posmocapitalismo, siempre en interés de las grandes corporaciones. Ha modificado el ambiente cultural de occidente en el sentido de favorecer la disminución de la natalidad gracias al posmofeminismo y otros aspectos que no parecen tener relación directa pero son aspectos de la misma cosa: el catatrofismo climático, la degradación lingüística, las reivindicaciones tribales, la explotación de migrantes y de las minorías radicadas en los países de "vanguardia". El modelo económico impuesto por el neoliberalismo está vinculado a la vista con las novedades socioculturales, por ejemplo en wokismo de moda en los Estados Unidos, un absurdo que no puede durar mucho. Es necesario no restringir la interpretación a cuestiones económicas vinculadas con el neoliberalismo, entendido como una evolución del liberalismo clásico; ni al posmodernismo entendido como la superación de los postulados de la Ilustración europea. El posmocapitalismo envuelve al posmodernismo como clima sociocultural de época con el capitalismo en otra etapa de su evolución. La pinza tiene varias ramas: una de ellas es el atlantismo representado en el ámbito militar por la Otan, que tuvo un parate significativo cuando se propuso derrotar a Rusia por las armas. Antes, cuando atacó a Libia, Siria e Iraq, pretendía seguir por Irán para realizar sus planes en la ex Unión Soviética. Pero tampoco pudo realizarlos totalmente. En el presente, la declinación económica de occidente se hace cada vez más notoria. Ha perdido en las últimas décadas más de la mitad de su presencia en el mercado mundial, el dominio del dólar está en discusión, y el atlantismo tiene dificultades con el desplazamiento del tráfico comercial al mar de la China y al Indico y finalmente con las crisis suscitadas por la guerra en Ucrania y en Palestina. De la Redacción de AIM.
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