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Federal » El Federaense
Fecha: 19/11/2024 08:22
La cumbre del G20 celebrada en Río de Janeiro está en pleno apogeo, con un fuerte enfoque en iniciativas cruciales para combatir el hambre y la pobreza a nivel global. En este contexto, España se suma al apoyo de la propuesta del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien aboga por la creación de un nuevo impuesto dirigido a las personas con un patrimonio superior a mil millones de dólares. Un Nuevo Impuesto para los Más Ricos Este impuesto, que se dirige a unos 3.300 individuos en el mundo, propondría un gravamen del 2% sobre la fortuna total de aquellos considerados ‘superricos’. De acuerdo con las estimaciones, esta medida podría generar hasta 250.000 millones de dólares al año, fondos que se destinarían a proyectos enfocados en erradicar la pobreza y la desigualdad, además de luchar contra el cambio climático. Apoyo Internacional y Desafíos Francia y Sudáfrica también han expresado su respaldo a esta propuesta, aunque desde Brasil reconocen que las perspectivas de éxito no son del todo optimistas. La falta de apoyo notable, especialmente de potencias como Estados Unidos, Alemania y Argentina, pone en duda el futuro de esta iniciativa. Sin embargo, los defensores consideran que podría sentar un precedente para discutir la tributación progresiva como herramienta para reducir las desigualdades económicas. Compromiso Financiero de España En medio de esta cumbre, el presidente Pedro Sánchez ha anunciado un incremento significativo en las aportaciones de España a la Asociación Internacional de Fomento (AIF), alcanzando los 400 millones de euros. Este aumento del 40% en comparación a aportaciones anteriores forma parte del esfuerzo del mandatario por motivar a otros líderes a elevar su compromiso hacia el desarrollo en países en vías de desarrollo. La AIF, que opera bajo el marco del Banco Mundial, se centra en el financiamiento de proyectos que buscan mejorar las condiciones de vida en naciones que enfrentan grandes desafíos económicos. Las expectativas planteadas por la cumbre son altas, pero el camino hacia un consenso global que apoye estas iniciativas sigue siendo incierto. Los líderes mundiales están bajo presión no solo para debatir sobre la crisis climática y el hambre, sino también para asumir compromisos financieros que puedan marcar una diferencia real.
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