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Parana » Pagina Politica
Fecha: 18/11/2024 10:37
“Argentina fue el único país de la ONU que votó en contra de una resolución para eliminar y prevenir la violencia contra las mujeres”. Un título informativo que nos avergüenza y desarma. La resolución que adoptó la Asamblea General de la ONU tiene por objeto “intensificar los esfuerzos en la prevención y eliminación de todas las formas de violencia contra mujeres y niñas, en especial en el entorno digital”. Fue propuesto por países como Albania, Alemania, Andorra, Bolivia, Colombia, España y México. Condena “enérgicamente todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, que a menudo se producen de manera continuada y durante toda la vida, su persistencia y su carácter generalizado”, sostiene la medida. La iniciativa representa un “avance en la lucha por la igualdad y la protección de los derechos de las mujeres”, en respuesta a la “creciente problemática de violencia amplificada por el uso de la tecnología”. La normativa expresa la “profunda preocupación por la persistente prevalencia de la violencia perpetrada contra las mujeres y las niñas en sus distintas formas y manifestaciones en todo el mundo, tanto en línea como en otros entornos, que no se reconoce ni denuncia tanto como se debiera”. También se exhorta a los estados a establecer normas para prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra mujeres y niñas, particularmente en el entorno digital. Se insta a que se promueva el acceso a recursos y servicios de apoyo para víctimas de violencia, garantizando su acceso a justicia y a la rehabilitación. Francisco Tropepi, el diplomático designado por el presidente que estaba como segundo de Werthein en la Embajada argentina en Washington, fue el encargado de expresar la posición del país siendo el único que el pasado 11 de noviembre votó en contra de la resolución. Ante el mismo caso, los dos referentes de ultraderecha que inspiran la conducta internacional del primer mandatario, Israel y Estados Unidos, votaron a favor. Estamos ante un escenario de salvajismo, inequidad, misoginia y crueldad inédito no solo en la historia de nuestra cancillería, sino en nuestra trayectoria sobre la reafirmación y defensa de los derechos humanos. No debería sorprendernos casi nada a esta altura, frente a los reiterados exabruptos y manifestaciones de violencia cotidianos que emergen de ese personaje tristemente devenido presidente. La precitada resolución, que está en sintonía con la Convención sobre eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres que la Argentina suscribió e incorporó con jerarquía constitucional, es particularmente destacable. Porque avanza al reglar sobre un contexto relevado por normas anteriores pero acusando el impacto de manifestaciones actuales que la potencian y agravan. Efectivamente, el alarmante número de femicidios que se evidencian en la estadística, así como las nuevas formas que habilita la tecnología, han sido considerados al avanzar en esta normativa que con toda justicia y para asegurar su operatividad, le asigna a los Estados signatarios la responsabilidad de generar ámbitos institucionales para atender las situaciones de violencia como para la rehabilitación de las víctimas. En un universo de 170 países adherentes confluyen diferentes culturas e ideologías. Sin embargo, se trata de una “patología social” tan insoslayable por el daño que provoca especialmente a mujeres, niñas y niños que 17 estados se abstuvieron, pero ninguno como la Argentina superó la marca de degradación humana. La verdad es que hace casi un año nos parece estar sumidos en una ficción de espanto, anomia y abandono progresivo de nuestra identidad cultural. Porque ese andamiaje jurídico claramente humanista, solidario y de articulación comunitario que nació desde las ideas de Belgrano, Alberdi y Artigas entre otros en el siglo XIX, continuó con el irigoyenismo y el peronismo en el siglo XX, y se profundizó en el presente, nos constituye como argentinas y argentinos. Vale reconocer sin embargo que tan dramático y preocupante como el quehacer liquidador del gobierno es la inmovilización de la sociedad. Basta con evocar aquellas marchas multitudinarias bajo el lema “Ni una menos” o las que promovían el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo (que se hicieron hace pocos años) para confirmar esa regresión. ¿Dónde está aquella imparable marea feminista, cuan solidas eran las convicciones que la inspiraban, que ocurrió con aquellas organizaciones de mujeres resueltas a defender y potenciar reivindicaciones hacia la equidad? Preguntas que acusan este escenario de resignación colectiva que ya parece una rendición. Es imperiosa y nos involucra la necesidad de recuperar toda la energía del pensamiento y la acción de la que somos capaces y hemos dado testimonio siempre, para despertar del letargo, para resistir a la sistemática violencia estatal y su estrategia destructiva. Solo será efectiva si superamos subjetividades con una propuesta amplia. Que convoque a distintos sectores frente a cuestiones transversales a las diferencias políticas, que impactan en la calidad de nuestra convivencia y han sido avances construidos por la persistencia en la convicción y la lucha de varias generaciones de argentinas. . Fuente: Página Política
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