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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 16/11/2024 23:20
Dentro de la currícula académica del primer año de la Licenciatura en Nutrición se encuentra una materia que permite a los alumnos estudiar más afuera de las aulas que dentro de ellas. Se trata de la cátedra de Problemática Nutricional, que en la actualidad cuenta con 50 alumnos y se cursa en el segundo cuatrimestre. Al respecto, María Clara Melchiori, licenciada en Nutrición y docente, contó que “desde hace unos años les estamos ofreciendo alternativas de cursada a los estudiantes que tienen un poco más de estar en la calle que dentro del aula”. Y agregó: “Nos gusta cada vez más estar fuera del aula, pasan cosas muy interesantes porque se pueden estudiar los fenómenos relacionados a la alimentación y a la nutrición a través del conocimiento del territorio e indagar sobre lo que sucede en la comunidad. Es un gran desafío, sobre todo porque no todos los estudiantes son de Gualeguaychú, así que el esfuerzo es doble, porque llegan a una ciudad donde se tienen que adaptar a la vida universitaria y luego a esta propuesta que supone salir del aula. También es una oportunidad para que empiecen a pensarse en sus territorios y a mirar con otros ojos el lugar donde viven”. Sobre la experiencia, Alejandra Cabaña, estudiante de primer año de la carrera y parte de la investigación, señaló: “Nos cambió la dinámica de lo que estábamos acostumbradas: estar en la facultad y estudiar con libros. Además, nuestro trabajo, al final de la cursada, será tratar con las personas, por lo que esta experiencia nos prepara para afrontar ese desafío”. A partir de la hipótesis que la cátedra planteo sobre la existencia de que hay un Gualeguaychú productivo con un pasado y un presente relacionado a los árboles frutales, los estudiantes debieron investigar y armar un cuestionario para entrevistar a los vecinos y vecinas. Cada uno debió visitar al menos cinco casas y preguntarles si tenían árboles frutales, cuántos, cuál era su historia y si guardaban alguna receta o recuerdo familiar ligado a estos, entre otros cuestionamientos. En total, se llevaron a cabo más de 240 entrevistas que derivaron en valiosos datos. “Cuando estábamos haciéndole la entrevista a una vecina se emocionó mucho porque tenía una quinta de árboles frutales en su casa y recordó que cada uno de sus hermanos, ocho, tenía su árbol y recolectaba sus frutos para que su madre hiciera una torta o dulces”, expresó Cabaña. Por su parte, Melisa Rosviar relató que “con una compañera estuvimos como una hora hablando con una pareja de adultos mayores; nos contó que toda la zona del barrio Hipódromo era monte cerrado, que había árboles con copas que llegaban hasta el piso; nos sorprendió la cantidad de árboles cítricos que hay ya que no son nativos”. El camino para descubrir los árboles propios fue arduo y llevó a que los estudiantes debieran indagar exhaustivamente. Rocío Zilloni logró entrevistar a un vecino que en su casa produce frutas nativas con el objetivo de que se conozcan. A partir de este acercamiento, la estudiante y sus compañeros pudieron conocer la pitanga, un fruto chiquito y rojo. Además, registraron frutas como el ubajay, le mburucuyá, la zarzamora y la guayaba, entre otras. Tras las huellas de las nativas No se sabe con precisión el momento exacto en que los cítricos desplazaron a los frutales nativos de la ciudad, pero lo cierto es que hay indicios de que las especies exóticas están en el territorio desde hace muchos años. “En el Museo de la Casa Haedo quedan frutales de la época de la colonia que no son autóctonos, como las parra y también un ciruelo que tiene más de cien años. Durante la visita que realizamos allí, y que formó parte de la cursada, se expuso un cuadro con lo que pareciera la disponibilidad de frutas de la época de los habitantes de la casa y cuando el agrónomo Mariano Winograd lo vio, nos dijo que ninguna de esas frutas eran nativas”, apuntó Melchiori, a lo que Rosviar agregó que “hay registro histórico que el Municipio, a principios del siglo XX, plantó en la Plaza Mayor, hoy San Martín, naranjos, lo que da la pauta que, desde hace mucho tiempo, se vienen desplazando las especies autóctonas”. A través del relevamiento, los estudiantes pudieron estableces que los árboles frutales que más prevalecen en la ciudad son los cítricos (limón, mandarina, naranjo y pomelo) y en menor medida los nativos. Asimismo, pudieron constatar que existió una zona de quintas en Gualeguaychú que desapareció a principio del siglo XIX y que da cuenta de un pasado productor de nuestra ciudad. Escanea y conocé el mapa de árboles frutales. Finalmente, con todos los datos obtenidos de la investigación, armaron un mapa en el que se plasmó la diversidad de los frutales de la ciudad, entre los que se distinguen los cítricos, los tropicales, los de clima templado, frutos rojos o frutos del bosque y una minoría de árboles nativos. El trabajo permitió generar muchos interrogantes, sobre todo a la luz de las deficiencias nutricionales que tienen las frutas en la actualidad debido a procesos de fertilización y modificación genética. También posibilitó conocer el camino que recorren algunos de estos productos y lo contradictorio de que gran parte de la mercadería que se produce en los territorios va antes al Mercado Central para luego terminar en una verdulería en la ciudad de origen de esos alimentos. Este tipo de investigaciones académicas son fundamentales para pensar en el mapa nutricional de Gualeguaychú y las alternativas que se pueden delinear para que la ciudad recupere, en alguna medida, su pasado productivo.
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