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» Diario Cordoba
Fecha: 16/11/2024 15:46
Carlos Mazón. / EFE De entre los cientos de mensajes recibidos tras la desconcertante comparecencia del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, en las Cortes Valencianas, me quedo con uno que lo define todo. Me lo envió un político de amplio recorrido, alejado ya de la primera línea tras ocupar escaño en Madrid y altos puestos en la Administración autonómica. “Durante dos horas y media, [Mazón] ha intentado emocionarse y no lo ha conseguido”. Esa, la falta de empatía demostrada durante su larguísima y farragosa intervención, el recurso de nuevo impostado a la enfatización de la primera sílaba de cada sintagma que pronuncia (LA Comunidad, LA reconstrucción, MI gobierno…), que si en algún momento no tocaba era en este, es lo que condena al jefe del Consell. Alberto Núñez Feijóo dijo antes de esta comparecencia de Mazón que iba a ser “reconfortante” para los ciudadanos. Le pido por favor al líder nacional del PP que explique el significado que para él tiene la palabra “reconfortante”. ¿Cree Feijóo que hay alguien reconfortado en Valencia con lo que vio y escuchó de boca de su presidente el viernes en sede parlamentaria? La última vez que escribí aquí (“Mazón comparece, Feijóo se la juega”), me atreví a señalar tres puntos clave para delimitar esa intervención en las Cortes, la más importante que el jefe del Consell tenía que pronunciar en su vida; la más trascendente también, como indiqué, para la rehabilitación de la malherida política valenciana y, por ende, nacional. Uno, que empezara pidiendo perdón. Dos, que no se refugiara en la retórica ni abundara en el enfrentamiento, que mostrara humildad. Tres, que anunciara en esa misma comparecencia su intención de no optar a la reelección cuando se celebren elecciones autonómicas para rebajar la tensión y poder avanzar. Por responsabilidad. Lo que hizo Mazón, sin embargo, fue jugar al escondite con sus señorías y con los cientos de miles de valencianos que no saben a ciencia cierta qué va a ser de ellos ahora. Hasta bien avanzado el discurso, no esbozó una disculpa, que convirtió en genérica. Parecía que no era él el que pedía perdón, sino que éramos todos los demás los que teníamos que pedirlo y él se limitaba a ejercer de portavoz. No hubo humildad por ningún sitio, sino un empeño manifiesto de enterrar la tragedia bajo un aluvión de datos, horas, cronogramas y mensajes aparentemente vinculados, pero sin conexión real ninguna con el único hecho objetivo que sabemos que se produjo: la imprevisión y la incapacidad de su Gobierno en los momentos decisivos multiplicaron los efectos del desastre. La magnitud del diluvio, que rompió todos los registros y predicciones, no justifica los fallos en la respuesta. Todo lo demás podemos, y debemos, investigarlo, debatirlo y depurarlo. Pero la mancha del pecado original no se va a limpiar por ello. No admitirlo supone estar en permanente estado de contradicción. Si el operativo de Emergencias actuó correctamente, ¿por qué va a destituir a la consellera que lo dirigía? Así todo. Pero el truco mayor vino con lo de la candidatura. Efectivamente, el presidente dio un titular: no se volverá a presentar a la reelección… si no es capaz de liderar la reconstrucción. ¿Y quién va a medir si es capaz o no? Obviamente, él. Acorralado, Mazón intenta ganar tiempo, como era de prever. La cuestión es que el tiempo ya no lo controla él. Lo acelera la presión de la opinión pública (y publicada, esa distinción que a tantos políticos les gusta hacer pero que afortunadamente a veces juega en su contra), la de sus compañeros en las baronías del PP, temerosos de la repercusión que en sus propios territorios pueda tener la inestabilidad que reina en Valencia, y la de Feijóo, que puede incluso dar el golpe de mano en Bruselas de cobrarse la cabeza de la ministra Ribera, pero no por ello dejará de tener un día tras otro la foto de Mazón en las portadas. Esto último ya es una condena a muerte para Mazón, porque si el PP lograra sentenciar a Ribera en Europa sería imposible de entender que mantuviera a Mazón aquí. Una cabeza pide la otra. Es ocioso entrar de nuevo en la pugna de las competencias y los mecanismos, por mucho que en esa batalla se hayan enfangado tanto Mazón como Sánchez desde el primer minuto. Por si no estaba claro, la segunda DANA ha puesto en evidencia la irresponsabilidad con la que el Consell actuó en la primera. Los que me lean desde Valencia o desde Málaga u otros puntos de Andalucía han sido testigos de primera mano de lo que ahora pasó y antes no. Ahora prácticamente nos han confinado, se ha enviado avisos a los ayuntamientos, los colegios, los polígonos, los centros comerciales; se han desplegado los efectivos, se han multiplicado las comparecencias políticas para informar a la población, se han constituido con antelación de días los centros de emergencias, se han lanzado hasta tres alarmas de móviles. Y eso no se ha hecho por ningún parte de ninguna confederación, ni la del Júcar ni ninguna de las andaluzas, los haya habido o no. Se ha hecho a partir de una alerta roja de la AEMET. La misma que el martes 29 de octubre, poco después de las 7 de la mañana, se emitió para Valencia y que el Consell desoyó mientras su presidente mantenía, según confesión propia en las Cortes, su “agenda habitual”, incluyendo una comida, primero “privada”, luego “de trabajo” y luego para repartirse una tele, que le mantuvo horas desconectado de la tragedia que estaba pasando y de la que en más de dos horas de discurso no fue capaz de ofrecer ni aclaración ni disculpas. Y tampoco es cuestión de competencias, aunque pudiera serlo de mecanismos. ¿O acaso no hemos visto al andaluz Moreno Bonilla dejarlo todo para ponerse al frente de la Administración desde la noche de antes de la segunda DANA? En el momento en que finalizo este texto, el presidente aún no ha dado cuenta de la remodelación del Consell que él mismo anunció en las Cortes. Quiere que los ciudadanos confíen en él la recuperación, pero transmite la imagen de que no tiene margen ni para reconstruir su propio gobierno. Siempre, y en política más, hay un roto para un descosido. Así que por supuesto que al final se pondrán nombres sobre un papel. Pero el mismo gobierno que eliminó el mando operativo de emergencias tachándolo de chiringuito ahora nos dice que va a crear una superconselleria dedicada a las emergencias. Hay un problema de credibilidad, de recuperación de la confianza en la Administración, que Mazón no fue capaz de combatir en las Cortes. Y esto no da para más.
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