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» El litoral Corrientes
Fecha: 15/11/2024 19:38
Por José Luis Zampa La Argentina intentó más de una vez entrar al mundo de la producción automotriz con una marca propia, que no dependiera de entidades nodrizas norteamericanas o europeas. Lo consiguió por momentos con ejemplos como el Rastrojero o el menos conocido Eniak, pero sin dudas el más sólido proyecto industrial para fabricar autos de cuño nacional fue IES, un sello que representaba el nombre de su fundador: el ingeniero Eduardo Sal Lari. Todo comenzó en 1979, cuando Citroën decidió bajar sus persianas en el país ante una apertura exportadora que dejaba a sus productos, el famoso 3CV, el utilitario AK400 y el veraniego Mehari, en condiciones de inferioridad. Además, la crisis recesiva que afectaba al rubro automotor por aquellos años terminó por convencer a la casa matriz francesa de dejarlo todo y marcharse. Ese “todo” que se paralizó en la planta de Barracas, provincia de Buenos Aires, era la línea de producción con la matricería y el stock completo de autopartes y repuestos, lo que incitó a Eduardo Sal Lari a jugarse el todo por el todo. Vinculado al mundo autopartista como presidente de la compañía Daher Boge, hizo una oferta formal y quedó con la fábrica con el propósito de reactivarla. Al principio Sal Lari pensó que podría producir autos bajo licencia de la marca francesa, pero desde París llegó la negativa. No fue un problema, ya que a partir de ese momento nació la marca argentina IES, es decir, las siglas de Industrias Eduardo Sal Lari, el emprendedor que relató su historia en el documental “Dos Gringos” y que hoy, a los 83 años, se gana la vida con una fábrica de medialunas que reparte a domicilio en Villa Carlos Paz, Córdoba. Sal Lari conoció el éxito con sus productos IES, que al principio fueron clones de los Citroën fabricados en los años 70, pero que al poco tiempo comenzaron a experimentar evoluciones estéticas y dinámicas. El IES 3CV, primer eslabón de la compañía Sal Lari, fue reemplazado por el IES América, que luego incorporaría un sistema de suspensiones menos flexible y, por ende, más apto para velocidades ruteras: el IES Superamérica, primer automóvil argentino en incorporar tarjeta llave para la puesta en marcha. Siempre equipados con el tradicional motor bóxer de dos cilindros enfriados por turbina de aire, los auto IES se convirtieron en una opción práctica y económica para la familia de clase media argentina, hasta que llegó el fin de la década del 80. Se veía que Carlos Menem iba a ganar aquellas elecciones y Sal Lari aceptó una visita a su fábrica. “Me pidió que instaláramos una fábrica en Chilecito, La Rioja, y se comprometió a ayudarme con un crédito del Banco Nación. Yo instalé la planta con recursos propios, a la espera de que llegara el crédito, pero solamente me dieron el 10 por ciento del dinero y me hipotecaron la totalidad de las instalaciones”, recuerda Sal Lari. Lo que vino después fue un decreto de apertura de importaciones, el lobby de Franco Macri, dueño de Sevel y amigo del entonces presidente Menem, y la imposibilidad de afrontar las obligaciones financieras por parte de Sal Lari, quien lo perdió todo. En 1990 la Inspección de Personas Jurídicas le quitó la conducción de su empresa. Así comprendió que “Menem y Macri habían decidido mandarme a la quiebra y desde entonces se quebró también mi vida”. Sin recursos, sin propiedades y sin ahorros, Sal Lari trabajó en una fábrica de municiones, como vendedor de maderas y en actividades diversas hasta que, a los 79 años, hizo pie con su producción de medialunas congeladas. En ese momento era empleado de una panadería a la que intentó asesorar con una nueva forma de hacer las facturas, pero dado que el propietario se negó decidió hacerlo por su cuenta con ayuda de su esposa. Sal Lari comenzó a vender sus facturas en Orán, Salta, pero hace un par de años se mudó a Villa Carlos Paz, donde continúa en actividad en sociedad con su señora y el apoyo de sus dos hijos, que también son ingenieros. En 2019 se mostró públicamente después de décadas de ostracismo y recibió el homenaje que siempre mereció, en el marco de la exposición Autoclásica. Todo gracias a que un buen día uno de los hijos de Sal Lari encontró uno de los autos producidos por su padre en la calle. Era un IES Gringo, el utilitario con apariencia de Jeep cerrado que se difundió poco antes de la quiebra. Emocionado, Sal Lari hijo dejó en el parabrisas una nota: “Este auto se llama Gringo porque mi papá me decía así de chiquito, por favor llámeme”. El dueño del vehículo era (y sigue siendo) el documentalista Guillermo Cantón, director del documental “Dos Gringos”, que sin dudas vale la pena ver. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Amigo de Fangio y Berta Eduardo Sal Lari fue hasta la quiebra de IES un potente empresario de la industria autopartista. Entre los productos que fabricaba había amortiguadores de origen alemán que él hacía en su planta bajo licencia. ¿Cómo consiguió esa licencia? Gracias al apoyo del quíntuple campeón del mundo de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio. El “Chueco” lo acompañó en sus gestiones y, dado que era un héroe en tierras germanas, bastó su sola presencia para que Sal Lari recibiera autorización oficial. Esa es sólo una de las muchas anécdotas que atesora Sal Lari con Fangio, en una galería de amistades donde también aparece el preparador Oreste Berta, quien se ocupó de mejorar los motores IES en la década del 80.
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