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  • Recomendaciones para trabajar la impulsividad

    » Derf

    Fecha: 14/11/2024 15:25

    La impulsividad es la predisposición a actuar rápidamente y sin deliberación ni pensamiento lógico. Esta conducta puede manifestarse de diversas formas, como compras compulsivas, estallidos emocionales, interrupciones en conversaciones y la toma de riesgos innecesarios. Es una característica presente en varios trastornos psiquiátricos, como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), el trastorno bipolar y el trastorno límite de la personalidad. Sin embargo, también puede presentarse en individuos sin diagnóstico de trastornos mentales, afectando su vida diaria, la convivencia social y las relaciones interpersonales. Si bien el actuar impulsivamente puede traer consecuencias negativas, hay también rasgos positivos en ciertos casos muy específicos y dependiendo de los contextos. Por ejemplo, en creatividad e innovación, dejarse llevar por el impulso puede ayudar a traer soluciones espontáneas que no aparecerían si se hiciesen de forma muy racional. Otra ventaja es que en situaciones que requieren respuestas rápidas, puede ser un beneficio. La capacidad de actuar de inmediato es crucial en contextos de emergencia. Del mismo modo, la impulsividad bien canalizada apoya la valentía y toma de riesgos. También, una dosis saludable de impulsividad ayuda a la adaptabilidad, especialmente en entornos cambiantes que requieren actuar rápidamente y adaptarse sobre la marcha. En estos casos puede servir para ajustar planes y estrategias de manera flexible. Signos que pueden indicar una tendencia a la impulsividad – Toma de decisiones irreflexiva: se tiende a tomar decisiones rápidamente, a menudo sin detenerse a considerar todas las consecuencias. – Hipersensibilidad con estallidos emocionales: el individuo se enciende demasiado pronto, llegando a altos niveles de ira, cinismo y crueldad con los demás. – Falta de planificación: no se prevén los resultados ni se mide el impacto, lo que genera a veces situaciones de culpa por lo que se siente como daño hacia los demás, y no puede controlarlo. – Búsqueda de sensaciones: se suelen buscar experiencias nuevas y emocionantes, con adrenalina en grandes niveles, sin pensar en cómo influye en su propia salud mental y física, y mucho menos, en sus entornos. – Reacciones inesperadas: puede mostrar emociones fuertes y reacciones intensas, tanto positivas como negativas. – Baja tolerancia a la frustración: como se tiene poca paciencia, rápidamente irrumpe el comportamiento impulsivo si las cosas no salen como desea. – Dificultad para permanecer en control: no puede balancear sus impulsos, lo que lo lleva a tener actitudes imprudentes. – Tendencia a la inmediatez: prefiere la gratificación instantánea a la recompensa a largo plazo, lo que puede llevarlo a tomar decisiones rápidas sin la información suficiente. Practicar la atención plena (Mindfulness): técnicas de este tipo ayudan a tomar conciencia del momento presente y a reducir las respuestas impulsivas. Podés empezar por dos minutos, tres, y subir sucesivamente hasta sentir que tenés consciencia del presente y que podés balancear las emociones y pensamientos. Técnicas de respiración: estos ejercicios son efectivos para calmar la mente y retrasar las respuestas instantáneas, propias de la impulsividad. Por ejemplo, respirar profundamente varias veces antes de actuar puede marcar una diferencia. De esta forma, oxigenás el cerebro y tomás una pausa antes de irrumpir con el comportamiento impulsivo. Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): es un enfoque eficaz para modificar patrones de pensamiento y comportamiento impulsivos. Trabajar con un terapeuta profesional puede proporcionar estrategias personalizadas para manejar la impulsividad, generalmente con tratamientos breves y focalizados. Desarrollo personal: cuanto más te conozcas, mejor podrás regular tus frustraciones y reacciones. Toma cursos, entrenamientos, hace psicoterapia y otras disciplinas que apuntan a la serenidad, lee, nutrite de videos, audios y rodéate de personas equilibradas y positivas. Ejercicio regular: la actividad física reduce el estrés y mejora el control de los impulsos. Sirve para descargar energía, sentirse con mayor nivel de consciencia, serenidad y estabilidad emocional luego de una rutina.

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