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  • Querer o no querer

    » Diario Cordoba

    Fecha: 14/11/2024 10:35

    «En todos los matrimonios se cede. ¿Qué vas a hacer: meter a todos los hombres mayores de 60 años en la cárcel?». La frase, lanzada en mitad de una reunión familiar, no suscita ningún rechazo; más bien una paleta de miradas y silencios, entre cómplices y comprensivos. Nadie se escandaliza porque se da por hecho que, si en un matrimonio al hombre se le desborda el apetito sexual, ahí tiene que estar la mujer: al pie del cañón. Nunca mejor dicho. ¿Consentimiento? No, sometimiento. La nefasta reflexión entrecomillada que encabeza este artículo aparece en una serie de televisión; o sea, diríamos que puede considerarse ficción, pero es real como la vida misma. Más de un millón de mujeres admiten haber sufrido violencia sexual en el ámbito de la pareja. Y de esa realidad, tan lacerante como poco comentada, habla Querer, la serie que ha dirigido Alauda Ruiz de Azúa con la sobriedad de los mejores cronistas de la vida: los que no se adornan. Querer no es ningún ejercicio de dogmatismo feminista sino el resultado de poner la lupa en una historia: la de una familia donde la denuncia de una mujer contra su marido, por violación, después de 30 años casados, provoca un auténtico terremoto. Hay matices en esa historia; y recovecos. Y aristas, contradicciones y paradojas, como casi todo en la vida. Pero la vida es elegir. Yo elijo ponerme del lado de Miren, maravillosamente interpretada por Nagore Aranburu; aunque no creo que el ostracismo al que la condenan casi todos -y todas- los que la rodean, debiera compensarse después con el linchamiento de Iñigo, su marido, encarnado por el gran Pedro Casablanc. Lo digo porque ya es casualidad que coincida el nombre de este personaje de ficción con el de alguien que en la vida real acaba de sufrir una lapidación en toda regla. Iñigo Errejón comparecerá próximmente ante la justicia. Y será la justicia la que determine si, además de parecer un macho tóxico, agresivo e irrespetuoso con las mujeres, es también un delincuente. Pero mezclarlo todo con afán inquisitorial no me parece que sea el camino. Y creo que Miren estaría de acuerdo. *Periodista

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