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» Diario Cordoba
Fecha: 14/11/2024 10:29
La Chiquita Piconera de Julio Romero de Torres el retrato de una prostituta convertido en mito. El historiador del arte, miembro de la Real Academia de Córdoba y exdirector del Museo de Bellas Artes, José María Palencia, participó este miércoles en la Sala Orive en los actos conmemorativos del 150 aniversario del nacimiento de Julio Romero de Torres, donde compartió con el público el contenido de su libro La Chiquita Piconera y sus paradojas. Acompañado por el historiador Manuel Toribio, la poeta Feli Moreno y el editor Ricardo González Palencia desgranó el contenido de esta publicación, que recopila una serie de conferencias en torno a este icónico cuadro, en el que desmonta la idea de La Chiquita Piconera como símbolo de mujer empoderada y deja al descubierto la verdad de un cuadro que representa a una prostituta, por más que María Teresa López, la mujer que hizo de modelo con solo 16 años, «no fuera prostituta y es muy improbable que tuviera relaciones con Julio Romero como se ha dicho». Palencia expuso la lógica de estas conclusiones, que residen en el origen iconográfico de este tema, presente en una obra de Julio Romero 23 años anterior a este cuadro como es Vividoras del amor, de 1906, la imagen de un prostíbulo que le valió a Romero de Torres la expulsión de la Exposición Nacional por inmoral. En la esquina derecha, ya se ve a esa mujer que mueve el brasero de picón. «En 1929, un año antes de su muerte, Romero de Torres hará varias versiones de ese tema, uno de ellos La Chiquita Piconera y otro inacabado que hizo en su estudio de Madrid con Elena Pardo», explicó, «en el que parece que hay una celestina que le lleva a la chiquita una jofaina para lavarse». José María Palencia, Manuel Toribio y Ricardo González, en la charla de Orive. / Víctor Castro De cuadro a mito El libro de José María Palencia incluye un análisis de las relaciones que tuvo el pintor cordobés con los escritores de la prostitución como Gómez de la Serna, Eduardo Zamacois o González Blanco, que hizo una trilogía en Madrid sobre este tema bajo el seudónimo de Ana Díaz, un nombre ficticio al que Julio Romero dio vida al representarla en un cuadro como si fuera una persona real. El libro de Palencia profundiza también en «cómo La Chiquita Piconera deja de ser solo un cuadro cuando se le dedica una zarzuela, una novela como la de Rebeca Dante, un corto como el de Miguel Ángel Entrenas y una serie de coplas que la convierten en un mito». Para el autor, la paradoja es que ese mito se construye primero en la Dictadura para «silenciar el tema real del cuadro, la prostitución». En su opinión, esa mitificación se lleva a cabo en el franquismo, que reinterpreta su significado. «Julio Romero empezó haciendo una pintura andalucista y relacionada con el ser de Córdoba, algo que pasa a identificarse con la identidad española, despojando la obra del pintor de esa vertiente reivindicativa y social que había tenido en los años 20». La otra paradoja viene años después, cuando La Chiquita Piconera se muestra como un símbolo del feminismo, de la mujer fuerte y empoderada y se vuelve obviar que es el retrato de una prostituta. En cuanto a la intención de Romero de Torres con esta obra, que no llegó a presentar a la exposición de 1929, puede que por miedo a que volvieran a rechazarla por inmoral, como ocurrió en 1906, Palencia considera que «es el testamento histórico de Julio Romero antes de morir, en el que resume toda su pintura y hace como su padre, volviendo a sus orígenes al retomar una de sus primeras obras, Vividoras del amor».
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