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» Diario Cordoba
Fecha: 14/11/2024 10:13
Dicen que nadie es verdaderamente importante hasta que no le salen imitadores, porque emular a una persona o su obra en el fondo no es sino rendirse ante la fascinación que ejerce sobre quien la plagia. Según esta premisa, uno de los más fieles indicadores de la vigencia de Julio Romero de Torres, superviviente de una mitomanía popular -por no decir populachera- que ensombreció su talla de artista de altos vuelos, es la notable cantidad de falsificadores que le salen al paso. Numerosas son las actividades que se vienen desarrollando en la ciudad con motivo del 150 aniversario del nacimiento del pintor, a cargo de reconocidos expertos en la materia y encaminadas a devolver a la actualidad, lejos de tópicos, la figura del gran artista cordobés, pero entre ellas me ha llamado especialmente la atención, por su original enfoque, una conferencia centrada en el aspecto ‘fake’, quizá uno de los más desconocidos en torno al personaje. Bajo el título de ‘Desacreditación de obras atribuidas a Julio Romero de Torres’, Mercedes Valverde, autora de un profundo estudio sobre estos cuadros apócrifos, dio cuenta en la Fundación Cajasol, dentro del ciclo que coordinan Manuel Concha y Carmen Escorza, de la existencia de unos 500 cuadros falsos que ha ido localizando a lo largo de 30 años en que ha sido consultada por coleccionistas, galerías de arte y salas de subastas. Se trata de copias no autorizadas e invenciones «al estilo Romero de Torres» -muchas de las cuales eliminó la ex directora de los museos municipales del catálogo del maestro-, que lo único que consiguen, aparte del enriquecimiento ilícito de quienes las perpetran, es desestabilizar los mercados del arte. Diversos son los métodos adoptados para acreditar o desacreditar las obras del artista, uno de los más mimados por la sociedad de su tiempo aunque luego quedara reducido a un recuerdo en coplas. La investigación de Mercedes Valverde, que publicará en un libro editado por la Real Academia a modo de manual de consulta para posibles compradores, abarca campos técnicos, estilísticos y químicos. El análisis estratigráfico de los pigmentos extraídos mediante micromuestras de un lienzo -se ha analizado una decena de ellos de distintas épocas- permite identificar los materiales utilizados y ayuda a documentar la metodología de su técnica, datar la obra y determinar la autenticidad del trabajo. Pero hay otros muchos recursos como la visualización con lupa y la indagación casi detectivesca de su procedencia; el examen con radiación ultravioleta para detectar repintes y la firma original -que el pintor fue modificando con los años-. También cuenta la atención a las características materiales del cuadro, incluyendo lo que hubiera escrito detrás de él, y hasta los marcos. Ayuda en estas pesquisas el hecho de que Romero de Torres era fiel a su propia técnica, aunque fue cambiándola en diferentes etapas. En la primera, de pincelada corta con grueso de pintura, utilizaba los mismos patrones respecto al soporte, el tipo de tela o los bastidores. En la segunda la pintura cambia de forma radical, al usar el temple en sus lienzos y dotarlos de una transparencia sutil gracias a las veladuras. En la tercera época, cuando en 1916 se traslada definitivamente a Madrid, cambia el soporte y empieza a emplear una tela de lino fino y a firmar sus obras por el anverso y el reverso, advirtiendo al dorso: «Pintado al óleo y al temple». En fin, que gracias a estas indagaciones, concluye la experta, hay indicios de sobra para saber si se está ante un cuadro auténtico o un fraude. Pero no parece que ello arredre a los falsificadores. Julio Romero es mucho Julio Romero, y la tentación, irresistible.
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