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  • La batalla de Ayohuma: el error de Belgrano, su renuncia al ejército y la valentía de María Remedios del Valle

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 14/11/2024 05:21

    Luego de sus categóricos triunfos en Tucumán y Salta, Manuel Belgrano conocería la derrota en Vilcapugio y Ayohuma Esa pampa a 160 kilómetros al norte de Potosí y a 75 al este de Chuquisaca, en un terreno que los indígenas conocían como “Cabeza de muerto”, marcaría el fin de Manuel Belgrano como jefe del Ejército del Norte. Luego de su derrota en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813, los patriotas se libraron de una persecución del jefe español Joaquín de la Pezuela, ya que sus hombres de caballería no disponían de animales, y optó por regresar a su cuartel en Condo Condo, a unos 70 kilómetros de Ayohuma, y darse un respiro para reorganizar su ejército, cosa que no le resultó sencilla: le costaba conseguir víveres y ganado para alimentar a su tropa, ya que los pobladores de la región no disimulaban su hostilidad. Belgrano estableció su cuartel en Macha, un caserío situado en la provincia de Cochabamba. Le levantó el ánimo a sus soldados cuando llegaron dispersos de Vilcapugio, que se sumaron a los 300 reclutas que llevó Cornelio Zelaya, más lo que acercaron el caudillo indígenas Cárdenas y Francisco Ortiz de Ocampo. También Juana Azurduy y su marido Manuel Padilla colaboraron con los suyos. El creador de la bandera era muy popular en la región y los indígenas, que aportaron hombres, animales y víveres, mantuvieron en secreto los movimientos y preparativos del ejército patriota. Así, Belgrano creyó que ya había resuelto sus problemas. El general español Joaquín de la Pezuela ya había derrotado a Belgrano en Vilcapugio. Tuvo tiempo para armar su plan para atacar a los patriotas La cuestión era que de los 3.400 hombres, muchos eran reclutas y estaban mal armados. Además en Vilcapugio se había perdido la artillería y solo disponía de ocho piezas menores. Belgrano llamó a un consejo de guerra. Eustoquio Díaz Vélez propuso ir a Potosí y esperar allí los cañones que se habían pedido a Salta. Gregorio Perdriel sugirió marchar hacia el norte en dirección a Oruro, llegar a La Paz y luego a Cusco. Todos coincidían en no ir a la pelea con un ejército maltrecho, si además los españoles no estaban en condiciones de perseguirlos. Sin embargo, el jefe descartó todas esas iniciativas. Refugiarse en Potosí desmoralizaría a los hombres y marchar hacia Oruro en épocas de lluvias no era lo más recomendable. Era de la opinión de que podía derrotar a los españoles y decidió pelear. “Yo respondo a la Nación con mi cabeza por el éxito en la batalla”. Eligió el campo de Ayohuma, a unos kilómetros de Macha. Contaba con tres compañías de infantería y dos de caballería, todas de la División Cochabamba. Y la reserva, recordaba el general José María Paz en sus memorias, estaba compuesta por “un grupo insignificante de indios, y otros mal armados”. Descripción de las fuerzas patriotas y españoles al momento del inicio del combate (Historia de la Nación Argentina, de Ricardo Levene) El 29 de octubre Pezuela se había puesto en marcha con su ejército. El cura Proveda de Coroma le entregó 600 burros y le consiguió indígenas que transportaron a brazo la artillería desmontada. Debía atravesar terrenos escarpados y como era época de lluvias los caminos estaban casi intransitables. Se cubrían entre dos y tres leguas por día. Al pie de esas montañas, en el único llano con el que contaba el terreno, Belgrano colocó el 9 de noviembre su ejército y no lo movió. Esperaba un ataque frontal y descontaba la victoria. Luego de haber sufrido un temporal de nieve y granizo, Pezuela divisó a las fuerzas patriotas desde los Altos de Taquiri, y tuvo tiempo de planear su movimiento. El combate En el amanecer del domingo 14 de noviembre de 1813, los españoles comenzaron el trabajoso descenso por la montaña que solo permitía hacerlo de a tres hombres de frente. El tucumano Gregorio Aráoz de La Madrid, un teniente del cuerpo de Dragones y ayudante de campo de Belgrano, propuso atacarlos ahí mismo para no darles tiempo a organizarse. “No, esperemos que bajen todos, así no se nos escapará ninguno”, respondió. El desarrollo de los acontecimientos demostraría que era una decisión equivocada. Ayohuma fue un encarnizado combate que duró siete horas. Belgrano debió retirarse Bajaron sin problemas, cruzaron un río y como entre el pie de esas montañas y el campo de Ayohuma había unas lomas que servían para no ser vistos, tuvieron todo el tiempo del mundo para organizarse y disponer de su artillería. Belgrano creyó que el ataque vendría por esas lomas y los esperó. Hasta dicen que mientras los españoles realizaban las maniobras de descenso, Belgrano y sus oficiales estaban rezando en un altar improvisado. Pezuela envió a soldados en la loma para que supiesen que el ataque vendría por ahí; pero al mismo tiempo un cuerpo se escabulló y se ocultó en un cerro a espaldas de los patriotas y el grueso de su ejército inició el ataque donde terminaban las lomas. Aparecieron por donde Belgrano no calculaba y esto lo forzó a reposicionarse. Un nutrido fuego de artillería española se centró en las fuerzas patriotas: dispararon 400 balas durante media hora. Pezuela se asombró de los soldados que no se movían de sus posiciones: “Soportaban el cañoneo que barría sus hileras, manteniéndose con tanta firmeza como si hubieran criado raíces en el lugar que ocupaban”. Parte del brigadier Pezuela, escrita dos días después de librado el combate Luego aparecieron por el flanco los hombres que permanecían ocultos. Cuando Belgrano le ordenó avanzar a su infantería, ya era tarde. A bayoneta calada, llegaron cerca de las posiciones enemigas pero fue atacada de frente y por su flanco. Los que no cayeron prisioneros terminaron desbandados, abandonando su armamento. En las filas patriotas era todo confusión. Los soldados Alderete y Gaona murieron al querer proteger al mayor Ramón Estomba, con su pierna fracturada por una bala de cañón; José María Paz se jugó la vida para rescatar a su hermano Julián, a quien le habían matado el caballo y estaba a merced del enemigo; el joven oficial José Superí, de 23 años –que había enarbolado su poncho celeste en la torre de la catedral de Salta para avisarle a Belgrano que la ciudad estaba en manos patriotas- caía al mando del batallón de Pardos y Morenos. En el medio de la lucha, la negra María Remedios del Valle, junto a dos mujeres llamadas Lucía y Blanca, no le importaban los disparos y asistían con agua fresca a los moribundos. A los patriotas les quedaban la caballería. Una y otra vez cargaron sobre los españoles y fueron rechazados. Aún así, sus acometidas permitieron salvar a parte de la infantería. María Remedios del Valle estaba en el ejército desde 1810. Asistía a los soldados y terminaría prisionera de los españoles Belgrano, junto a Díaz Vélez se dirigió a una lomada y enarbolando una bandera, llamó a los dispersos. Logró reunir a unos 400 jinetes y no más de 80 infantes. Durante la batalla hubo 200 muertos, otros tantos heridos y 500 de sus hombres terminaron prisioneros. Los españoles tuvieron 200 muertos y 300 heridos. Hicieron centenares de prisioneros, entre ellos a los oficiales Domingo Albariños y Ramón Estomba, que terminaron en las celdas del Callao. Hasta que el sol se ocultó los españoles hostigaron la retirada patriota, organizada por Díaz Vélez. El 16 de noviembre Belgrano entró a Potosí donde permaneció dos días para luego dirigirse a Jujuy. Solo le quedaban 800 hombres. El 2 de diciembre la noticia de la derrota llegó a Buenos Aires y seis días después le escribió a José de San Martín: “He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma cuando más creía conseguir la victoria. Pero tengo constancia y fortaleza para sobrellevar los contratiempos y nada me intimidará para seguir sirviendo, aunque sea como soldado raso, por la libertad e independencia de la patria”. En el Museo Histórico Provincial Juan Galo Lavalle, en San Salvador de Jujuy se conserva un paño de 80 centímetros de ancho por 1,35 metros de largo, de franjas celestes y blancas -las celestes mucho más anchas- que está enmarcada. El que rescató la bandera había sido el abanderado sargento mayor Marcos Estopiñán, herido en el combate. La escondió en la iglesia de San Juan de Dios y Oros y él fue a curarse a sus pagos en La Rinconada. Con el tiempo rescató la bandera, la guardó por años en su casa y sus descendientes la donaron en 1912. A fin de enero de 1813, en Tucumán, Manuel Belgrano le entregó a José de San Martín el mando del Ejército del Norte y, como un soldado más, se puso a sus órdenes. La que cayó prisionera en Ayohuma fue María Remedios del Valle. Se había acoplado al ejército acompañando a su marido y a sus dos hijos, y había estado en el Éxodo Jujeño, en Tucumán y Vilcapugio. Azotada varias veces por ayudar a escapar a patriotas, ella misma lograría huir. Se fue a pelear con Güemes y con Arenales y se le perdió el rastro. Por 1827 Viamonte la encontró pidiendo limosna en la puerta del cabildo. Ella, que había sido nombrada capitana por Belgrano y reclamaba por años de sueldos atrasados, sobrevivía en un rancho en las afuerasde la ciudad. La sala de representantes votó nombrarla “Madre de la Patria”, le concedió una pensión que cobraba a cuenta gotas hasta que Juan Manuel de Rosas la efectivizó como sargento mayor con la paga correspondiente. Ella, en agradecimiento, usó el apellido Rosas. Falleció el 8 de noviembre de 1847, 34 años después que se había jugado la vida asistiendo a los soldados sedientos en esa pampa donde se olía a trampa, muerte y derrota.

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