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» Diario Cordoba
Fecha: 13/11/2024 10:39
El president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. / EP En uno de los muchos programas de televisión dedicados a la Dana, toma la palabra un comentarista que lo mismo opina en los matinales y en los sabatinos que nos lo encontramos en X nada más abrir la aplicación en el móvil. No para en todo el día y salta de una a otra cadena para exponer un discurso tan bien construido que resulta convincente. Compatibiliza esta labor con un par de tuits a la hora, categóricos, aparentemente sólidos e irrefutables. O quizá no tanto. Ya no informa, toma partido; ya no expone los hechos, los adapta a su discurso y pontifica. La comunicación ha entrado en una nueva fase evolutiva. A nadie parece importarle que los usuarios de Twitter, a través de su propietario, hayan contribuido a financiar la campaña de Donald Trump y procurar su aplastante victoria. La injerencia rusa ya no es necesaria, para eso estamos nosotros. El día carece de horas para este comentarista, de modo que su campo de trabajo parece reducirse a eso, a tertuliar, en detrimento de los motivos —cada vez más remotos— que le llevaron a convertirse en participante de todos los debates. Los platós son ya su hábitat. Algunos opinan a golpe de teléfono y sueltan lo primero que se encuentran después de mirar la pantalla, en ocasiones sin tiempo de contrastar, de modo que en el programa de esta noche, dedicado a desmontar los bulos de la tragedia, el conductor del espacio demuestra ser quien mejor ha hecho su trabajo, precisamente porque no ejerce de tertuliano, sino de moderador, y prepara con antelación las preguntas. El debate se centra en la comida del presidente valenciano, Carlos Mazón, con una periodista en las horas en que la Dana asoló el área metropolitana de Valencia. "Y después de la comida vendría el gin-tonic, y al cabo, el segundo gin-tonic", apunta el referido comentarista. El presentador le reprende porque los familiares de más de 200 muertos no están para chascarrillos y, además, el comentario no se basa en hechos contrastables. Nadie conoce el menú de esa comida infausta e inaceptable; nadie sabe si los entrantes fueron salazones y ensaladilla o el plato principal, una caldereta; nadie sabe quién ni con cargo a qué tarjeta se pagó esa comida. Podemos suponer, pero no lo sabemos. La suposición manifestada en público no deja de ser otro chisme. Lo del gin-tonic, por tanto, se convierte en el lanzamiento de otro embuste que se cuela en la parte del programa dedicada a desmontarlos. No pasa nada, el tertuliano regresará al día siguiente. Lo dijo el rey en Paiporta: "No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos. Hay mucha gente interesada en esto". Infundios aparte, apréciese lo desacreditado que está el gin-tonic. Lo quieren presentar como una bebida que lo mismo sirve para sellar un pacto entre un político y un empresario en un puticlub que para aderezar una sobremesa entre un político y su acompañante en mitad de una riada. Y el gin-tonic, que nació como combinado alcohólico para celebrar las victorias británicas en la India en el siglo XIX —un alto mando lo ideó mezclando ginebra con el agua carbonatada de frutas ideada por un tal Schweppe— aparece aquí como un brebaje sin nobleza alguna. Los intentos modernos por convertirlo en un jardín botánico no logran acotar el injusto desprestigio que está adquiriendo como parte de rituales rodeados de sospecha. Hay bebidas con mala fama, como el benjamín, irremediablemente ligadas a ambientes turbios, que se incrustan en los bulos y se acomodan en ellos. La culpa no es del gin-tonic, sino de quienes quieren convencernos de que la actualidad comienza con el tardeo y acaba en un after hour, como tratan de presentar a Errejón. Volvemos a la parrilla. Rita Maestre, coportavoz de Más Madrid y expareja del cancelado portavoz parlamentario de Sumar, admite en televisión, como hicieron otras compañeras de partido, que ignoraba que Errejón se hubiera convertido en un depredador, aunque conocían "problemas de otra índole" relativos a sus adicciones. A pesar de lo cual se mantuvo en la portavocía. El mensaje es terrorífico, por cuanto se acepta que un adicto a la cocaína pueda desempeñar cualquier trabajo con conocimiento de jefes y compañeros y aquí no ha pasado nada. Imaginen trasladar tal premisa a oficios propensos a los accidentes laborales. After y tardeo. Se nos está quedando una sociedad surrealista, trágica y descontextualizada. Fieles a nuestro espíritu, sin embargo, lo celebramos con gran festejo y entusiasmo.
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