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» Diario Cordoba
Fecha: 10/11/2024 16:49
Un jefe histórico de la UME, el teniente general Luis M. Martínez Meijide, jugaba con el nombre de esa unidad para resumir sus valores. La llamaba “Humildad Militar de Emergencias”. Y ese juego de palabras ayuda a explicar el callado trabajo con el que ha ido acumulando prestigio un cuerpo que hoy acumula elogios, pero que nació en 2005, por iniciativa del entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, y se hizo operativo en 2007 sin que le sobraran los apoyos. Columnistas monárquicos y de derechas que hoy la aplauden hicieron entonces chistes con su ardor guerrero, la apodaron “el juguete de ZP”. Arsenio Fernández de Mesa, que dirigió la Guardia Civil con el PP, la calificó de “capricho faraónico”. En las Fuerzas Armadas tampoco se granjeó simpatías. Las reticencias de buena parte de la cúpula militar venían, más que de la política, del hecho de que fundar la UME les quitaba personal y recursos. Hoy, angustiosamente reclamada en el lodo de Valencia, nadie en la política o la milicia discute la pertinencia de esta unidad. En una emergencia no bélica, “somos la punta de lanza, la vanguardia de las Fuerzas Armadas -explica su actual jefe, el teniente genera Javier Marcos-, una poderosa herramienta del Estado con capacidad complementaria para las comunidades autónomas, y también subsidiaria, pues les damos lo que no tienen”. Entre lo que están dando en esta crisis figura un esfuerzo sin precedentes. Están desplegados en Valencia más de dos tercios de los efectivos de la UME, trabajando en turnos 12/12, relevándose a sus bases logísticas de descanso en un bucle que no se ha detenido en diez días. Por pura necesidad La UME es hoy la única unidad militar conjunta plenamente organizada y permanentemente operativa en territorio español. Sus soldados visten de negro, entre otras razones porque ese color es la suma de los tonos azul claro, caqui, verde y azul marino de los uniformes de las Fuerzas Armadas. El teniente general Javier Marcos, jefe de la UME, con la ministra de Defensa, Margarita Robles, este viernes en Madrid. / José Luis Roca En su día nació del deseo del Gobierno de enviar a las emergencias a soldados entrenados para ello, sin tener que apartar de sus cañones a personal adiestrado para la guerra pero inexperto en incendios o terremotos. Se les había visto más buena voluntad que eficacia a los militares en la recogida del chapapote del Prestige en Galicia, en 2002, o en la enorme nevada que tapó Burgos en 2004, con la División Mecanizada intentando liberar del asedio blanco a la ciudad castellana. El detonante fue el colosal incendio forestal de Guadalajara en julio de 2005. Una barbacoa prendió un fuego que desbordó a todo el dispositivo civil: 17.000 hectáreas quemadas y once bomberos muertos. La tragedia había puesto de manifiesto la gran disparidad de medios que tenían las comunidades autónomas, y el Estado precisaba un instrumento operativo propio con el que intervenir. El 7 de octubre de aquel año, por pura necesidad, un acuerdo del Consejo de Ministros creó la UME. Músculo y cerebro Al jefe del Estado Mayor de la Defensa se le llama JEMAD, y mientras dura la enorme dimensión de la catástrofe de Valencia, el teniente general Marcos, el jefe de la UME, se ha convertido en una especie de JEMAE, Jefe del Estado Mayor de la Emergencia. El cargo no existe en el papel, pero sí en la práctica del trabajo que están desarrollando. Con 8.474 soldados actuando bajo su mando, Marcos coordina uno de los mayores despliegues de una misión de las Fuerzas Armadas en territorio español desde la Guerra Civil. Y es por el especial perfil de la UME, técnicamente la “unidad de primera intervención”; tras ella tiene a todos los ejércitos, y el general que la manda puede pedir ayuda, si es preciso, al resto de las Fuerzas Armadas. “El responsable del dimensionamiento de la fuerza soy yo”, explicó Marcos en Moncloa esta semana. “Tengo el fondo de armario más grande que se pueda imaginar”, solía comentar Martínez Meijide, su antecesor. Soldados de la UME desentierran un coche en el barranco del Poyo. / Chema Moya EFE Personal numeroso, máquinas... pero no todo es músculo, se preocupa en aclarar Marcos. La UME también apoya a las comunidades autónomas con el cerebro, “en sus sistemas de mando y control, sus capacidades logísticas, sus comunicaciones…”. A cuatro horas máximo La dependencia de la Unidad Militar de Emergencias es también especial: orgánicamente, de la ministra de Defensa; funcionalmente, en cascada desde la Secretaría de Estado de Defensa a la subsecretaría, al Secretario General de Política de Defensa (SEGENPOL) y al Director General de Política de Defensa (DIGENPOL). Los BIEM, batallones de Intervención y Emergencias, son la espina dorsal de la UME. El BIEM3 fue el primero en actuar en la DANA; tiene su sede en Bétera (Valencia) a cuarto de hora en coche de la zona anegada. Hay otros BIEM en Torrejón (Madrid), Morón (Sevilla), San Andrés del Rabanedo (León), Canarias y Zaragoza. Además, material destacado en Armilla (Granada) y Baleares, y un regimiento de apoyo y un batallón de transmisiones, ambos en la base de Torrejón con la unidad del Cuartel General. Esta distribución geográfica está pensada para poder llegar a cualquier punto de la geografía española en menos de cuatro horas. Estar en Bétera favoreció que la vanguardia de la UME llegara a la zona del desastre valenciano en 12 minutos, según tiene contabilizados el general Marcos. Esa tarde activó a 250 soldados del BIEM 3 para ir a Utiel y Requena, "donde nos dijo la Generalitat", relata. Cuando llegaron a la zona, el agua avanzaba con tal fuerza que solo consiguieron entrar 96; el resto se desplegó en otras localidades. En la osamenta de la unidad está también el CIS, o unidad de comunicaciones e inteligencia; el GAEM, o Grupo de Apoyo; y el LABIR, el laboratorio con el que identifican sustancias tóxicas y patógenos. En la todavía joven unidad se juntan 3.228 militares (234 son mujeres) de Tierra (90%), Aire (un 7%) y la Armada (2%), además de un 1% de personal que procede de los cuerpos comunes. En la UME, como en la Guardia Real, todos, desde el general hasta el soldado, ocupan puestos de libre designación. Veranos duros, inviernos también “Aquí es difícil conciliar -explica uno de sus miembros- porque en verano no hay vacaciones”. Los incendios forestales han representado para la UME un 72,5% de sus intervenciones, 656 en sus primeros 15 años de vida operativa. Las inundaciones representan un 9% de sus salidas de socorro, pero ninguna como la que ya es su experiencia más dura. Y viene más trabajo: al contingente de 2.183 militares de la UME desplegados en Valencia, y al otro tercio en retaguardia, les espera a la vuelta de la esquina la campaña de inclemencias invernales. Efectivos de la UME tratan de sacar un vehículo de la nieve en la Castellana de Madrid, el 14 de enero de 2021. / Óscar Cañas EUROPA PRESS El invierno juega malas pasadas. Cuando llegó la tormenta Filomena, en enero de 2021, “AEMET dijo que nevaría a las cinco de la tarde, y a las cinco y un segundo estaba cayendo el primer copo”, recuerda un alto oficial. Todo el personal durmió en su cuartel, algunos junto a sus máquinas; dos avanzadillas pernoctaron en puestos de Albacete y Segovia. Cuando se comprobó que la gente no podía llegar a las urgencias sanitarias, por primera vez los soldados de emergencias entraron en Madrid. Dividieron la ciudad en sectores y se pusieron a palear nieve en las calles que llevaban a los hospitales... y de paso abrieron también camino hasta las sedes del CNI, el Ministerio del Interior, Presidencia del Gobierno, la Fiscalía General del Estado, la estación de Atocha… Se les ve palear barro ahora en Valencia, se les vio apartar nieve en Madrid, y ceniza, mucha ceniza, en La Palma en el otoño de 2021. Cuentan en la unidad que el del volcán ha sido uno de sus trabajos de más desgaste psicológico: día tras día, subirse de nuevo a los tejados, otra vez repletos de picón. La clave "mirado" Hay una clave que se saben los oficiales de este cuerpo militar: mirado. Son las siglas de las palabras material, infraestructura, recursos, adiestramiento, doctrina y organización. El esquema de activación de la UME es largo, pero no dura más de 15 minutos. Llega la emergencia; la comunidad autónoma eleva una petición a la delegación del Gobierno por teléfono, por WhatsApp o correo electrónico, o por todos los medios a la vez; la delegación del Gobierno la analiza y la pasa a Interior; allí examina el mensaje el director general de Protección Civil; si lo ve procedente, lo pasa al DIGENPOL, en Defensa, que a su vez avisa al cuartel general de la UME en Torrejón; ese puesto central de mando activa el batallón más cercano al lugar del aviso. Después, si es preciso, empieza a pedir el apoyo de los demás ejércitos. Cuando toda esta cadena está funcionando, el jefe del batallón ya ha enviado a un equipo de reconocimiento; este se apoya en lo que le cuenta la Guardia Civil, cuyas patrullas son los primeros ojos en el terreno. Ese equipo de reconocimiento ya ha salido cuando llega la activación oficial. “Aquí el tiempo es fundamental”, explica un oficial. "Nadie entendería que llegáramos tarde por respetar la legalidad burocrática", ha explicado Marcos. A su mando hay un cuartel general en la base áerea madrileña de Torrejón, en el que está activado un centro de operaciones conjuntas, en el que se integran oficiales de enlace del Ejército de Tierra, Ejército del Aire y el Espacio, Armada y cuerpos comunes de Defensa. Sobre el terreno, en la periferia valenciana, un contingente en contacto con lodo a veces tóxico, ramas y las trampas invisbles que forman enseres y socavones. No hay aún heridos de consideración. El servicio médico de la UME reporta que el 75% de las lesiones son traumatológicas, un 20% lo son de medicina interna, un 2% son dermatológicas, un 2% de garganta y oídos y un 1% lesiones en los ojos. Soldados de la UME retiran restos vegetales en Cheste (Valencia) el 7 de noviembre. / Eduardo Manzana EUROPA PRESS A partir de ese momento, como ha ocurrido en Valencia, la UME se pone a la espera de autorizaciones y peticiones del director técnico de la emergencia, un jefe de Protección Civil de la comunidad autónoma… si bien, como ha recordado el teniente general Marcos en una comparecencia en Moncloa, “la UME es soberana para actuar en cualquier punto del territorio nacional”, y también como ha dicho en otra aparición, “puedo tener mil soldados a la puerta, pero legalmente no puedo entrar si no lo pide la comunidad autónoma”. Interés en Japón También es clave la disposición de medios. El ejemplo es la pandemia: en 2020, en plena carestía absoluta de mascarillas y equipos de protección en las Fuerzas de Seguridad del Estado, los únicos que tenían EPIS y algo con que taparse nariz y boca eran los soldados de la UME. Cuando arrancó la Operación Balmis contra el covid, la ministra Margarita Robles preguntó al jefe de la UME en cuánto tiempo podían estar en la calle. En 15 minutos salieron los primeros camiones. En seis horas, los primeros 1.000 soldados vestidos de negro y amarillo andaban por ahí. Las sucesivas rotaciones se hicieron de 1.000 en 1.000.Estaban desinfectando rincones en las ciudades un millar efectivos cada día para poder turnarse y descansar, pues los trenes y otras infraestructuras se higienizaban de noche. No todo el esfuerzo estaba en la calle. Los que no salieron, “pillaron los patrones de los EPIs y empezaron a coser como si no hubiera un mañana”, relata un veterano del dispositivo. Así hasta que “se incorporó el gigante”, o sea, el Ejército y la Armada, llamados a apoyar con 9.000 soldados más. Balmis se cerró con 20.002 misiones, de las que 8.267 fueron realizadas por la UME. Esta unidad, observada internacionalmente, es también una herramienta de la diplomacia de Defensa. Y no solo cuando ha aparecido en 18 misiones internacionales, como los terremotos de Turquía (2023) y Marruecos (enero pasado): también actuando en Valencia. El gobierno japonés ha tomado nota de su trabajo, y -confirma el teniente general Marcos-, anda preguntando cómo se organiza por dentro este singular cuerpo militar.
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