» Diario Cordoba
Fecha: 10/11/2024 06:37
¿Es correcto decir que usted es experta en el mundo rural o en la economía del mundo rural? Sí. Yo siempre digo que, como también ahora lo hago en el mundo urbano, que trabajo en temas ligados a la sostenibilidad, tanto del mundo rural como del mundo urbano, porque así cogemos un poco las dos cosas. Trabajar en sostenibilidad quiere decir que está usted en plena cresta de la ola, porque no hay acto que se celebre, documento que se presente y proyecto en el que no se hable de sostenibilidad. Eso, a veces, nos lleva a que se esté degradando un poco la palabra. Pero, efectivamente, el tema es que, si queremos seguir teniendo el planeta que tenemos y que nos esté aportando lo que nos aporta, tenemos que pensar en la sostenibilidad, pero en sus tres facetas, social, económica y ambiental. Si la gente no tiene trabajo, pues no funciona; si la gente no tiene servicios sociales, no tiene un dinamismo, una vitalidad, una capacidad de vivir, pues tampoco. Y si nos cargamos el planeta, tampoco, obviamente. En estos días se va a celebrar la Semana de la Ciencia. ¿Estas conmemoraciones están consiguiendo realmente acercar la ciencia, la investigación, a la sociedad en general? Yo diría que sí, que hemos avanzado bastante. No significa que lo hayamos conseguido, pero ya estamos pasando de hacer ciencia solamente para publicarla, para informes, para libros, para artículos científicos. Desde luego, si trabajas en temas internacionales, como yo trabajo desde hace muchos años, tenemos una conciencia muy clara, quizá porque nos obligaban los financiadores o quizá porque, en mi caso, hemos visto la importancia que tiene que a mí me pagan para que yo haga ciencia, me están pagando con fondos públicos, con dinero de impuestos. Lo menos que puedo hacer es devolverle a la ciudadanía lo que pueda de lo que hemos hecho. Entonces, la transferencia del conocimiento, la divulgación de la ciencia me parece que es súper importante. Hemos tenido, yo he tenido que aprender a cambiar mi lenguaje. Tengo un lenguaje para dirigirme a una audiencia científica y profesional y tengo un lenguaje para salir de nuestro despacho, de nuestro laboratorio y hablar el lenguaje de la gente. Y poner ejemplos fáciles de entender, sencillos, basados en lo que dice la gente. María del Mar Delgado, en el merendero de la barriada de Las Palmeras levantado con el proyecto In Habit. / Víctor Castro También últimamente, cuando se habla de ciencia o de investigación, se hace alusión al papel que juega la mujer en este ámbito. ¿Cuál es su opinión sobre este asunto? Pues mi opinión sobre este asunto es que queda mucho por hacer, porque es cierto que estamos muchas mujeres y mujeres muy potentes, pero siguen predominando los hombres. Es muy difícil. Yo he coordinado ya tres proyectos del Programa Marco Europeo y hay muy pocas mujeres que coordinen este tipo de proyectos. Es mucho más fácil que un proyecto lo coordine un hombre. Falta mucho por hacer. Yo encuentro también que hay hombres que no aceptan que la coordinadora sea yo, eso sigue siendo una realidad. Estoy hablando de proyectos internacionales. Igual que hay gente con la que no tengo problemas, me encuentro con que hay señores mayores a los que les cuesta mucho que la coordinadora sea una mujer más joven. Creo que es importante que estemos tanto hombres como mujeres, porque le podemos dar matices, visiones, enfoques diferentes y todos son necesarios. Otra de sus áreas de trabajo es la de la evolución y el futuro de las zonas rurales, así como plantear propuestas para combatir la despoblación. En esta materia ¿se puede resumir el trabajo en dos o tres retos fundamentales que tenga el medio rural? Uf, dos o tres retos fundamentales... Mira, sí. No sé si son los fundamentales, sí que puedo dar alguna idea. Yo te diría que lo primero que tenemos que hacer es reconocer lo que el mundo rural aporta. La ciudad no puede vivir sin el mundo rural, pero la ciudad no lo sabe. Tenemos que hacer unas campañas de comunicación fortísimas para que la ciudad entienda que el mundo rural no solo provee de alimentos, también provee de agua. La energía se genera en el mundo rural. Las materias primas están en el mundo rural. El aire limpio o la salud, si quieres salud en el sentido de bienestar, también. Cuando nos vamos al campo y andamos por la naturaleza, volvemos felices, desestresados. Todo eso lo aporta el mundo rural. Pero todo eso tiene que ser gratis, asumimos que todo eso no hay que remunerarlo ni hay que reconocerlo. Así que, para mí, uno de los grandes retos es que se reconozca todo lo que viene del mundo rural y que estemos dispuestos a remunerarlo. Nada de darle subsidios y limosnas, no, es que son bienes esenciales. Sin esto no existe la vida. Si hiciéramos eso podríamos hacer que los trabajos en el mundo rural fueran más atractivos. Seguimos teniendo la imagen del mundo rural como de segunda, atrasado, cateto, con peores servicios... Esa idea de que hay calidad de vida en el mundo rural es mentira. Eso es cuando nos ponemos en plan romántico, utópico. Es que hay menos servicios de ocio, escolares, de sanidad, de salud, de transporte. La conectividad en la mayoría de las áreas rurales no funciona. No nos equivoquemos cuando se dice que el 90% de las áreas europeas están cubiertas por wi-fi. ¿Qué wi-fi? 30 megas. ¿Cuántos tengo yo en Córdoba? Gigas... ¿La digitalización podrá ayudar a dar esa visibilidad también de la que venimos hablando? Se puede hacer que la gente joven considere el trabajo más atractivo porque tenga este punto digital. Es verdad que se pueden hacer muchas cosas más hoy con drones, con robots, con agricultura de precisión. Y el ocio, antes se tenía que ir a un teatro, ahora los chavales tienen todo lo que quieren en el móvil. Eso significa que en el mundo rural se puede conectar a la ópera de Sidney y escuchar, si tiene un buen equipo, mejor que si estuviera allí. Paro para ello necesita tener una wi-fi de alta capacidad, o sea, que sí que hay muchas oportunidades, pero creo que tenemos que poner en valor todo eso, hacerlo más atractivo y mejorarlo. Eso tiene mucho que ver con ese documento o ese trabajo en el que usted estaba participando, sobre la visión de las zonas rurales europeas para el año 2040. Sí, efectivamente. Eso fue una de las primeras cosas que pidió Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, en sus primeros 100 días de mandato, hacer una visión que se llama la visión a largo plazo de las áreas rurales, una visión a 2040. Hay un grupo de 50 personas en Europa que participamos en darle la idea de cómo se podía hacer eso. Y eso habla de cuatro ideas para las áreas rurales, que son áreas rurales conectadas, tanto con comunicación física como comunicación digital. Áreas rurales prósperas, áreas rurales resilientes, y áreas rurales fuertes. Esa visión es bastante interesante, de ahí ha salido el Pacto Rural Europeo. A mí me invitaron a presentar en el Parlamento Europeo una sesión especial sobre el Pacto Rural y me invitaron a ser uno de los participantes, éramos cuatro participantes, y yo decía que bueno, que había que moverlo. No necesitamos un pacto rural europeo, creo que necesitamos un pacto urbano, que la ciudad reconozca el campo y que entienda lo que significa el mundo rural. Entonces, no lo tienen que firmar los rurales, lo tenemos que firmar todos ese pacto. Este proyecto del Pacto Rural Europeo nos devuelve al principio de la conversación. Para mejorar el entorno rural ¿ha de cambiar el modelo agrario también, el modelo económico en general en el medio rural? Yo pienso que necesitamos ver qué es lo que realmente importa y ver si estamos dispuestos. Bueno, ¿queremos comer una pastillita? ¿O que químicamente echen un laboratorio? ¿O queremos un chuletón? ¿O unas verduras frescas? ¿Un buen vino? Creo que la sociedad tiene que empezar a plantear cuál es su modelo, qué quiere. Y si queremos eso, tenemos que remunerar a los que lo hacen. El agricultor, el ganadero, el productor rural no puede ser el más pobre. No puede ser el que siempre esté en la cola. Cuando estábamos en pandemia, los agricultores eran a los que les hacíamos palmas. Y, ahora, ya son otra vez el enemigo porque el año pasado el aceite estaba carísimo. Los agricultores no se han enriquecido. El aceite estaba carísimo porque no había aceite. Siempre tiene que ser lo más barato la alimentación. Me puedo comprar ropa de marca y gastar una pasta, me puedo comprar el teléfono más caro, pero la comida que sea barata. ¡No hombre! Hay un asunto también relacionado con esto, con la evolución del mundo agrario, y que está relacionado con lo que ha pasado estos días en Valencia, que es el cambio climático. Usted trabajaba también en un estudio sobre la percepción que tienen los agricultores del cambio climático. El cambio climático, por hablar como a usted le gusta, de manera sencilla, ¿es una entelequia de unos intelectuales que andan por ahí o realmente hay que transmitir a la gente que existe y un ejemplo de ello es lo que ha pasado en Valencia? Yo les diría simplemente que miren lo que pasa en Valencia. Nosotros hemos hecho un estudio con más de mil agricultores, los hemos cogido aparte, para que ellos se abran, porque su medio de vida depende del campo. Ya habíamos hecho un estudio parecido con comunidades indígenas, hace ya años. Te puedo decir que de estos mil agricultores, prácticamente todos creen en el cambio climático. Su vida depende de la agricultura, o sea, depende del clima, no de la agricultura, depende del clima. Entonces, el 72% de los encuestados ha experimentado fenómenos climáticos adversos. El 76%, basándose en su experiencia personal, cree que esto va a ser peor en el futuro. El 90% ha experimentado cambios en la duración de las estaciones. El 88%, más calor y menos lluvia. Ellos están todo el día mirando al cielo, o mirando el tiempo, ¿no? Entonces, el 80% de los agricultores creen que el cambio climático es una realidad. Y lo que estamos viendo no lo habíamos visto nunca antes. Y los científicos nos lo explican como nos han explicado la DANA. Una cantidad de energía y de calor acumulada enorme en el Mediterráneo que cuando ha entrado en contacto con otras fuerzas, ha descargado unas cantidades inmensas de agua. Pero miremos los incendios tan bestiales que han arrasado Australia, Canadá, Florida o California. Las consecuencias que ha tenido en Valencia ¿se podrían haber aminorado, no digo evitado, de haber tenido en cuenta algunas consideraciones en el ámbito rural y también, sobre todo, en el urbanístico? A ver. Lo que te puedo decir es que si hay algo que vengo viendo desde hace mucho tiempo es que no respetamos la naturaleza. La naturaleza tiene su espacio, los ríos, los torrentes, todo, que pasa cada 50 años, cada 30 o cada 100, no lo sé. Pero nosotros hemos dejado de respetar la naturaleza, nosotros hemos quitado muchos bosques, dejamos de mantener el suelo... La agricultura ahora es mucho más agresiva con el suelo. Mira, hay un estudio por ahí de que el 75% de los suelos europeos están degradados. Cuando el suelo está muy degradado no tiene la capacidad de retención de agua que tenía. Y en las ciudades, hemos quitado la porosidad del suelo, hemos metido asfalto, cemento, hormigón en todos sitios. ¿Qué pasa? Que cuando llueve fuerte los desagües no pueden con el agua. Tenemos que empezar a plantearlo. Hay un tema sobre el que me gustaría que me diera alguna pincelada. ¿En qué consiste el proyecto In Habit de Las Palmeras? Ese es el proyecto más gordo que ha tenido la Universidad de Córdoba. Es un proyecto europeo coordinado por mí. Casi 11 millones de euros en cuatro ciudades europeas. Estamos investigando cómo distintos tipos de acciones, cuando se combinan, pueden incrementar la salud y el bienestar de los ciudadanos, sobre todo de los más vulnerables. Estamos trabajando con gente en el barrio de Palmeras, podemos crear un merendero, hemos plantado árboles, hemos mejorado la plaza, la hemos embellecido. Todo esto lo hemos hecho con la gente, lo han hecho ellos, nosotros hemos sido los facilitadores. Suscríbete para seguir leyendo
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