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  • “A veces lo que está al alcance de la mano no es la idea, sino el elemento”

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 10/11/2024 05:44

    Especial Fernanda Toccalino y Carlos Lezcano Cristian Badaró es uno de esos artistas de dar tranquilo pero de espíritu inquieto y obra potente. Se lo suele encontrar en las calles, arriba de un andamio, abordando enormes murales, o bocetando en una libretita a la vera del río, atrapando con la mirada esos elementos que pasarán a ser pinturas, tesoros, ingredientes de una buena historia. Para saber más sobre él y sobre su obra, lo entrevistamos en “Todos los Vientos”, el programa de radio UNNE. De esa charla, tan cálida como interesante, surge esta nota. Sos artista visual de corrientes, ¿te definís como muralista? En Corrientes, ciudad de los murales, hay un nuevo muralismo, ¿Sos de esa nueva generación? Así es, pero a mí me gusta autopercibirme como un pintor, simplemente. En su momento sí, cuando lo hacía más sobre paredes, era un pintor de paredes. Lo que hacía con las paredes no era tanto de pintor de obra como puede sonar, pero también lo hice, en su momento, los inicios de conocer el material principalmente. Tengo raíces más que nada en el diseño gráfico, (FAU-UNNE). Volviendo un poco a la pregunta de ubicarme para identificar qué es lo que hago. Si soy muralista o pintor o qué tipo de etiqueta ponerme a mí mismo, muchas veces renegando o “gambeteando”, por decirlo de alguna manera futbolística, cierto tipo de cliché o etiquetas, esa cuestión del joven de sentirse un poco disidente o rebelde en su momento. Me parece importante ubicarme históricamente y geográficamente; dónde estoy y por qué hago lo que hago. Creo que le dio mucho sentido en su momento, y es un ejercicio que mantengo. De criatura mis papás me dejaban la lata de leche Nido, perdón por el chivo, con lápices de colores en la mesa y yo adoraba dibujar y podía pasar mucho tiempo dibujando y copiando las caricaturas. Así pasó el tiempo y bueno, estaba la carrera de diseño donde el viento nos amontonó con un grupo de amigos que teníamos las mismas pasiones, los mismos gustos; musicales y del dibujo. Entramos a la facultad en el 2005, 2007, 2008 y era como un coletazo de la crisis del 2001 y empiezo a comprender que lo que generó esa crisis fue como una euforia colectiva de la gente que tomaba de nuevo las calles, y ahí aparece este nuevo lenguaje, este nuevo muralismo desde Argentina, impulsado por este fenómeno de la crisis de salir a la calle con un aerosol, escribir algo y expresarte y no digamos que estaba bien visto, pero se comprendía la actitud de la gente. ¿Así comenzaste? ¿Es decir, todas estas pulsiones se van a manifestar en ese momento? Exactamente, esto lo toman profesores de la UBA, de diseño gráfico y empiezan a hacer intervenciones más grandes todavía con contenido y temáticas de diseño porque hasta entonces el muralismo estaba arraigado con un contenido histórico y político y a veces uno se quería despegar de eso, de que el mural tiene que tener un contenido social, que está muy bien, pero esta era una nueva tendencia que venía del Street art de Europa, entonces esto se genera como una ebullición de estudiantes de diseño que empezaron a salir a las calles y se mezcló con las técnicas del graffiti que viene con el hip hop de los 80, 90, la danza, el rapeo, el graffiti, el DJ y esas técnicas se mezclaron con varios condimentos que llegan a las facultades, a las universidades públicas de las provincias donde nosotros veíamos todo lo que sucedía en Buenos Aires y ahí uno se ubica cómo llegan esas influencias desde lo técnico. ¿Y se manifestaron colectivamente? Exactamente, se formó un grupo de amigos, empezamos a hacer eventos, a hacer exposiciones primero en bares de otros amigos, conseguíamos lugares. Era el colectivo “Nunca Sé”, un grupo de amigos que entre nosotros nos admirándonos, muy talentosos para mí: Adrián Cabrera Godoy (JIp!), Francisco Gómez (Pank), Laura Gutiérrez (Lauritacks), Toco Benítez, Silvio Dioverti (Cosas Chotas) y María Vranjes (Cucu Trash). La verdad es que era también una mezcla de diversión de hacer lo que nos gusta y generar cosas. Y caminar por los bordes, no institucionalizados. Sí, siempre muy al margen. En el año 2017 los invité a exponer en el Centro Cultural Universitario. Fue como llevar lo que sucedía en la calle a un ámbito cerrado y en el contexto de la universidad. Institucionalizarlo y de algún modo legitimarlo. Visibilizarlo en otros ámbitos, porque tienen y tuvieron mucha visibilidad como cultura marginal. “Clicka Verdad” se llamó esa exposición. Ahora, ¿no había firma individual allí? Si, había!! Eso es importante, ¿no? Si, si, lo es. “Nunca Sé” ya desde el nombre, era difícil de explicar, era como un chiste interno. La frase del chiste era “No podés saber todo, entonces Nunca Sé” porque muchas veces nos preguntaban que era cada cosa y había muchas cosas que costaba explicar. Y lo hacían con mucho profesionalismo, con mucho conocimiento técnico que se sumaba al gesto creativo. Hacían un buen registro de lo que sucedía. Siempre había un video muy bien editado y manejaban con destreza las redes sociales. Yo creo que eso también es una cuestión que se mantiene en cada uno de nosotros más allá de que por ahí ahora hacemos alguna que otra actividad o publicación o largamos un fanzine pero mucho más relajados, en ese momento nos abocábamos de lleno a la facultad. Tus intervenciones en las paredes, no pintas escenas en los muros sino más bien una simplificación de ciertos objetos que se presentaban de manera muy sensible, muy simple pero muy contundente, frontal, directo recuerdo un machete, por ejemplo. El machete es en Misiones, de un encuentro de muralismo que se hizo en Obera y me tocó la pared del hospital de Obera y fue muy simpático porque me tocó una pared bastante horizontal, larga. Entonces yo venía trabajando con estas cuestiones de elementos a partir del realismo que empecé a hacer en un momento, cuando empiezo a trabajar más y a profesionalizarme con trabajos de intervenciones de paredes, empiezo a descubrir técnicas en las cuales yo puedo plasmar un realismo en poco tiempo, con manchas más grandes y empecé a tomar elementos como símbolos tratando de ser lo más universal posible, como impronta, que si lo ve un chino o un ruso entienda lo qué estoy representando y no sea tan cerrado el símbolo que estoy demostrando. Y por ahí estaba el machete o un cuchillo. En un momento me gustaban los objetos corto punzantes o una serie de cuchillos, facas o cuchillitos y en ese tránsito me toca esta pared y yo dije, bueno, acá entra un machete. Era en el hospital y yo estaba por hacer la imagen de un machete descargado de Pinterest, pero pasa un señor y me trae su machete, y dice: “ese machete no es de acá, tenés que hacer el machete argentino y con la hoja para arriba porque así se cosecha el té y tiene una piolita en el mango porque vos haces así para que no se te suelte”. Esa es la dinámica que se genera al pintar en la calle y esto es lo que vos decías. Yo busco que conviva con el entorno de ese elemento, que sea parte del paisaje, no interrumpir tanto con la obra, sino que sea parte del paisaje. Y dentro de eso también empecé a jugar con estos elementos usando las paredes tal como están y dejarla como fondo. Si tiene manchas o cicatrices, las dejo. Me acuerdo también de una gallina, una gorra, una bolsa de residuos, o de las ollas populares que están acá cerquita!! Elementos que disparan una escena y que nos vinculan mucho con el territorio y con la gente. Exacto, yo creo que es una búsqueda de eso de sintetizar un elemento cotidiano un símbolo de la vida realmente cotidiana de las cosas simples. Recuerdo que ese fue un feriado, 25 de mayo, y acá nuestro amigo Rolo del kiosco que hace sus sándwiches famosos y sus ollas populares, me dice: ¿ya comiste el locro? y yo le digo, no todavía. Anda, busca tu olla, me dice y en ese ínterin le saqué una foto a su olla. Me convidó su locro y me gustó mucho el elemento de la olla y una fila de gente del barrio charlando entre ellos. Me pareció que pasaba mucho alrededor de esa olla, entonces, ahí comprende uno que a veces lo que está al alcance de la mano no es la idea, sino el elemento. El símbolo que dispara a miles de ideas. Después del mural vas a un pequeño formato, el otro día hablábamos de esto y me pareció muy interesante este paso de lo público a lo privado ¿cómo es? Yo ya venía con un espíritu de búsqueda y con una dedicación a tener un estilo de vida de quedarme un poquito más encerrado en casa, de tener un espacio y poder generar obras móviles en pequeño formato, era un trabajo de mayor concentración para mí. ¿En qué año comienza eso? 2018, 2019 previo a la pandemia yo tenía un ahorro y lo destino a alquilar un departamentito por acá cerca, en su momento me dije: “este va a ser mi taller”. Vivía ahí y a la vez quería que funcione el vivir del arte que es esta lucha constante. Y justo vino la pandemia y me quedo ahí. Bueno, esto que dicen que no los artistas son los sismógrafos del mundo, ahí está, ¿no? ¿Y entonces qué pasa? Y empiezo a tener esta búsqueda de armarme bastidores a tener una búsqueda también más propia porque es diferente la lectura en la calle que en el interior, en la calle es de alto impacto lo que importa es el símbolo, la imagen, la síntesis, como en los carteles. Esto viene todo del diseño gráfico, hacia el lenguaje y cuando vos tenés una obra más pequeña, tenés más tiempo, más dedicación, más pausa. Y en ese tránsito me animo a aplicar a una beca del Instituto de Cultura de la provincia, que la verdad yo si vuelvo a ver una beca por ahí vuelvo a aplicar porque veo el beneficio de cómo te genera el estímulo, el impulso y la confianza que a uno lo lleva a seguir haciendo lo que uno hace con confianza y con aliento. A mí me costaba identificarme como artista recuerdo que ni bien entro a la beca en el año 2023, que se presentó en el marco de ArteCo, ahí me agarra ya en este torbellino de querer transpolarme a obras móviles en ese momento empecé pintando personajes de la calle de Corrientes, personajes que a mí me parecían interesantes, sin ningún objeto de burla ni nada, aunque me han escrito parientes de alguno de ellos pidiéndome que quite la imagen de las redes y yo le explicaba que era con total respeto y con admiración muchas veces a estas personas. Todos los reconocían y era un ejercicio muy bueno, pero tampoco quería quedarme tan pegado a pintar retratos de gente de la calle, se me hacía que era un ejercicio que ya se hizo, tenía que transitar por ahí, como parte de quitar la primer mancha del lienzo en blanco, es como la más vertiginosa a veces porque te mandas, saltas al vacío y en esa sensación ya es ese ejercicio de quitarse miedos, todos los días, como ejercicio, como disciplina, como forma de vida, un mínimo miedo, de decir esto cómo va a quedar o qué va a pasar, sino hacer lo que uno tiene que hacer. ¿Y pintabas para quién? porque digamos que retratar a una persona en situación de calle es fuerte. Fue clave en ese momento esta cuestión de la beca para mí fue como un ritual de sanación más o menos porque hasta ese momento yo tenía en mi mente varias mentes ¿quién me va a comprar? ¿A quién le gustará?, todas esas cuestiones que te desvían, que te distraen, que no está mal, porque es como tu sombra, va a estar siempre. Yo creo así, no sé, hasta ahora siempre está, pero puedo empezar a convivir con esos mieditos, a hacerlos míos y darme cuenta que es parte también del trabajo, de saber hacia dónde quiero ir, conocer mis lados buenos y mis lados malos. ¿Y hacia dónde fueron? Fueron hacia mí mismo, hacia ser yo mismo, hacia querer encontrar... Por eso yo creo que termino haciendo un realismo cotidiano, porque trato de expresar lo real, lo que me está pasando a mí, lo que yo estoy viendo. Tras eso está el simbolismo de estas cositas que hacía en la calle, como la gorra, la olla, hay un trasfondo, hay una cuestión. En ese momento, yo vivía acá en el barrio Aldana y veía muchos caballos, estaban sueltos, entonces me prendí de ellos, como símbolos, y de repente me cruzo con una calesita abandonada en el anfiteatro José Hernández y le quito una foto a un caballito, ¡ay, mirá, este parece el del barrio! Y ya se fusionó el símbolo con mi relato y con la técnica. Bueno, y ahí está la obra, ¿no? Exactamente. Y empiezo a masticarlo, a acomodarlo. Había una frase muy linda de esa beca que decía el coordinador, Diego Figueroa, decía: “Andando los zapallos se acomodan en el carro”. Y yo decía, ¿y ahora qué hago? ¿Y cómo hago para mejorar esto? ¿Y qué? No importa, meter, mojar el pincel. Y en la vorágine de estar en un estado creativo, yo andaba caminando por la calle, por Irigoyen, y me cruzo una santería entre España y Santa Fe, de esas santerías famosas, y me aparece la imagen. Y ahí está la obra. Yo venía leyendo, escuchando audiolibros, y me introduje mucho en la psicología de Jung. Los sueños, los arquetipos, el arquetipo del héroe. Y se me presenta un San Jorge, la representación de Parsifal, caballero de la mesa redonda. El mito del héroe, el convertirse en adulto y ser responsable de vos mismo. Entonces dije, ¡ahí está! Que impresionante lo que vas contando porque esa realidad tiene mucho de sueño, ¿no? Lo real tiene mucho de irreal, ¿no? Es hermoso lo que estás diciendo Entonces me apropio de la imagen, y además estaba envuelta en el plástico del film, que lo protegía del polvillo, con precio y todo. Y yo digo: esto es así, es así, porque tiene su realidad, es real así. Y bueno, así como si nada, plasmé esa obra real, que yo creo que debe ser una obra bisagra en mí, lo siento así, por decirlo de alguna manera, porque es como que se fusionó todo esto y te das cuenta que podés estar soñando despierto, en ese imaginario. Como ese caballito del Aldana terminó allí, ¿no? El camino. Claro, claro. Exactamente. Y muchos de los caballitos, muchas escenas, mucho ejercicio, y a veces madura solo. Uno está forzando las cosas queriendo que salga y cómo puedo hacer para que salga. Y en realidad me escuché a mí mismo. Traté de no pensar tanto, ¿le gustará? ¿Quién comprará? Si no me dejé llevar porque es lo que realmente siento, y conecté un montón. Y para mí representa eso, es el arquetipo del héroe en cada uno de nosotros, que se hace responsable de su vida, se convierte en caballero y lucha contra sus miedos, por sus sueños. Para ir cerrando, aunque queden muchas preguntas por hacer, quiero que hablemos de la persona. La vida personal unida al artista. Me parece que es coherente con tu manera de vivir: serena, respetuosa de la naturaleza, dándose un tiempo para hacer cuerpo el día, ¿no? Meterse en el río, contemplar los pájaros que tu mamá te mostró, todo eso me parece que te hace una persona porosa, dispuesta a conectarse, a dejarse invadir por lo cotidiano y devolver con ese plus de artista-persona todas esas sensaciones recibidas, vividas. Entonces me pregunto, ¿qué le falta a ese cotidiano de Cristian? Yo siempre tengo muchos cuadernitos, anotadores, borradores, todo el tiempo, me sirve tener las cosas sobre la mesa como disparadores, anoto, y hace muy poco empecé a animarme a escribir. Tenía pudor, sentía vergüenza, cosas mías, ni siquiera es que las muestro mucho, pero me animé a escribir, empecé a escribir, y creo que todo esto que describe Fernanda, que me parece muy acertado, es la puntita del iceberg, creo que me gustaría aprender a contar mejor, o no sé si a contar mejor, sino a aprender a contar las historias que quiero contar o lo que quiero transmitir. Y a partir de la escritura me fui ordenando, de las palabras más que nada, porque creo que lo más abstracto y simbólico que hay, son las palabras. Así que me gustaría empezar a escribir un poco más y saber digerir y contar una buena historia que todavía me queda por contar. Qué camino ese, hasta la palabra, la necesidad de la palabra… De retornar a lo más simple, que creo que todavía me queda ahí mucho por recorrer, pero sé que eso también tiene su tiempo. Hay una cosa que contaste el otro día con la firma, que me parece muy importante. ¿Firmás? Últimamente no, y creo que nunca me identifiqué tanto con la firma como protagonismo, digamos, para decir esto. Yo creo que me acostumbré mucho al hecho de pintar tan libre en la calle que lo suelto y creo que ya es de todos, de la calle, ya prácticamente, y el que identifica de quién es, buenísimo, y también genera como un anclaje de querer saber quién es. Contanos qué viene, qué estás haciendo ahora y qué viene para el futuro. Ahora estoy haciendo un trabajo privado, que estoy terminando. A partir del premio que recibí de Gachi Prieto y Andrés White, de La Residencia la Nave, tengo obra pendiente que me gustaría desarrollar ahí, pero que es parte de esto, de contar una historia, que quiero contar bien, y ojalá que tenga la posibilidad de volver y contar esa misma historia acá, porque me parece muy rica, tiene que ver mucho con nuestro río. Es una residencia de investigación y producción artística, es el lugar ideal para desarrollarla. No quiero spoilear nada, como se dice ahora, pero me gustaría que, si toma forma, volver y contarla. ¿Tenés un Instagram? Sí, tengo un Instagram. @cristianbadaro , así de simple. Bueno, gracias Cristian. ¿Cómo cerramos? Y, ahora que dijo cuál es su Instagram, los invitamos a que conozcan sus obras: dibujos y pinturas que resignifican nuestro cotidiano en clave poética. Muchísimas gracias a Uds. por la invitación. Cuando uno habla de su obra pareciera que quedan cosas en el tintero, pero es una sensación de la búsqueda constante, ¿no?

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