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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/11/2024 02:34
Jeremías Heaton plantó su bandera en un pequeño territorio de África para cumplir el sueño de su hija Tan sencillo como plantar una bandera y proclamarse rey. Hace diez años, los estudios Disney anunciaron la realización de “Princess of North Sudan”, una película animada fiel a la gran tradición de la compañía cinematográfica fundada por Walt, “el congelado”, con blancos inteligentes y bondadosos que se adentran en territorios atrasados para llevar civilización a los ingenuos naturales del lugar. En este caso, el buen conquistador autopercibido rey lo hace simplemente para cumplir el sueño de ser princesa que acuna su pequeña hija. Así lo decía la sinopsis de la película anunciada: “Princess of North Sudan cuenta el viaje de Jeremías Heaton, un padre de tres niños que solicita un pedazo de tierra en el norte de Sudán, uno de los últimos territorios reclamados en la Tierra, para cumplir el sueño de su hija de siete años, ser una princesa real. Heaton se embarca en el viaje para conseguir la tierra que está entre Egipto y Sudán, y tiene que ir allí para reclamarlo”. En síntesis, una tierna y romántica aventura con un argumento corto de imaginación. Diez años después de aquel anuncio, quien busque información en los estudios descubrirá que la película sigue “en desarrollo”, una manera elegante de decir – dado el tiempo transcurrido – que el proyecto tiene muy pocas posibilidades de llegar algún día a la pantalla. La historia terminaría ahí si se tratara del producto de la imaginación – bastante pobre, por cierto – de un guionista, pero no lo es. Con la plata que recaude para su proyecto, dice Heaton, creará su reino, el primer país del mundo con verdaderas “soluciones innovadoras para la eficiencia energética y el cultivo de alimentos en una era de cambio climático” El granjero que reclama la tierra africana Porque Heaton es un granjero estadounidense de carne y hueso que una década después sigue reclamando un territorio africano para fundar su reino, aunque no para cumplir el sueño principesco de su pequeña hija – que ya no es tan pequeña – sino para montar un negocio al que describe como “crear la primera nación del mundo financiada por crowdfunding”, una forma de financiación online que prescinde de los intermediarios financieros y se basa en donaciones de los usuarios. Algo muy diferente a lo que dijo la primera vez que reclamó el territorio: “Nadie quiere decirle a una niña que ella no puede ser lo que sueña ser. En su mundo, una chica de seis años quiere ser una princesa, y yo trato de que mis hijos cumplan sus sueños”. Con la plata que recaude para su proyecto, dice Heaton, creará su reino, el primer país del mundo con verdaderas “soluciones innovadoras para la eficiencia energética y el cultivo de alimentos en una era de cambio climático”, para lo que contratará “a los mejores científicos agrícolas del mundo, expertos en energías renovables, especialistas en purificación de agua, nutricionistas de plantas, científicos sociales, geólogos, climatólogos, planificadores urbanos, expertos regionales y otros consultores necesarios para crear el Comité del Fondo Científico de Sudán del Norte”. La idea de Heaton es que Emily cumpla el sueño de ser princesa Todo eso en el medio del desierto, porque el territorio que Heaton reclama, y en el que ya ha plantado la bandera que confeccionó con la ayuda de su mujer y sus tres hijos, tampoco es ficticio: se trata del “Triángulo de Bir Tawil”, un área desértica un área de 2060 kilómetros cuadrados, con un pozo de agua en el centro, que se extiende en la frontera entre Egipto y Sudán. Tierra de nadie La cuestión parece, a primera vista, un delirio, porque en el mundo actual los territorios ya están repartidos, aunque a veces se los dispute entre países utilizando la diplomacia o la guerra. Pero no es tan así, porque Bir Tawil es un área africana considerada internacionalmente como Terra nullius, es decir tierra de nadie, de acuerdo con un tratado firmado en 1902 por iniciativa del imperio británico. Y a nadie le importa que esté habitada por los Abadba y los Bisharin, dos tribus que en total suman entre cien y doscientas personas que la consideran un territorio sagrado. Para ellos, esas tierras son su patria, aunque el derecho internacional – que ignoran totalmente – los considere apátridas. Jeremías Heaton, el granjero de Virginia, no es el primero en reclamar para sí esa tierra. A lo largo del tiempo, varias personas y organizaciones han intentado apropiarse “legalmente” del territorio para fundar una micronación. Ninguno de esos reclamos fue tomado en serio por ningún gobierno ni por la comunidad internacional, pero eso no impidió que algunos de los aspirantes fundaran allí sus propios países, aún sin haber puesto nunca un pie en esas tierras. Uno de los casos más notorios es el del Rey Antonio Fernández Miguel, que se define como fundador del reino desde mucho antes que Heaton y hasta ha realizado un censo poblacional que, en 2018, arrojó que Bir Tawil tenía un total de 115 habitantes, pero sumaba 856 ciudadanos distribuidos en todo el mundo y que nunca habían pisado el territorio. Uno de ellos era el propio Rey Antonio, un monarca por Internet que incluso le dio una moneda a su reino: el dólar bir tawil. Jeremías Heaton plantó su bandera en esa porción de tierra africana A diferencia de Fernández Miguel, Heaton si visitó su reino y plantó allí su bandera real. Viajó en junio de 2014, después de meses de gestionar un permiso del gobierno de Egipto – cuyo territorio debía atravesar para llegar – y el día 16 izó la insignia inaugurando el reino. Su primer acto de gobierno fue nombrar princesa a su hija Emily, como había prometido. Como nota de color, el flamante rey contó que para encontrar sus tierras tuvo que utilizar un gps. Cumplida su misión, volvió sobre sus pasos y regresó al confort de su granja de Virginia. Ni loco se iba a quedar en Bir Tawil. “Todavía no hay infraestructura para eso”, explicó y aseguró que con el tiempo la habría, con “una ciudad en el desierto que maximice el uso del espacio, maximice la eficiencia energética y proporciones un hogar para las personas que aman esta Tierra y quieren trabajar para ayudar a avanzar en esta ciencia”. Para eso, claro, necesitaba fondos para desarrollar su proyecto de innovación agrícola y energética, al que describió como “muy similar a la manera en que Elon Musk desarrolló el automóvil eléctrico”. Aunque aclaró que “la única diferencia entre Elon y yo es que yo necesito recaudar el dinero para hacerlo y él ya lo tiene”. La película y el revuelo Heaton obtuvo su primer dinero cuando Disney le compró los derechos para contar su historia en la película animada, pero el anuncio del estudio desató una ola de rechazo que, aparentemente, terminó frenando el proyecto. Los críticos se opusieron porque la historia presentaba a un hombre blanco estadounidense reclamando un territorio en África como un conmovedor cuento de hadas cuando en realidad se trataba de un acto de colonialismo. Heaton obtuvo su primer dinero cuando Disney le compró los derechos para contar su historia en la película animada “Bir Tawil no era un país ni tiene población. Básicamente, el colonialismo es cuando un país se apodera de otro con fines de explotación de personas y recursos. Mis acciones no se ajustan a la definición de colonialismo de ninguna manera. El término para lo que he hecho es el establecimiento de una nueva nación, algo que no se ha visto usando tierra terra nullius en cientos de años”, se defendió el rey Jeremías. Para respaldar su punto de vista y sin reparar en la contradicción contó también que estaba en contacto con los gobernantes de Liberland, un microestado recientemente proclamado en un pequeño territorio entre Serbia y Croacia. Se mostró sorprendido cuando le informaron que el “presidente” de Liberland había sido arrestado hacía unos días por la policía croata por traspasar una frontera internacional hacia su “propio país”. Diez años después, Heaton sigue viviendo en su granja de Virginia, muy lejos de su reino. “A pesar de que soy el rey, estoy renunciando a muchas de estas decisiones a personas que tienen un conjunto de habilidades mucho más amplio. Yo soy el visionario. Estoy en la punta de la lanza quién liderará la carga y será golpeado, pero en última instancia son ellos los que decidirán lo que terminará sucediendo”, dijo para justificarse. Jeremías Heaton en su granja de Virginia, Estados Unidos Lo que no ha dejado de hacer son negocios. Pese a que el proyecto de Disney sigue “en desarrollo” pero sin que se vislumbre que alguna vez llegue a la pantalla, Heaton ha logrado incursionar en el cine con su historia y las supuestas gestiones que sigue haciendo ante líderes internacionales para el reconocimiento de su reino. En 2021 se estrenó el documental “The King of North Sudan”. La gacetilla de prensa lo describe así: “Jeremías quiere convertir a su hija en una ‘princesa de la vida real’. Su gesto amoroso se sale de control cuando funda su propio país. Su búsqueda lo lleva desde su granja de Virginia a una tierra de nadie entre Egipto y Sudán, y lo obliga a navegar por las turbias aguas de la diplomacia global, los sitios oscuros del ejército estadounidense y el submundo criminal chino. ¿Puede un hombre normal convertirse en rey con pura valentía y el uso astuto de Wikipedia? ¿Y podrá hacerlo antes de perder su casa, su familia y, tal vez, algunos dedos?”. La historia inicial de la princesita se había convertido en un thriller geopolítico. En el tráiler oficial del documental se puede leer, sobreimpresa, la opinión del crítico de cine Eamon Tracy: “Es el documental más insano que he visto este año”.
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