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» Diario Cordoba
Fecha: 08/11/2024 08:13
La victoria aplastante de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ofrece un nuevo escenario en el que desenvolvernos los próximos años y que nos afectará a todos de múltiples maneras. No pretendo desvelar aquí si el candidato electo republicano cumplirá o no sus anunciados deseos de incrementar las deportaciones, sellar sus fronteras, bajar los impuestos a sus ciudadanos, mediar para que finalicen las guerras, desmarcarse de los pactos y organismos internacionales, subir aranceles a las importaciones, o empujar a una Europa dividida hacia un camino de mayor autonomía. Ya veremos lo que quiere, lo que puede y le dejan, y lo que hace. Lo que sí sabemos, como reflexión sobre el personaje, es su perfil de político convicto, que ha sido varias veces declarado culpable, ya de 34 delitos graves por falsificación de documentos en un intento de sobornar a la actriz porno Stormy Daniels, ya culpable de abuso sexual y difamación en el caso contra la escritora E. Jean Carroll, además de otras causas abiertas por el asalto al Capitolio o la injerencia electoral en Georgia. Conocemos su discurso soez, machista y xenófobo, y sus gruesas mentiras proclamadas prime time: como muestra, el botón, los gatos y perros engullidos por extranjeros o la isla basura de Puerto Rico. Trump se ha presentado a sí mismo con tintes mesiánicos como un «enviado de Dios para restaurar la grandeza de América». Una especie de arcángel custodio que cambia el pescado por la pistola de su potente industria de armamento, el credo por la billetera y el perol por la hamburguesa, en el mejor de los casos. Ejerciendo un caudillismo donde el personaje absorbe al propio partido republicano. La otra consideración es cómo la sociedad norteamericana apoya a este arcángel convicto, con tintes que recuerdan al Berlusconi más mafioso. Es indudable que nuestra percepción inducida, como suele ocurrir, no se corresponde con la realidad que viven los norteamericanos. Que la política show de allí no tiene nada que ver con la política ética que aún hoy se predica en Europa -con escaso éxito-, y que los populismos de muros y polarización, «grandes otra vez» y «nosotros primero» siempre son de fácil venta en todos sitios y empoderan a un electorado identitario. La sociedad estadounidense es mucho más compleja desde sus inicios y modelos que la nuestra: gana por goleada la individualidad sobre la colectividad, la competencia sobre la cooperación, y la economía sobre los derechos sociales. El dinero manda. China, que todos los años compra y financia la emisión de deuda norteamericana y posee las mayores reservas de oro del mundo, emerge como la gran antagonista, al margen ya de una Europa débil, envejecida y subsidiada. ¡Que Dios nos proteja!
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