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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/11/2024 05:23
El momento en que Nacho, en nombre del grupo de vecinos, entrega la máquina para escribir braille Wendy Alfaro volvió a sonreír. Ahora está agradecida y emocionada. El pasado 2 de octubre, Nicolás Alfaro, papá de la niña, estaba desesperado. Sin saber qué más hacer porque todos sus recursos se habían acabado se animó a pedir ayuda y pidió contar la situación que atravesaba a su hija: la máquina braille que Wendy usaba en la escuela para poder estudiar estaba rota y aunque estaba siendo reparada, no contaba con el dinero suficiente para retirarla. Las piezas importadas a cambiar hicieron que costo fuera de unos 400 mil pesos. Luego de dar a conocer la historia de la pequeña de 8 años en Infobae, el hombre (ciego de nacimiento al igual que la niña) comenzó a recibir una infinidad de mensajes de personas que deseaban ayudarlos; otras tantas anónimas le donaron dinero y dos hombres -que pidieron mantenerse en el anonimato pero que movieron un sinfín de voluntades- le obsequiaron dos máquinas de la marca Perkins, una cada uno. “Uno de ellos se llama Sergio, pero me pidió no dar a conocer su nombre completo. Él gestionó la donación de una máquina proveniente de Estados Unidos, la cual estuvo retenida en la Aduana y necesita reparación antes de ser usada. El otro chico es Nacho, quien fue con una máquina nueva hasta la casa de mi hermano, porque estuve unos días en Buenos Aires, y allí me la entregó”, cuenta Nicolás emocionado y agradecido desde su Mendoza natal. Wendy con su máquina Perkins nueva Final feliz En la nota anterior con Infobae, Nicolás contó que Wendy cursa el tercer grado y que “usa dos máquinas: una en la escuela y otra en casa”. Durante los días en que la primera máquina estuvo en reparación la niña debió usar otra -que ya había sido usada por su hermano mayor y hasta por su papá-, lo que significaba que los años de desgaste también se hacían notar. Pero, eso no fue todo: debido a su antigüedad, era un material rígido y muy pesado para la espalda de la niña que todos los días la cargaba en el ida y vuelta a la escuela. “No sé quién es el hombre que donó la primera máquina. Un hombre que dijo llamarse Sergio se puso en contacto conmigo y me ofreció la máquina. Sólo supe que vino de los Estados Unidos, que la máquina estuvo un tiempo en la Aduana y que la pudieron sacar hace poco tiempo de allí. A esa máquina hay que mandarla a arreglar porque está dañada. Este hombre no me dijo quién era sino que me dijo que quería mantenerse en el anonimato”, cuenta el papá de Wendy. A los pocos días, Ignacio se contactó con Infobae con el deseo de colaborar con la niña. Se comunicó con el papá de la niña y cuando Nicolás vino de visita a Buenos Aires coordinó con él la entrega de la máquina nueva. Nicolás abriendo la caja con la nueva máquina para escritura Braille de Wendy “Ahora tenemos cuatro máquinas y ya son muchas”, dice entre risas. Pero, como él cree que las cadenas de favores son las que hacen grande al mundo, ya eligió el destino para las otras máquinas. “Como las dos máquinas que teníamos en casa pudieron repararse y nos donaron otras dos, ahora tenemos cuatro y a dos las vamos a donar: una de las que nos donaron irá a una escuelita; otra de las habíamos mandado a reparar, a otra”, cuenta. Pero, no irá solo: “Wendy está muy contenta por la repercusión que tuvo contar su historia y está más que agradecida. Yo le conté todo y me dijo que irá conmigo el día que vayamos a las escuelas a donar esas dos máquinas. Ella se siente muy agradecida con toda la gente y ahora quiere hacer sus donaciones”, dice el orgulloso padre. Ahora con un poco de pena, dice: “Mi hija está emocionada porque sabe que con lo que nos donaron no sólo pudimos arreglar las máquinas sino que también pudimos contar con un buen dinero para arreglar su casita, sobre todo la parte externa. Eso era algo que tanto ella como sus hermanos anhelaban. Nuestra casa estaba bastante deteriorada”. La casa de la familia Alfaro está en Tupungato y está hecha de adobe, una técnica y material de construcción en el que se utiliza una masa de barro lograda con arcilla y arena, que se mezclan a veces con paja, y es moldeada en forma de ladrillo y secada al sol. Según contó Nicolás, la parte externa de la casa era la que necesitaba de atención urgente. “Nos queda pendiente los arreglos de la parte interna, pero ya todo lo externo se arregló, que era lo más importante”, dice y cuenta que entre lo que resta por hacer está la colocación de todas las cerámicas en los pisos y algunas paredes, además de otros detalles internos. Wendy con la antigua máquina de escribir sobre la vieja mesa. Gracias a las donaciones recibidas, también tiene en casa sillas nuevas “Para mí sería un sueño terminar de arreglar la casa de mis hijos. Ya con mucho esfuerzo pude ponerle el techo de zinc hace un tiempo y todo el sistema eléctrico nuevo”, reconoce y dice que, por suerte, para hacer estos últimos trabajos, contó con una importante colaboración. “Recibimos la ayuda de unos tíos míos, que son albañiles, y me cobraron baratísimo. Todo esto pudo lograrse gracias a la gente sino hubiera sido imposible para mí”, finaliza. Y eso no fue todo. Con el dinero recibido también pudieron comprar una cocina nueva, camas, un juego de cocina con mesa y seis sillas y un placar. El deseo de ayudar Uno de los que se puso firme con el deseo de ayudar a Wendy fue Ignacio (que prefiere no dar su nombre completo) junto al grupo de vecinos altruistas. “Somos un grupo de un barrio que se llama La Reserva Cardales, conformado por 15 personas, que al leer la nota de Infobae se activó y comenzó a trabajar para ayudar a Wendy. Hubo una persona que recibía el dinero, yo me puse con los pedidos para que trajeran la máquina de afuera. Lo que es increíble, y esto lo quiero destacar, es la diferencia en el precio: a esa misma máquina acá la trae una sola empresa, costaba 3.500 dólares y tardaba 25 días en llegar. Yo la conseguí en un mes y por un poco más de 900 dólares. Lo cuento para tener una referencia de cuánto se come todo el sistema cuando se quiere hacer algo tan noble como ayudar a que una nena que no puede, que no tiene otra forma de lograr escribir que no sea a través de una de esas máquinas, pueda hacerlo”, le dice el vecino a Infobae. Wendy y sus hermanos Kevin y Gabriel En ese tono, el joven que se contactó con este medio para comunicarse con el papá de Wendy y, finalmente, se la llevó hasta la casa de su hermano, asegura: “El valor era tres veces y medio más. Finalmente, la traje, los vecinos hicieron sus aportes y se la llevé a Nico cuando justo estaba en Buenos Aires. Y quedé en contacto con él. Me mandó un mensaje precioso de Wendy. Esto es lo que hacemos como grupo, un grupo de vecinos dispuestos a ayudar y que se activa cuando vemos una necesidad. Sólo deseamos lograr cambios reales”, confiesa. Desde hace unos días, Wendy tiene en sus manos la nueva máquina de Braille con la que podrá seguir escribiendo, que es una de las tantas cosas que más le gusta hacer. “Es más fácil y más rápido escribir en Braille que escribir en pizarra y punzón, que además es difícil porque se escribe en espejo”, describe la niña de 8 años que cursa el tercer grado en dos escuelas de Tupungato, en Mendoza, que sueña con ser maestra y que está dando todo de sí para lograrlo.
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