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» Diario Cordoba
Fecha: 07/11/2024 11:29
La Delegación de Mayores del Ayuntamiento de Córdoba ha rendido homenaje este jueves a José Delgado Zafra por su 100 cumpleaños, que se celebra hoy mismo. Este reconocimiento, que se enmarca en el Programa Cordobeses Centenarios, ha contado con la presencia del alcalde, José María Bellido, y la delegada de Mayores, Eva Contador. Con este programa, el Consistorio quiere resaltar lo importantes que son para la ciudad los cordobeses centenarios, amén de destacar el hecho de llegar a un siglo de vida es un evento extraordinario. En esta ocasión el homenaje lo ha recibido José Delgado Zafra, que nació en Posadas el 7 de noviembre de 1924. Conocido en Villarrubia como Pepe Garabato, apodo con el que también se conoce a toda la familia, fue el segundo de cinco hermanos Pedro (Perico), Andrés (Chico), Teodora (Teo) y Rafaela (Rafi) del matrimonio formado por Juan Delgado García y Rafaela Zafra Estévez. La familia subsistió pese a las penalidades de la época con la ayuda de un tío que vivía en América, que les enviaba dinero para la crianza y educación de los niños. El dinero era recibido por el dueño de una tienda de la localidad de Posadas, Garabatos, que se dedicaba a la venta de utensilios y aperos para las mulas que trabajaban en el campo. De ahí el apodo de Pepe. Un trabajador incansable Su padre era guarda jurado mayor, trabajo que desempeñó en una finca de Villarrubia, Cuevas de Artaza, propiedad por aquellos años del conde Artaza, hasta que posteriormente le asignaron la tarea de encargado de la finca. Desde su llegada a Villarrubia, la familia vivió en las casas que la propia finca tenía destinadas a los empleados y al ser nombrado encargado, su vivienda se ubicó en el antiguo secadero de Villarrubia. Su padre, además de la educación, les proporcionó un trabajo en la finca, aunque a Pepe lo que realmente le apasionaba era la mecánica de vehículos, de ahí que se dedicara, dentro de las tareas agrícolas a la labor de tractorista. Años más tarde contrajo matrimonio con Josefa Páez Trigo, y tuvieron dos hijas, Rafaela y Ana, que les dieron cinco nietos y dos biznietos. Pepe asegura que su familia era humilde, pero con muchos valores, y que sus padres, Juan y Rafaela, trabajaron mucho para que a sus hijos no les faltase de nada. Su madre cosía las camisas para los varones y cuando no tenía tela rompía las sábanas del ajuar que llevaba "para que sus hijos fuesen bien guapos". También recuerda Pepe que su madre hacía pan para la familia y a veces, desde bien temprano, daba un trozo a todo el que llegaba a su puerta pese a o tener riquezas ninguna. "Lo que ellos tenían lo repartían para los demás", recuerda. Como no había maestros ni escuela, su padre fue enseñando a todos lo más básico. Les compró una libreta, un lápiz, una goma y una cartilla para aprender a leer y cuando venía de trabajar los sentaba en la mesa y les iba explicando, para que supieran leer y escribir y tuvieran alguna cultura. Les explicaba cosas de Historia y Geografía, que era lo que más sabia, y de Matemáticas para que supiesen defenderse en la vida. También les enseñó a hacer cuentas. Su madre les enseñó a rezar. José Delgado Zafra, con el alcalde y su familia, en el Ayuntamiento de Córdoba. / RAFAEL MELLADO Desde pequeño trabajando Con solo 6 años, Pepe fue a trabajar a la fragua, que era un taller que tenía el cortijo y a los 8 años ya se convirtió en follique, es decir, en la persona que soplaba en las fraguas. Con 15 años lo subieron de categoría y ya conducía el tractor y máquinas, segadoras y cosechadoras sin motor arrastradas por un tractor. En una de aquellas máquinas sufrió un accidente, porque su jefe le mandó abrir el tapón de la máquina y se quemó. Lo llevaron al hospital a Córdoba y regresó a casa donde su madre le curó las quemaduras que tenía por todo el cuerpo. Siguió trabajando allí hasta el servicio militar, que comenzó en Sevilla, pero cuando llevaba un tiempo fue enviado a Huesca para reemplazar a los soldados que estaban en transmisiones. Aunque en un principio, la cosa era para un año, se complicó y estuvo dos. Mientras estuvo en Huesca, su madre le enviaba paquetes de comida, pero él lo que más deseaba era volver a comer su pan. Contaba que desde que recogía el paquete hasta el cuartel iba comiendo pan y cuando llegaba al cuartel ya no tenía ni un poco. A su regreso a Córdoba, su padre ya era encargado de la finca que ahora era de una de las herederas de los condes de Artaza, María Luisa Olivares Bruguera. De nuevo, tuvo otro grave accidente en el taller de los Federicos, cuando fue al soldar un bidón. La explosión le llenó de esquirlas de óxido y metal y lo tuvieron que llevar a Córdoba para curarle los ojos, pero fue su madre quien poquito a poco y con unas pinzas de depilar le quitó todas las esquirlas. Pepe ha sido un trabajador incansable y un padre de familia muy luchador que, pese a las adversidades de la vida, ha estado siempre al frente y ayudando a toda su familia. A diario disfruta de su charla diaria en el Parlamento, como él llama a reunirse con sus amigos en el parque. También le encanta ir a comer al pantano con su nieta y disfrutar de las vistas comiendo unas sardinitas. Con la ayuda del teléfono le gusta estar informado de su familia, está pendiente de todos, incluidas sus hermanas, a las que llama con mucha frecuencia.
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