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» Diario Cordoba
Fecha: 07/11/2024 10:25
El recientemente bautizado como Puente de la Solidaridad conecta Valencia capital con las localidades más afectadas por la DANA. Por él pasan a diario miles de voluntarios venidos de todas partes de España. La ciudad está colapsada por igual entre la solidaridad y el desastre. El camino por el viaducto se hace con una pala en la mano y en completo silencio. Tras bajar las escaleras, las pegatinas con el lema de este drama, El poble salva al poble, se entremezclan con llamadas de auxilio: «Mi amiga Violeta sigue desaparecida, si sabéis algo, llamar a los siguientes números», dice uno de ellos. El primer municipio es La Torre, aunque es más al norte donde se percibe el daño real del temporal. Benetússer, Sefavi, Paiporta, Alfafar, Catarroja... Conforme se avanza, el panorama empeora. Las avenidas principales son transitables, ya que por ellas discurren la ayuda y el material pesado. En una de ellas, varios vecinos hacen cola junto a un local de lotería con gesto serio. «No compramos por esperanza, sino por desesperación», comenta uno de ellos. Un engranaje a pleno rendimiento / A.J GONZÁLEZ Ocho días después Ocho días después de la catástrofe, decenas de calles de lugares como Alfafar continúan con agua hasta la altura de la rodilla. El olor cada vez es más insoportable y hace falta usar mascarilla para respirar. Frente a la puerta de su casa, Carlos de León fuma un cigarrillo mientras mantiene la mirada clavada en el fango que casi acaba con su vida. «Estaba sentado en el sofá cuando vi entrar agua por la puerta, la abrí pensando que era una tubería rota y, de repente, una avalancha se vino sobre mí. Todo se inundó y tuve que bucear, retirar un tablón y salir por el patio como pude. Me agarré a una cornisa de milagro», cuenta. De su vivienda han quedado únicamente cuatro paredes «inservibles» . Aún en shock, retiran el lodo de las calles mientras solo piensan en una cosa, «salir adelante». Unas calles más arriba, Isabel Campoy, de 73 años, relata que el desastre le pilló en la planta de arriba. «Fue la peor noche de mi vida, horas llorando y rezando porque el agua no subiera más», asegura. El lunes los voluntarios terminaron de sacar sus enseres del bajo. Coches destrozados y apilados en un parque. / A. J. González En Benetússer, Manuel Medina ha asumido el destrozo completo de la primera planta «con entereza, porque no queda otra». Aunque con un hilo de voz manda un mensaje, «ahora todos aguantamos y tiramos hacia adelante. No lo hemos digerido aún, cuando lo hagamos, de aquí a unas semanas, explotaremos». Bomberos retiran los frigoríficos destrozados de una tienda. / A. J. González Sueños destrozados Muchos sueños también han sido arrasados, como es el caso de Zhou. Esta mujer china llegó a Benetússer en septiembre. Para ganarse la vida compró un bar del que ya no queda nada. «He sufrido mucho para perderlo tan rápido», cuenta mientras llora desconsoladamente en un poyete. Jorge Donderis, de 26 años, había creado su propia carnicería a inicios de este año. Tras ser arrasada por el agua, la ha reconvertido en un puesto de ayuda, «es la única forma de aportar y de honrar a mi primo Joan, que murió aquella noche». Aunque no sabe cuándo, tiene claro que reabrirá y llamará al establecimiento Carnicería Joan. Frente a él, Gerardo Ramírez examina los electrodomésticos de su tienda, «es una de las que tenemos, las otras dos están en Valencia, pero esta era especial, la abrió mi padre hace más de 70 años. «Esto no vale una mierda», dice mientras inspecciona un frigorífico. Acto seguido, le pega una patada y se limpia lágrimas con la mascarilla, «no ha quedado ningún negocio en la zona», sentencia. Material de un bajo tras ser despejado. / A. J. González Jorge, Zhou, Carlos, Isabel y tantos otros son el reflejo de las vidas y sueños que el lodo se llevó y que ya nada ni nadie podrá recuperar. Suscríbete para seguir leyendo
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