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» Diario Cordoba
Fecha: 06/11/2024 18:16
Aunque había tenido papeles destacados en series tan populares como 'Velvet', 'Bandolera' e 'Hispania, la leyenda', Javier Rey (Noia, A Coruña, 1980) dio un golpe sobre la mesa como actor cuando se puso en la piel de Sito Miñanco en 'Fariña'. A partir de ahí no ha parado: 'Hache', 'Mentiras', 'Las de la última fila', 'Los pacientes del doctor García', 'Sin fin', 'El verano que vivimos', 'La cima'... Ahora le toca sufrir (y tocar el piano) en 'La última noche en Tremor', la adaptación que ha hecho para Netflix Oriol Paulo ('Contratiempo', 'Los renglones torcidos de Dios', 'El inocente') de la novela homónima de Mikel Santiago. ¿Le recomendaron leerse la novela? ¿O le dijeron que no lo hiciera? Oriol nos dio libertad total. Yo preferí no leerla porque hay un momento en el que la serie toma otra dimensión y decidí que toda la información tenía que estar en los guiones. Me prometí leerla cuando terminara el rodaje, pero ahora me cuesta acercarme a ese mundo. Creo que voy a tardar bastante. ¿Tal vez porque su personaje, Álex, sufre de principio a fin? Sufre mucho, pero con un cierto grado de razón por lo que le pasa y por su lugar de partida, que es muy interesante. Oriol decide dar esa información poco a poco, para comprender también cómo sufre en el momento actual. Él siente que si no reacciona van a ocurrir cosas trágicas, y lo que le pasa es bastante descomunal, totalmente frenético. ¿Marca hacer un personaje que lo pasa tan mal durante toda la miniserie, o le resultaba fácil desprenderse de él después del rodaje? Construirlo y destruirlo va en el trabajo. Lo que pasa es que el rodaje de esta serie ha sido más cinematográfico que muchas de las películas que he hecho. En un filme normalmente arrastras este tipo de sensaciones durante más o menos tres meses, y aquí fueron ocho. Entonces, de una manera u otra, es inevitable que se quede ahí algo de lo que construyes para que el personaje funcione y sea real lo que le ocurre. Pero con el paso del tiempo esas sensaciones se acaban diluyendo y terminan marchándose, aunque a veces las eches de menos. Parece difícil echarlas de menos con la agonía que pasa Álex. Sí, porque todo está mezclado. Estaba con gente que me cuidaba, que me protegía, y disfrutaba viendo lo que hacían, había mucho talento por metro cuadrado ahí metido. Así que tengo sensaciones mezcladas de amor y de dolor juntas en este rodaje. No es la primera vez que hace una serie basada en una novela de éxito. De hecho, hace poco protagonizó 'Los pacientes del doctor García', de Almudena Grandes. ¿Es una gran responsabilidad interpretar a un personaje del que ya se habían hecho una idea en su cabeza miles de lectores? Siempre es una responsabilidad muy grande. Normalmente los lectores lo ven con un cierto grado de distancia, porque cada uno le ha metido muchas cosas: un físico, una voz, unos tempos, unas pausas. Y luego, cuando ve la obra, exige de alguna manera eso. Pero partiendo que será un poco complicado para la gente que lo haya leído, creo que aquí lo hemos hecho con tanta verdad, hemos llevado al límite a los personajes desde un lugar tan sumamente realista, que creo que no hay opción para que no lo vean de otra manera. A mí me parece que a los lectores les va a fascinar porque, además, con esa dimensión que se abre en la serie, sus mentes van a jugar desde otro lugar. Su personaje tiene múltiples escenas tocando el piano. ¿Le dieron clases? Oriol me pidió dos cosas cuando nos sentamos la primera vez: que no me afeitara más y que empezara clases de piano. Hice las dos. Estaba rodando una película en Sevilla y cuando terminaba iba a clases de piano. Teniendo en cuenta que no sé solfeo, han inventado para mí nuevos métodos de enseñanza para tocar el piano gracias a esta serie: por colores, por señas, un poco de todo... ¿Le resultó muy complicado? Hay varias fases. Por un lado está la tecnología y hay manos amigas que me sustituían. Y luego, al echarle horas y como Oriol es un valiente, de repente, coincidía que los dedos iban a los lugares que tenían que ir cuando Uri pasaba con la cámara por ahí. Entre mucha ayuda, da la sensación de que toco el piano de manera real. Pero Álex no es alguien que solo toque el piano, sino que es un genio que lleva desde los 4 años haciéndolo y, luego, dirigiendo. Así que es imposible llegar a eso en uno o dos años. Yo me conformaba con tener una relación sana con el mueble. Hay preguntas que te dan un montón de información, no solo que tus dedos actúen cómo los de un pianista: ¿Cómo te mueves? ¿Cómo levantas una tapa? ¿Cómo te sientas? ¿Ha quedado harto de piano? ¡Sí! Una de las cosas que hemos hecho, que para un actor es casi lo mejor que le puede ocurrir, es que rodábamos enteras un montón de secuencias donde se incluyen 'flashbacks' de los personajes. A lo mejor eran escenas larguísimas de 11, 12 o 15 minutos. Eso no se suele hacer, normalmente solo se hace lo que se va a montar. Pero Oriol quería que los personajes estuvieran en esos tempos reales. Hubo días donde tenía secuencias largas desde diferentes lugares tocando el piano, con la cámara moviéndose, con alguien dándote información en ese momento, y aparte estabas como actor con tu dolorcito y tus cosas. Ahora yo asocio todo eso a un piano. Es un mueble maravilloso, pero no lo quiero volver a tocar en mi vida. Uno de sus proyectos de futuro es dirigir. ¿Ha aprendido mucho de Oriol? Ojalá, pero sería otra manera de dirigir porque él es único. Yo tenía muchísimas ganas de trabajar con él. Y eso que usted iba para ciclista... Pero no me dieron las piernas. ¿Sigue practicando ese deporte? No te creas. Cuando colgué la bici, la colgué de mala hostia, en plan: ahí te quedas. Ahora la cojo pero practico más otros deportes. Ese sueño de niño no pudo ser.
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