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Fecha: 06/11/2024 02:52
El artista llegó a la capital provincial este fin de semana e hizo vibrar a todos. Al fondo del escenario de UMMA, una carta del tarot de Marsella iluminada preside el lugar. Es Le Mat (el Loco) uno de los arcanos mayores. Su significado está ligado a la libertad, a lo nuevo, a la valentía, a la inocencia. A los costados están los trapos. Con los colores que identifican a los pueblos originarios, puede leerse en guaraní: Ka’aguy Ñame (Nuestro Monte) y en castellano, Volver al origen. Al frente de esa bandera hay otra que dice ¡Tekoa Peruty “A” Presente! Y la apelación a entender la historia y las luchas de los pueblos originarios como algo vivo. Hacia bajo la ubicación de la comunidad. El Alcázar, Misiones. Al lado otras banderas que ilustran a un Diego Maradona iluminado y con sus manos rezando, o agradeciendo – tal vez -. Ese fue el espacio donde Manu Chao ofició la ceremonia de su encuentro con el público misionero junto a Matumati y Rayo aka Big Buda. A la manera de antiguos rituales afros la energía circuló entre los artistas y su público desencadenado la euforia, la fiesta y el baile. Antes, el rosarino barcelonés que forma parte del “super acústico” compartió un breve set de canciones, entre ellas Espejismo (“Lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir”) de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Después, subieron al escenario integrantes del pueblo mbya guaraní quienes exigieron ser considerados sujetos de derechos. A partir de ahí todo se desató. Dos guitarras, una pandereta y un secuenciador fueron la base de un dionisíaco ritual de liberación, testimonio y goce. La forma en que Manu Chao organiza su repertorio es el de una perfomance donde las frases melódicas (y sus respectivas letras) pueden ser integradas en un flujo sonoro que solo se detiene, para seguir. A la manera de un caleidoscopio en permanente movimiento, cada fragmento forma parte de un todo cuya luminosidad refractaria va creando nuevos sentidos. Los oficiantes despliegan recursos y entrega a través del virtuosismo musical de Matumati en la guitarra y efectos, el fraseo melódico de Manu Chao y el flow explosivo y contundente de Rayo aka Big Buda. Con Vecinos en el mar se inicia lo que podría ser la primera estacionalidad del show. Allí se escucharon, entre otros, Me llaman calle de La Radiolina, Me quedo contigo, el clásico de Los Chunguitos (“Si me das a elegir..”, La Vida es una tómbola (“Si yo fuera Maradona, viviría como él”) y Huelga de Amores de Divididos. En todo ese fluir aparecieron frases de Se fuerza la máquina del Gato Pérez. Hay un arco dramático donde se va creando climas por donde la energía va subiendo, y se manifiesta en el canto, en el tarareo enérgico, en la fiesta amorosa y afectuosa. El repertorio de Manu Chao es extenso y en la celebración cualquier frase, cualquier canción, puede ser utilizada como instrumento para el goce y el encuentro. Mr. Bobby, el homenaje a Bob Marley, King of Congo, Mentira (“Todo es mentira ¿Por qué será?”) se van sucediendo entretejiendo los ritmos del corazón. Dos estaciones después (a la vuelta del segundo bis) se sumó al trío Kreiluz, una de las reconocidas representantes de Misiones en el freestyle, rapeando con estilo y sabiduría. En la última, en representación de Ha’e Kuera Ñande Kuera, la banda intercultural Colectivo de Arte y Resistencia Mbya estuvo sobre el escenario Recove Rap. Cómo un leitmotiv en una película de Federico Fellini, el tema Pinocchio (Viaggio in groppa al tonno) de Francesco Bianconi, habilitó una suerte de descarga física de los músicos que – por un momento – dejaban sus instrumentos para bailar sobre el escenario. La fiesta parecía no tener fin. Sonaron, anticipando la despedida, Clandestino, Desaparecido, Bienvenidos a Tijuana, ¿Cómo que no? del uruguayo Gustavo “ El Príncipe” Pena y Me gustas tu. Fueron dos horas y cuarenta minutos de una celebración adrenalínica inagotable donde participaron más de mil personas en la noche del domingo en Posadas. Acto mágico, ritual de encuentro, de entonar las consignas que proclaman un mundo más justo, de cantar las canciones del amor popular, de bancar los trapos y, en fin, de saber que la energía es – sin dudas – es colectiva. Crónica: Café Azar Fotografías: Marcos Otaño
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