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» Sin Mordaza
Fecha: 04/11/2024 17:53
Las calles de Valencia aún muestran las cicatrices de la devastación. La ciudad y sus alrededores, especialmente zonas residenciales como Picaña, se ven atrapadas en una lucha diaria por recuperar lo perdido en una de las peores inundaciones registradas en la región. Leonardo Miretti, santafesino de nacimiento y valenciano por elección, cuenta en una conversación desde Paiporta cómo su vida y su negocio fueron barridos por el agua, mientras el enojo de la población se intensifica frente a la falta de respuestas inmediatas. “Las primeras alarmas sonaron cuando el agua ya nos llegaba a la cintura”, relató Miretti. Él y su familia apenas tuvieron tiempo para reaccionar. Al principio, confiado en que su barrio, que nunca antes se había inundado, no se vería afectado, Miretti casi desestimó las advertencias de su hijo. “Pensé que nunca Picaña se inundaría; no llovía en nuestro lugar. Pero en 20 minutos, el barranco comenzó a desbordarse y en cuestión de minutos ya había medio metro de agua con una corriente tremenda”, describió. La familia tuvo que refugiarse en el patio y pasar dos horas sosteniéndose de una reja, mientras las alarmas continuaban llegando. La frustración es evidente. Leonardo, quien vivió de cerca la histórica inundación de 2003 en Santa Fe, señala la desorganización y la falta de previsión en las respuestas. "La gente está enojada, principalmente con los políticos. El agua venía de otros pueblos y todos sabían que llegaría aquí, pero las alertas llegaron tarde", explica. La angustia de los vecinos creció al ver cómo el gobierno local y las autoridades nacionales discutían sobre quién debía pedir ayuda y quién debía gestionarla. La magnitud del desastre no solo dejó hogares destrozados; varios centros comerciales y cocheras subterráneas quedaron sepultados bajo metros de agua. "Hay estacionamientos con capacidad para miles de autos que todavía están inundados. Las bombas que están usando parecen juguetes en comparación con la cantidad de agua que deben drenar", lamentó. Sin embargo, los esfuerzos para volver a una normalidad siguen adelante. Leonardo, junto a su familia, se ha trasladado temporalmente al departamento de su hija en un tercer piso en Paiporta. “Perdimos todo, y tampoco sé cuándo podré regresar a casa. Se rompieron puertas y ventanas, y hasta tuvimos que deshacernos de los electrodomésticos”, contó con resignación. El negocio de Leonardo, su fuente de ingresos, tampoco escapó de la furia del agua. "Quedó vacío, pelado. Se lo llevó todo la corriente", explicó. Ahora, con el local desmantelado y sin saber si podrá recuperarlo, Miretti enfrenta la perspectiva de comenzar de cero. Desde el gobierno, las promesas de ayuda y subsidios han sido abundantes, pero poco se ha concretado hasta ahora. Miretti mencionó que solo en los próximos días podría haber anuncios oficiales sobre créditos y subsidios. "Hasta ahora, el Estado apareció recién a los tres días de la inundación”, señaló. Mientras tanto, Valencia Ciudad, gracias a su desvío del río Turia, pudo evitar el desastre. “Es una locura; al otro lado del río la gente hace vida normal, mientras aquí estamos en ruinas”, comentó Miretti. Esa disparidad ha permitido que voluntarios de la ciudad se acerquen a ayudar en las zonas afectadas, lo cual ha dado un respiro a los vecinos de áreas periféricas. La reconstrucción en Valencia es un desafío monumental, y para Leonardo Miretti y su familia, cada día es una prueba de resistencia y esperanza. Como en el popular tema de Alejandro Lerner, su misión ahora es “volver a empezar”. Escuchar la nota completa:
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