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» Diario Cordoba
Fecha: 04/11/2024 08:11
Les describo el escenario: un bar corriente, una barra de doce metros; tras la barra, una mujer y un hombre de edades medianas -cincuenta años, más o menos- atendiendo a los parroquianos, que en las 10 de la mañana encuentran su hora álgida para tomar café. Los dos tienen el trabajo bien distribuido e integrado, sin titubeos, con seguridad. Él, ante la máquina de los cafés; ella, detiene de vez en cuando su ir y venir para apuntarle claramente y sin prisa cómo los quiere: uno doble, dos descafeinados, uno de ellos más largo de café que el otro; mientras, pone en un plato una taza vacía y al lado un sobre, porque alguien ha pedido cacao soluble; y sigue deslizándose a lo largo de la barra, tomando los pedidos. Cuando están los cafés fuera, los coloca en sus platos correspondientes, toma una jarra de leche en cada mano -caliente y fría- y le va preguntando a cada cliente como lo quiere: ¿Le pongo un poco de la fría o toda caliente? Y va echando pequeños chorritos hasta que los deja en el punto exacto que le han solicitado. Todo, sin prisas, sin voces, sin atropellamientos, sin estrés; con amabilidad. Otro escenario: un museo arqueológico -no empiecen a darle vueltas a la cabeza, que no es el de aquí- de una ciudad andaluza. Recorro las salas de la planta baja, que exhiben en vitrinas objetos fenicio-púnicos y romanos. No puedo subir a la planta superior, porque la escalera está clausurada con un cordón rojo. Pregunto al vigilante de sala, que está sentado en una silla, por qué está cortada la escalera y si puedo subir por otro sitio. Me contesta secamente, en el límite de la corrección, diría yo, que las salas de arriba no se pueden visitar porque están en obras; que en la puerta lo pone en un cartel bien grande y que si no lo he visto al entrar. Pues no, no lo he visto, pero me retiro enseguida, porque estoy viendo que va a terminar dándome un pescozón por tonta y no fijarme en las cosas. Todo un ejemplo de descortesía, como mínimo. Dice un proverbio chino -la riqueza de proverbios chinos sólo es comparable a la de nuestro refranero- que si no sabes sonreír, no pongas una tienda. Según esto, desde luego, la señora del bar podría poner todas las tiendas que quisiera, aunque hay muchos propietarios de tiendas que no sonríen; en cambio, el vigilante del museo, no vendería ni una escoba. La amabilidad es la cualidad de ser amable, es decir, digno de ser amado; hacerse querer por el trato afectuoso y cordial. Es curioso. En el mismo día y en la misma ciudad, dos comportamientos tan contrapuestos. Como solemos decir, el mismo trabajo cuestan una y otra cosa. ¿O no? *Académica Suscríbete para seguir leyendo
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