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» Diario Cordoba
Fecha: 04/11/2024 08:10
La concesión del tercer grado penitenciario es sinónimo de celebración entre los reclusos al acceder entonces a una vida de semilibertad. Todavía supone una mayor alegría para los reos que arrastran grandes condenas por delitos de sangre, como era el caso de Pedro Antonio Alonso Alonso, alias el Quemamotos, el vecino de Alhama de Aragón (Zaragoza) que fue condenado a 21 años de cárcel por asesinar a un agricultor jubilado mientras dormía una noche de verano del 18 de julio de 2003. El vencimiento de sus penas se situaba en 2030 al sumar condenas por otros hechos pero, mientras disfrutaba del tercer grado, decidió volver a las andadas al agredir a dos policías nacionales que tranquilizaban a su novia después de que sufriera un brote autolítico. Otra vez se encuentra interno en el centro penitenciario de Zuera. Desde allí espera a volver a sentarse en el banquillo de los acusados una vez que, a lo largo de las últimas semanas, se haya formulado escrito de acusación contra el criminal como presunto autor de un delito de atentado contra agente de la autoridad y de un segundo delito de lesiones leves por los que afronta dos años de cárcel y el pago de una multa de 720 euros, respectivamente. Y es que Alonso golpeó supuestamente a los agentes con un trozo de rodapié e incluso intento arrebatarles la pistola mientras les insultaba. «¡No os he matado porque no he querido!», les llegó a decir, estando ya en dependencias policiales. Los hechos referidos se remontan a la tarde del pasado 31 de julio, en torno a las 18.30 horas, cuando la sala de emergencias del 091 recibió la llamada de unos padres alertando de que su hija estaba sufriendo un brote autolítico y que se mostraba muy agresiva con ellos. Hasta el domicilio ubicado en la calle Casta Álvarez fueron comisionadas varias dotaciones de la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, cuyos efectivos trataron de calmar a la chica para trasladarla al hospital Universitario Miguel Servet. Pero esta última se revolvió ante ellos al escuchar sus intenciones, de ahí que se vieran obligados a inmovilizarla para traladarla en ambulancia. Fue entonces cuando entró en escena Pedro Antonio Alonso para evitar que los agentes llevaran a su pareja al citado centro hospitalario. Primero lo hizo increpando –«hijos de puta, os vais a enterar, no le hagáis nada a mi mujer», les gritó– y luego golpeando con un trozo de rodapié a dos agentes que acabaron cayendo al suelo. Ahí intentó arrebatarles la pistola en reiteradas ocasiones, pero no lo consiguió por el sistema de seguridad del arma. Al final fue detenido y trasladado a las dependencias policiales de la comisaría Actur-Rey Fernando, donde los agentes consultaron su hoja de antecedentes y comprobaron su pasado criminal. Con esta carta de presentación en el juzgado de guardia, el juez acordó el inmediato ingreso en prisión del Quemamotos, defendido por el penalista Cristian Monclús. La madrugada del 18 de julio de 2003, Pedro Antonio Alonso accedió a la casa de Pascual Gil, de 66 años, «con ánimo no determinado» y le asesinó «estando acostado», de ahí que no existiera «ningún signo de defensa» en el cadáver. Y es que, a lo largo del juicio, el asesino no supo explicar «el motivo» del crimen. «Yo iba muy bebido y algo tuvo que decirme o hacerme Pascual para que le matara», declaró el criminal, al que un jurado popular consideró culpable y luego el presidente del tribunal le impuso una condena de 19 años de cárcel por el asesinato y otros dos por el allanamiento de morada.
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