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» Diario Cordoba
Fecha: 04/11/2024 07:53
«El caballo de América nace en Córdoba», con esta afirmación el estudioso de la historia del caballo, Joaquín Zurita, responde al último estudio publicado en la revista Science, que asegura que los animales que montaban los indios americanos y cowboys, tienen su origen en el sur de Europa. «Después de la llegada de Cristóbal Colón, durante los siglos XVI y XVII, se produce todo el proceso colonizador del continente», explica Zurita. «En los barcos fundamentalmente viajaba una tropa de marinería, que no llevaba animales, y luego iban los señores y nobles. Estos sí tenían caballos, y el de la clase social dominante de la época era el que se criaba en Córdoba. Además, eran animales muy fuertes y con una resistencia que les permitía soportar las duras condiciones de la travesía», prosigue diciendo. Antes de nada, es necesario explicar por qué, lo que Zurita denomina como «la fábrica del caballo a nivel mundial» en la Edad Media y Moderna, se encontraba en Córdoba. Tal y como se recoge en el libro Origen del caballo de pura raza española, publicado por Caballerizas Reales, la vinculación de este animal con el territorio que corresponde actualmente a la provincia, nace en época prerromana. Sin embargo, es con Corduba cuando se asientan las bases de esta tradición equina. Los caballos rápidamente adquirieron fama en todo el imperio por su vigorosidad, resistencia y belleza. Su popularidad alcanzó tal magnitud, que muchos de ellos fueron enviados al Coliseo Romano. Con la llegada de los musulmanes en el 711 el caballo juega un papel diferente, pero igualmente importante a nivel social. Se crearon las célebres yeguadas de los califas omeyas, cuyos animales pastaban en las inmediaciones de Medina Azahara y eran todo un símbolo de poder. Tras la Reconquista, el caballo de Córdoba se reafirma como símbolo de poder. Carlos I era un apasionado de este mundo y adoptó el caballo de Córdoba como el de la realeza y nobleza. De hecho, su proveedor contaba con animales en el norte de la provincia. Pero el impulso definitivo llegó con Felipe II, que en 1567 ordenó construir las Reales Caballerizas de Córdoba con el fin de crear una nueva raza de caballos en la ciudad aprovechando los conocimientos después de más de quince siglos de historia y de cuatro civilizaciones diferentes. El encargado de esta tarea fue el cordobés Diego López de Haro. Cuando la caballeriza estuvo concluida, el monarca convocó Cortes en Córdoba, pudiendo conocer de primera mano los resultados de su proyecto. A partir de entonces, la posesión de un caballo cordobés era un símbolo inequívoco de poder y cercanía a la Corona. Además, Felipe II y sus sucesores, regalaron ejemplares a familias reales y nobles de toda Europa. Papel en el Nuevo Mundo Volviendo a la conquista de América, estos animales se convirtieron en todo un símbolo que además impresionaba a las poblaciones cuando un conquistador llegaba con su armadura a lomos de un animal con ese tamaño y fortaleza. Joaquín Zurita, no solo destaca la importancia de la especie en la toma de territorios por parte del imperio, sino que «esto hizo que se extendieran por todo el continente». «La relación entre el pura raza español y las diferentes razas presentes en América es bastante evidente», prosigue Zurita. «El más parecido a nivel de fenotipo es, sin duda, el criollo argentino, aunque hay también muchas semejanzas con otras especies como el mustang estadounidense. Esto es una muestra evidente de que el pura raza se extendió desde la actual Canadá hasta Tierra del Fuego (Argentina)», resume. «Indudablemente, el paso de los siglos y el cruce con otras razas que llegaron, por ejemplo de Reino Unido, provocó que cada lugar desarrollara su propia raza», matiza. No obstante, concluye el estudioso que «el tronco genético de los caballos, no solo de los que usaron los cowboys, sino poblaciones de toda América, nace en Córdoba». Impacto en la tradición Joaquín Zurita va más allá del propio animal y cita en repetidas ocasiones el término «cultura del caballo». Para él, el legado cordobés en el continente va mucho más allá del propio animal, alcanzando la manera de entenderlo y, sobre todo, de montarlo. «La monta vaquera tiene su origen en la monta gineta, que nace en Córdoba», señala. «Las similitudes con la manera de montar de los charros mexicanos o los cowboys estadounidenses son más que evidentes», remarca Zurita citando varios ejemplos. Por otro lado, «el sombrero de ala ancha es una evolución del cordobés, pero sobre todo la manera de dominar al animal, un estilo de doma rápido y ágil, que se hace con la mano izquierda, con estribos más anchos y una montura más alta en sus extremos. Todo eso bebe de Córdoba, que ha dejado una huella imborrable en la cultura del caballo estadounidense», resume un Zurita. El estudioso termina advirtiendo que «solo basta fijarse en esos detalles en cualquier western». Suscríbete para seguir leyendo
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