05/11/2024 01:09
05/11/2024 01:08
05/11/2024 01:08
05/11/2024 01:08
05/11/2024 01:08
05/11/2024 01:07
05/11/2024 01:07
05/11/2024 01:06
05/11/2024 01:06
05/11/2024 01:05
» Diario Cordoba
Fecha: 04/11/2024 07:46
No hace tanto tiempo, los diplomáticos de Estados Unidos viajaban por el mundo presionando a gobiernos extranjeros para que abrieran sus mercados, eliminaran las barreras arancelarias y abrazaran las bondades del libre comercio. Una labor que abrió múltiples oportunidades para las multinacionales estadounidenses y sirvió para poner los cimientos de la globalización a finales del siglo pasado y principios del actual. Dos décadas después, aquel marco está pasando a mejor vida, como explicó en primavera el asesor de Seguridad Nacional, Jack Sullivan, al afirmar que la protección de ciertas industrias estratégicas debería reemplazar al libre comercio como objetivo político de EEUU. "Es el nuevo consenso en Washington", dijo el alto cargo de la Administración Biden. El péndulo empezó a cambiar después de que Donald Trump impusiera varias rondas de aranceles sectoriales durante su presidencia, que abrieron guerras comerciales con Europa o China. Y se consolidó con Joe Biden, que no solo mantuvo muchas de las medidas proteccionistas de Trump, sino que añadió otras a los semiconductores o vehículos eléctricos procedentes del gigante asiático. Aquel aperitivo podría alcanzar próximamente extremos nunca vistos desde inicios del siglo XX, cuando el exceso de celo proteccionista de EEUU contribuyó decisivamente a la Gran Depresión. Particularmente si gana el republicano. "Para mí, la palabra más bonita del diccionario es arancel. Es mi palabra favorita", dijo durante un mitin en Chicago. Los planes de Trump El neoyorkino pretende hacer de los aranceles el pilar de su política económica con la intención de impulsar la industria nacional, promover la repatriación de empresas y proteger el empleo en EEUU. Sus planes incluyen un "impuesto automático" --entre el 10% y el 20%-- a todos los productos importados, también desde países aliados. En el caso de China aumentaría al 60%. Y en productos como los coches de cualquier procedencia llegaría al 100%. Unos planes que tienen enormemente preocupados a los economistas y que están obligando a numerosos países a preparar planes de contingencia ante la potencial guerra comercial que se avecina. "Las economías mundiales están tan entrelazadas que desacoplarlas sería increíblemente disruptivo para EEUU", ha dicho el economista Douglas Irwin, autor de una obra de referencia sobre historia de la política comercial de su país. "Tendría consecuencias sobre toda la economía de un modo que es muy difícil de predecir". Y es que los aranceles no son otra cosa que un impuesto a las importaciones que, según el consenso entre los economistas, se acaba trasladando tarde o temprano a los consumidores y las empresas, que pagan más por sus materias primas o suministros. Paralelamente afectan a los exportadores, dado que se espera que el resto del mundo imponga contramedidas para penalizar los productos estadounidenses. Y si bien podrían ayudar a que parte de la cadena de suministro vuelva a EEUU, beneficiando por el camino a algunas industrias, los economistas creen que los perjuicios superan a los beneficios. "Podríamos ver una caída dramática en las exportaciones de EEUU", le ha dicho a la cadena ABC News, la economista de la American University Kara Reynolds. Temor a una recesión Algunos ya han anticipado una recesión en EEUU si Trump pone en práctica sus planes en caso de ganar las elecciones. Según el Instituto Peterson, los costes para la familia media estadounidense aumentarán en 2.600 dólares anuales. Desde la campaña del republicano se acusa de catastrofismo a "las élites de Wall Street". Tienen razón al afirmar que el mundo no se acabó cuando Trump recurrió a los aranceles durante su primera presidencia, pero también es cierto que se acabaron cebando con algunos sectores. Según la Tax Foundation, le costaron a EEUU 166.000 empleos, una cifra que el US-China Business Council eleva a 250.000. Paralelamente, las exportaciones de soja a China cayeron de los 12.000 millones en 2017 a los 3.000 en 2018 después de que Pekín respondiera con sus propios aranceles, lo que obligó a la Casa Blanca a rescatar a sus granjeros con subvenciones. Kamala Harris ha criticado los planes de Trump, pero poco se sabe de sus intenciones en esta materia, más allá de que pretende mantener el proteccionismo en algunas industrias como los vehículos eléctricos o los chips.
Ver noticia original