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» Diario Cordoba
Fecha: 04/11/2024 07:14
La pesca es en la actualidad uno de los pilares que sustentan la seguridad alimentaria en todo el planeta, no solo en las zonas bañadas por mares y océanos, aunque es verdad que hay países que dependen más de este recurso que otros. A la cabeza sobresalen varias regiones de Asia y África, donde el pescado supone el 50% de toda la proteína animal que consumen sus habitantes. En paralelo, sus implicaciones económicas no son menores: este sector emplea a casi 60 millones de personas en todo el mundo. Este más que relevante peso en la riqueza mundial ha hecho que sus repercusiones en el medio ambiente se hayan pasado por alto durante décadas. Pero el reto de hallar formas de pesca sostenibles no puede esperar más. Según el CSIC, el 35% de todas las poblaciones de peces están sobreexplotadas, pero en el Mediterráneo son el 60% En base a datos recogidos en el artículo ‘Ciencia para una pesca sostenible’ de la revista CSIC Investiga, el 35% de todas las poblaciones de peces conocidas están sobreexplotadas. En el caso del Mediterráneo, la situación es tan dramática que esta cifra se eleva al 60% y el mar que baña media Península Ibérica es la segunda región más castigada a nivel internacional. La responsabilidad de España no se puede obviar, ya que es el país que encabeza la producción pesquera de la Unión Europea y el segundo del continente, solo por detrás de Noruega. Por si fuera poco, también figura en el ‘top cinco’ de mayores flotas de larga distancia junto a potencias como China, Taiwán, Japón y Corea del Sur. Situación actual de las poblaciones de peces en el mundo / FAO ¿Qué es exactamente la pesca sostenible? El Marine Stewardship Council la describe como una actividad que prioriza «dejar suficientes peces en el mar, evitando la sobrepesca, para que su población se pueda reproducir de forma adecuada, renovándose de manera continua, manteniéndose saludable y productiva». Aquí entra en juego un factor crucial: el rendimiento máximo sostenible, un término que se empezó a escuchar en la década de los 70. David Costalago, científico marítimo de Oceana, lo explica: «Es la cantidad, o biomasa, que se puede extraer de una población de forma que queden suficientes ejemplares para que vuelva al estado que tenía antes de la pesca». Eso sí, también recuerda que ese no es indicador perfecto, porque solo tiene en cuenta a una especie. Es decir, obvia los efectos que la disminución de una población concreta puede tener en el resto del ecosistema. «Ocurre por ejemplo con la anchoa o la sardina, que son claves en toda la cadena alimentaria, porque transfieren energía desde la base a todas las especies que hay en el mar. Casi todos los peces grandes se alimentan de ellas, porque son muy abundantes: salmones, merluzas, atunes, caballas, ballenas, aves marinas…», indica. La conclusión es evidente: incluso en un escenario ideal en el que estas cuotas se cumpliesen a rajatabla, la tensión a la que están sometidos los océanos se rebajaría, pero no desaparecería del todo. La casi imposible tarea de controlar las flotas ilegales Otro de los inconvenientes es que vigilar que se respeten los máximos de capturas que fijan los gobiernos es casi una utopía. «Las flotas industriales de larga distancia, las de los países ricos como China, se van a faenar a otras aguas que se rigen por regulaciones más laxas o que no tienen capacidad para patrullar la costa. Ahí nace la pesca ilegal», subraya Costalago, que tampoco pasa por alto las trabas que suponen las banderas de conveniencia, es decir, barcos occidentales que enarbolan pabellón de paraísos fiscales. En esos casos, al problema de la sobrepesca se unen delitos de corrupción o, incluso, de crímenes de lesa humanidad y esclavitud. Pesqueros chinos saliendo de puerto para ir a faenar / AP Hay dos casos especialmente dramáticos de especies en peligro de extinción por el agotamiento de recursos pesqueros: el pingüino africano y la vaquita marina. Los científicos estiman que el primero, que solo resiste en las costas de Sudáfrica y Namibia, no sobrevivirá como especie más de diez años. El 40% de las capturas mundiales son accidentales, es decir, no deseadas, y gran parte de la culpa es de la pesca de arrastre El segundo, un mamífero blanco y negro de alrededor de un metro de largo, sucumbirá como consecuencia de las capturas descontroladas de totoaba, un pez similar a la corvina que es objeto de deseo de las mafias por su valor en la medicina tradicional china. Pese a que no es el objetivo, la vaquita marina perece atrapada en las redes. Otra víctima de la pesca accidental. Por desgracia, no es una excepción. Un informe de WWF estima que el 40% de las capturas mundiales no son deseadas. Esta organización culpa a las técnicas de arrastre, una práctica que, además, arrasa los fondos marinos. Aunque parece que la voracidad de la industria lo engulle todo, lo cierto es que todavía sobreviven técnicas tradicionales más sostenibles. Es el caso de la almadraba, un ritual milenario que se mantiene prácticamente intacto desde la época prerromana y que se vale de un complejo entramado de redes para capturar los atunes que transitan del Atlántico al Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar. En España es muy típica de Cádiz, pero también se puede ver en regiones de Italia, Marruecos, Francia o Portugal. ................................ ENTREVISTA. Joan Navarro. Investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) «Reducir la presión favorecerá a cetáceos, tortugas y tiburones» Joan Navarro / ICM Un equipo del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC) ha puesto en marcha un proyecto para desarrollar medidas para la gestión adaptativa de la pesca en el Mediterráneo, es decir, promover su estabilidad, resiliencia y sostenibilidad. El objetivo concreto del proyecto es garantizar la supervivencia de los tiburones, que están amenazados y son imprescindibles para el correcto mantenimiento de todo el ecosistema. Joan Navarro, líder del grupo, explica en qué consiste COTI, financiado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través del Programa Pleamar, y cofinanciado por la Unión Europea a través de los fondos FEMPA. -¿Cómo han enfocado el proyecto? -Existe una problemática de pesca accidental de ejemplares que no son el objetivo de los pesqueros; entre ellas, algunas especies de tiburones que están amenazadas. Hasta ahora, para evitarlo se han utilizado anzuelos modificados y repelentes, pero lo cierto es que no han logrado frenar el problema. Lo que nosotros proponemos es identificar las zonas que son importantes a nivel ecológico o biológico, unas áreas que pueden cambiar a lo largo del año porque estos animales son muy móviles. El plan es, con la colaboración del sector pesquero, reducir las capturas en esos lugares y en esos momentos. Es algo sencillo que esperamos que funcione. -¿Han podido identificar ya algunos de esos ‘puntos calientes? -Lo que pretendemos es emplear dispositivos electrónicos que nos informen casi a tiempo real de dónde están estos individuos. Hasta la fecha, hay muy poca información sobre este aspecto en el Mediterráneo. Sí que se han hecho más estudios en el Atlántico. Lo que se sabe es que estos depredadores se distribuyen en áreas donde hay gran reproductividad marina, como cañones submarinos. -¿Por qué son los tiburones tan importantes para todo el ecosistema? -Son las especies de mayor tamaño y actúan como depredadores superiores. Su rol es intentar mantener a raya las poblaciones de sus presas. Es decir, son reguladores naturales de la abundancia de otras especies. -Su estudio se centra en el Mediterráneo, un mar especialmente castigado por el calentamiento global. -Sí, sobre todo el Mediterráneo Occidental español. El medio marino tiene dos frentes de impacto: la actividad humana y el cambio climático. Este último también está producido por el ser humano, pero, lamentablemente, a corto plazo no se puede mitigar. Lo que sí podemos intentar es que los impactos más directos, como los de la pesca o la minería, sean lo más respetuosos posible para reducir la presión. Ante un aumento de temperatura, los cambios en el ecosistema son imprevisibles. Pueden aparecer especies nuevas, pueden desaparecer depredadores… -¿Han estimado qué otras especies se pueden beneficiar de su proyecto? -Reducir la presión pesquera puede favorecer no solo a los tiburones, sino también a las aves marinas, las tortugas o, incluso, a los cetáceos. Muchos ejemplares son capturados de forma accidental, pese a que no son el objetivo, sino una consecuencia de no lograr poner en marcha artes selectivas para pescar solo los recursos que se quiere. ................... Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es
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