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» Diario Cordoba
Fecha: 02/11/2024 07:07
Salvar el coche ha sido una tragedia. Nadie se podía imaginar, en serio, que bajar al garaje iba ser una tumba de segundos. Estás mirando la televisión distraídamente, oyéndola de lejos, y pensando en las cosas que te ocupan la vida. Escuchas algo referente a unas cercanas lluvias torrenciales y piensas que en el pueblo no ha caído nada en todo el día. Pero adviertes, de pronto, un sonido que llega de la calle: no lo identificas, aunque ha apagado el rumor mortecino de los coches, los pitidos, y los gritos comienzan a llegar. Te asomas a la ventana y ves la riada arrastrándolo todo. Es en ese momento, en ese minuto, cuando piensas en bajar para salvar el coche, que puede estar aparcado junto a la acera o quizá guardado en el garaje. Durante ese pensamiento, en la decisión de salir del piso, entrar al ascensor e introducir la llave del garaje en la ranura, ha estado la diferencia entre vivir y morir. En haber recibido el mensaje de urgencias antes o después, en haberte detenido a leerlo, en haberlo tenido en cuenta o no. Sencillamente, en haber permanecido en casa o en haber bajado en el ascensor, antes de que se corte la electricidad. Escucho en la radio a una mujer contando que estaba hablando con su hija justo en ese instante, y le estaba diciendo: «Voy a bajar ahora mismo a la cochera». La hija le responde: «Ni se te ocurra, mamá, quédate en el piso». Porque la salvación puede estar en contar con alguien a quien poder llamar por teléfono. Esta madre tenía a su hija y le hizo caso. Ha habido muchos otros hombres y mujeres que descendieron por un ascensor que de pronto se quedó parado, sin corriente eléctrica, con el agua subiendo hasta anegarlo. Todo lo que se queda en el garaje es también el primer pensamiento de proteger lo poco o mucho que tenemos. En esta tragedia hay un reflejo de la desposesión que es también la vida: salvar unas pocas cosas o ponernos a salvo, porque nadie pensaba que iba a ser tan violenta la irrupción del caudal de agua cenagosa que se ha llevado por delante todo. La vida es un caudal de agua cenagosa que se lo lleva todo por delante y, en muchas ocasiones, lo único que podemos hacer es observar, aguantarlo y seguir adelante. Más allá de las responsabilidades en el aviso a la población y la ausencia pasmosa del Gobierno central en la respuesta, aquí vemos de nuevo que un Estado sin solidaridad territorial no es nada. El independentista reivindica que solos somos más fuertes. Y la vida te enseña, con riada y sin ella, que solos solamente estamos más solos. Dentro de esos garajes se ha quedado esa galería cotidiana, breve y frágil, con sus momentos de íntima belleza, cubierta por el lodo con que a veces también se hace la vida. *Escritor Suscríbete para seguir leyendo
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