01/11/2024 04:22
01/11/2024 04:22
01/11/2024 04:22
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
01/11/2024 04:20
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/11/2024 02:38
Alberto Villar era un comisario que se había retirado en 1973 pero que fue llamado nuevamente por Perón para "poner orden" con la guerrilla El 31 de julio de 1974 la Triple A, una organización paramilitar surgida durante un gobierno constitucional, acribilló en la esquina de Carlos Pellegrini y Arenales al diputado peronista Rodolfo Ortega Peña, abogado defensor de presos políticos y sindicalistas junto a su amigo Eduardo Luis Duhalde. Su cuerpo fue llevado a la comisaría 15ª, donde se dirigieron un grupo de amigos. Cerca de la medianoche apareció sonriente el comisario Alberto Villar, jefe de la Policía Federal, junto a su plana mayor. “No te rías tanto, hijo de puta, que la próxima boleta es la tuya”, le advirtió Diego Muñiz Barreto, ex diputado del ala izquierdista del peronismo. Villar se abalanzó sobre Barreto y sus acompañantes se interpusieron porque volaban los manotazos. El comisario no se las haría sencilla, ya que se encargó de dispersar el cortejo fúnebre que al son de “la sangre derramada no será negociada”, iba a la Chacarita. Para entonces Villar, 57 años, era uno de los personajes más odiados de la guerrilla, y hacía tiempo lo tenían en la mira. Era algo así como el enemigo público número 1, y antecedentes no le faltaban. Sus horas estaban contadas y él lo presentía. Rodolfo Ortega Peña fue asesinado por la Triple A, hecho que fue celebrado por Villar, a esa altura en el medio del ojo de una tormenta de muerte y violencia Había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 20 de julio de 1923. A lo largo de su carrera policial, estuvo en el Cuerpo de Infantería, en la custodia presidencial y en la División de Investigación. Cuando en 1961 ascendió a subcomisario volvió al cuerpo de Infantería y a Seguridad Personal, donde en 1965 ascendió a comisario. Fue jefe de la comisaría 12°, luego ocupó la jefatura de la Dirección de Tránsito. En 1968 fue a hacer un curso a Panamá sobre tácticas antisubversivas y visitó México, donde se desarrollarían los juegos olímpicos. Allí, jefes policiales le mostraron las medidas que habían tomado para controlar manifestaciones populares. En 1970 había armado la Brigada Antisubversiva, cuyos integrantes se distinguían por sus cascos azules y fue funcional para el poder de turno para combatir a los movimientos de izquierda. En agosto de 1972 asaltó la sede del Partido Justicialista para apoderarse de tres cuerpos fusilados en Trelew en agosto y evitar que se conociese que Ana María Villarreal de Santucho estaba embarazada. Un anciano Perón asumió la presidencia y se había propuesto terminar con la guerrilla, en una lucha que llevaría las de perder (Telam) También estuvo al frente de la represión del llamado Vivorazo, llamado así porque el interventor José Camilo Uriburu había expresado que “cortaré la víbora comunista que anida en Córdoba de un solo tajo”. Hubo enfrentamientos entre grupos de izquierda y la intervención militar en Córdoba durante 1971 por despidos de trabajadores y delegados gremiales, y fueron semanas de convulsiones en una provincia que dos años antes había vivido el Cordobazo. En 1970, cuando ascendió a comisario mayor, estrenó la jerarquía con la investigación del secuestro y asesinato del teniente general Pedro Aramburu y dos años después intervino en el caso de Oberdan Sallustro, el industrial italiano director de la Fiat, también secuestrado por el ERP y luego ejecutado. Antes de implementar el Operativo Independencia, el gobierno envió a Tucumán brigadas policiales al mando de Villar, cuando el ERP comenzaba a hacerse notar en esa provincia. El comisario llegó a internarse con 150 hombres en el monte, y descubrió dos campamentos a los que atacó con helicópteros de Ejército. Desde el primer minuto todas las fuerzas de seguridad se movilizaron para dar con los responsables del atentado Días después, en un enfrentamiento ocurrido el 16 de septiembre el cabo de la policía Eudoro Ibarra mató a Ramón Rosa Jiménez y a los cuatro días Ibarra fue asesinado por los terroristas, quienes bautizaron a la Compañía de Monte con el nombre de su compañero caído. En enero de 1973 Villar había pasado a retiro y armó una empresa de seguridad privada. Pero al año fue llamado para ocupar la subjefatura de la Policía Federal con el grado de comisario general. En mayo, cuando el jefe de la Federal Miguel Angel Iñíguez se extendió en alabanzas hacia Mario Firmenich, describiéndolo como “un buen nacionalista, un buen peronista y un buen católico”, el 10 de abril debió renunciar, aunque se sostiene que el motivo de su alejamiento fueron sus peleas con López Rega. Villar quedó a cargo de la jefatura y a esa altura era considerado como uno de los mejores especialistas en tácticas para reprimir disturbios. Estaba relacionado a la Triple A, una organización parapolicial estatal prohijada en el gobierno peronista de 1973, responsable de centenares de asesinatos y atentados, y dirigida por José López Rega, ministro de Bienestar Social, que hacía años no se separaba ni un minuto de Perón ni de su esposa María Estela Martínez. Dentro de esa organización habría integrado un grupo que se hacía llamar “los centuriones”. De cabo a comisario, y de mayordomo a ministro. José López Rega, la sombra negra en el tercer gobierno peronista, estaba al frente de la temible Triple A El 24 de enero de 1974 fue llamado a una reunión con Perón, que se hizo en la residencia de Gaspar Campos, en la localidad de Vicente López. Allí el presidente le otorgó carta blanca para combatir a la izquierda. Le reclamó que pusiese orden. En un acto de Montoneros en el Estadio de Atlanta de marzo de 1974, a los cantos de “Montoneros, el pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride” (éste último también comisario miembro de la Triple A), Firmenich respondió: “Heredamos todas las consignas de nuestro Movimiento”. En los actos de la Juventud Peronista cantaban: “Villar, botón, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Semanas antes del acto del día del trabajador de 1974, los reclamos a Perón de la juventud peronista de que apartase del gobierno a los que reprimían a los “militantes populares” no había surtido efecto, y ante denuncias de que muchos habían sido torturados por la policía, el presidente salió a ratificar su confianza en los comisarios Villar y Luis Margaride. Villar no se lo haría fácil a grupos de militantes que pretendían acceder a la plaza armando retenes en los ingresos a la ciudad, en ese acto en que Perón echaría a los montoneros. Cuando ocurrió el atentado, gobernaba Isabel Martínez, la viuda del presidente (Getty Images) El atentado El dato donde permanecía amarrada el crucero “Marina” de ocho metros de eslora lo habían pasado trabajadores de un astillero. Según relatarían los propios montoneros, intervinieron los pelotones de combate “Chaves-Pierini”, “17 de Octubre” y “Julio Troxler”. Se descartó un ataque con granadas y bazookas porque sería complicado por la numerosa custodia que siempre lo rodeaba. En la noche del sábado 26 de octubre dos montoneros, uno identificado como Carlos Goldemberg, alias “Tomás”, con trajes de buzos, pero sin tubos para que las burbujas de oxígeno no los delatasen, entraron al arroyo La Rosqueda y se dirigieron al crucero. Fijaron una bomba de gelamón al casco y dejaron el lugar. A la mañana, se ocultaron en una arboleda cercana, esperando la llegada de Villar, pero no fue. Temerosos que los explosivos se echasen a perder al estar en el agua durante una semana, días después los retiraron y colocaron nuevos. Para el viernes 1° de noviembre de 1974, por fuentes dentro de la policía, los terroristas se enteraron de que Villar había programado un día de descanso junto a su esposa Elsa Marina Pérez, con quien tenían dos hijas, Mercedes y Susana. Aprovechando el asueto por el día de todos los santos, irían a navegar por el Delta y embarcaron en el amarradero. La custodia, de una decena de hombres, quedó en tierra. Villar había invitado al Secretario de Prensa de Presidencia, pero no pudo ir. Partieron pasadas las diez y media. A las once menos cuarto, a unos 150 metros de la costa, con Villar en el timón y su esposa saludando a los que quedaban en tierra, la embarcación voló por los aires. Una lluvia de restos cayó por todos lados y el barco quedó destrozado. En el lugar quedó una suerte de aro de fuego. Los pedazos de barco aún no habían caído a tierra cuando los dos montoneros habían escapado en una moto. En un bote, la custodia rescató los dos cuerpos mientras efectivos de la Policía Federal y bonaerense, junto a la Prefectura Naval y Ejército, montaban un amplio operativo. Fue Montoneros quien se atribuyó el hecho. Dejó comunicados ocultos detrás de espejos en bares sobre la avenida de Mayo. Aseguró que Villar estaba relacionado al asesinato, la represión y la tortura de aquellos que buscaban la liberación de la patria y del pueblo, y que además había sido jefe de policía cuando Arturo Mor Roig fue ministro del Interior (fue asesinado por Montoneros el 14 de julio de 1974). “A Mor Roig no lo salvó el tiempo transcurrido desde que dejó sus funciones, así como a Villar no lo salvó la aparatosa custodia que lo rodeaba. Lo mismo ha de ocurrirle a sus cómplices”, se señaló. “Los montoneros, con este hecho, no hemos hecho sino confirmar la decisión asumida por nuestra organización frente al pueblo, llevar con firmeza las banderas históricas de nuestro movimiento peronista”. Mientras tanto, mediante el decreto 1386 el gobierno declaró el estado de sitio. Los restos de Villar y su esposa fueron velados en el salón dorado del Departamento Central de la Policía e inhumados en el panteón policial en Chacarita. La escalada de violencia parecía no tener fin. Fuentes: La Voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós; Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA; Soldados de Perón. Los Montoneros, de Richard Gillespie.
Ver noticia original