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Gualeguay » Debate Pregon
Fecha: 31/10/2024 10:12
. Es decir, se trata de una figura retórica que permite entender un concepto o idea mediante la referencia a algo distinto pero con características similares. Por ejemplo, cuando se dice “la vida es un río”, se está empleando una metáfora para ilustrar el carácter continuo y fluido de la existencia. La metáfora no solo adorna el lenguaje, sino que tiene un poder cognitivo que ayuda a las personas a comprender realidades complejas a través de imágenes concretas. En su obra "El placer del texto" y en otros escritos, el escritor y semiólogo francés Roland Barthes explora cómo las metáforas pueden crear significados complejos y polivalentes, permitiendo una interpretación más rica de los textos. Además, Barthes aborda la idea de que las metáforas pueden revelar estructuras culturales subyacentes y formas de pensar, mostrando cómo el lenguaje influye en nuestra percepción de la realidad. En la vida cotidiana, las metáforas son parte esencial de cómo los seres humanos interpretan y comunican el mundo que los rodea. Estas figuras retóricas aparecen tanto en conversaciones informales como en discursos formales. No obstante, cuando son utilizadas por líderes políticos o figuras con poder, las implicaciones de su uso pueden ser significativamente más profundas y peligrosas. El lenguaje no es neutral y el contexto en el que se emplean determinadas expresiones, como las metáforas, puede transformar por completo su efecto. La diferencia fundamental: poder y responsabilidad. Cuando un ciudadano común utiliza una metáfora violenta o agresiva para describir una situación política o social, su impacto suele ser limitado. La opinión de un individuo sin acceso a los mecanismos de poder, aunque pueda ser diseminada en redes sociales o en círculos pequeños, carece de la influencia directa que tiene un líder político. Un ciudadano común puede manifestar su desacuerdo o rechazo con el uso de figuras retóricas que promuevan la confrontación, pero rara vez podrá transformar sus palabras en acciones concretas que afecten la vida de una nación. Esto no significa que el discurso violento deba ser tolerado ni subestimado en ningún caso, pero el alcance de las consecuencias varía enormemente dependiendo de quién las pronuncie. Por otro lado, cuando un presidente o primer mandatario emplea metáforas cargadas de violencia o que evocan la aniquilación de sus adversarios, el impacto es potencialmente devastador. El discurso de una figura con poder ejecutivo, como un presidente, no solo refleja su posición personal, sino que puede ser interpretado como una declaración de intenciones políticas. Las palabras de un líder nacional tienen el poder de legitimar y normalizar ciertos comportamientos dentro de la sociedad. En contextos de alta polarización política, la utilización de metáforas violentas, por ejemplo, puede desencadenar un clima de hostilidad o incluso represión, dado que quienes ostentan el poder pueden influir en la conducta de grandes sectores de la población y en el aparato estatal. El filósofo e intelectual francés Michel Foucault afirmó que el poder y el lenguaje están intrínsecamente relacionados ya que quienes controlan el discurso pueden moldear las realidades sociales. En este sentido, las metáforas que emplea un líder no son inocuas; pueden ser herramientas para consolidar hegemonías, reforzar prejuicios o movilizar emociones en masa. Cuando un presidente dice, por ejemplo, que le “encantaría ponerle el último clavo al cajón” de una parte de la oposición y ubicar adentro de él a una de las principales líderes opositoras, aunque utilice estos términos metafóricamente, está dotando de un tono autoritario a su mensaje, que puede ser interpretado de múltiples formas, inclusive de las peores maneras, dado que el sentido de los mensajes no es lineal ni estático, tal como lo decía el semiólogo y antropólogo argentino Eliseo Verón. El peligro de la normalización de la violencia. Uno de los mayores riesgos de que un líder político utilice metáforas violentas es la normalización del conflicto y la deshumanización del adversario. Cuando las metáforas de la guerra o la aniquilación se emplean repetidamente en el discurso político, el adversario político deja de ser visto como un oponente legítimo dentro del juego democrático y comienza a ser percibido como un enemigo que debe ser eliminado. Esto erosiona las bases del pluralismo y del debate constructivo en la sociedad. La política deja de ser el espacio para la resolución de diferencias y se transforma en un campo de batalla, donde solo uno puede sobrevivir. Un ejemplo de esto es la histórica metáfora de la “limpieza” política, utilizada por algunos regímenes para justificar la persecución de sus oponentes. En estos casos, la metáfora deja de ser una mera figura literaria y se convierte en un mandato implícito para ejercer la violencia institucional. Los seguidores del líder, al escuchar este tipo de discursos, pueden interpretarlos como una justificación para llevar a cabo actos de violencia en nombre de la defensa de la nación o de la “pureza” ideológica. El papel de los medios y la responsabilidad de los líderes. En este contexto, los medios de comunicación también juegan un rol fundamental. Estos son los intermediarios entre el discurso político y la sociedad y tienen la responsabilidad de señalar y cuestionar el uso de metáforas que puedan fomentar la violencia o el autoritarismo. Un medio periodístico responsable debe subrayar el impacto que el lenguaje tiene en el comportamiento social y político, advirtiendo a la ciudadanía sobre las posibles consecuencias de ciertos discursos. Los líderes políticos, por su parte, tienen una responsabilidad aún mayor. Deben ser conscientes de que, como figuras de autoridad, sus palabras son poderosas y que cada metáfora, cada figura retórica que utilicen, puede tener repercusiones mucho más allá de la intencionalidad inicial. Cuando un líder utiliza metáforas que fomentan la polarización, está contribuyendo a la erosión del tejido democrático y social de su país. En resumen, la metáfora, como recurso lingüístico, puede ser una herramienta poderosa tanto en la vida cotidiana como en la política. Sin embargo, no es lo mismo que un ciudadano común emplee metáforas agresivas a que lo haga un presidente o líder con poder público. Las palabras de los líderes tienen un peso y una responsabilidad que trascienden la mera retórica; pueden influir en el comportamiento de la sociedad y legitimar formas de violencia y exclusión. En un contexto democrático, el lenguaje debe ser utilizado con responsabilidad, especialmente por aquellos que tienen la capacidad de influir en el destino de una nación. Julián Lazo Stegeman
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