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» Diario Cordoba
Fecha: 31/10/2024 09:29
Es curiosa la palabra hipócrita. Viene de hypokrites, actor. Alguien que puede hacerse pasar por otro, y por tanto no permite saber si coinciden persona y personaje, como se dolía Errejón en su carta de dimisión. El hipócrita dice una cosa y hace otra. Dice algo distinto según el público o la consecuencia. Los griegos no querían actores en política. ¿Es posible hacer política sin hipocresía? Es difícil, porque a veces el papel que quiere interpretarse tiene más mérito que la persona que se es. Si se es hijo de altos funcionarios, o aristócratas, o un gran estudiante, o hijo de empresarios de éxito o médicos célebres, forzosamente se han de interpretar ciertas cosas si uno quiere defender los intereses de otra gente menos favorecida. El problema está en sacar beneficio de las dos cosas: lo fingido y lo real. En hacer un oficio lucrativo, propio del estatus personal previo al fingimiento; de lo que se interpreta. No creo que el problema preocupante sea un político hipócrita. A mucha gente, para aportar algo bueno, le viene bien intentar ser otra cosa. Creo que lo trágico es la escasa resistencia de nuestros políticos a la oportunidad de comportarse mal. Les resulta irresistible. Y esa es la clave: que el coste social fuera tan inmenso que ni se les ocurriera mancharse, pues se convertirían en parias absolutos. Lo que muere, al pillarlos, es el personaje. Hay quien tiene limpios sus antecedentes penales únicamente por no haber tenido ocasión de estrenarse. Ese autoengaño es más triste y difícil de digerir que haber predicado en un escaño, para otros, lo que no se hacía en casa. Suscríbete para seguir leyendo
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