31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
31/10/2024 06:30
» Elterritorio
Fecha: 31/10/2024 03:18
A medida que la inteligencia artificial se abre paso en la educación superior, surgen mayores desafíos para docentes y estudiantes miércoles 30 de octubre de 2024 | 22:39hs. Si algo nos ha enseñado la inteligencia artificial (IA), es que la educación superior ya no es un territorio seguro, ese viejo espacio donde los códigos y las tradiciones se mantenían sin mucha resistencia. La irrupción de la IA desnudó, en palabras de la magíster María Silvia Vera Laceiras, una historia en construcción. En sus aulas y oficinas universitarias, entre papeles, libros y bibliotecas, los docentes ahora deben mirar un futuro que, al menos en lo tecnológico, ya es presente. Vera Laceiras, especialista en reconocimiento de patrones de imágenes, lo explica con advertencia: la IA no ha venido a destruir las aulas ni a dictar el final de los docentes. Más bien, los desafía, los coloca en una posición incómoda, esa que requiere volver a aprender. “La IA facilita el trabajo del docente, le ahorra tiempo en planificación, por ejemplo”, señaló la especialista. Ese tiempo bien puede invertirse en algo que, paradójicamente, la IA no puede proporcionar: el contacto humano, “tiempo de calidad con los afectos”. La tecnología, entonces, es vista como una suerte de secretario, capaz de resolver las tareas administrativas, pero impotente para el trabajo más delicado: la conexión real, el aliento a la creatividad y la inspiración. Pero en este momento histórico, como lo define Vera Laceiras, las universidades e institutos de formación superior comenzaron a experimentar con las herramientas de IA de modos diversos y, en ocasiones, extraños. Los campus se poblaron de sistemas de tutoría inteligentes, plataformas de aprendizaje adaptativo y hasta asistentes virtuales. Los chatbots, esos programas que conversan con los estudiantes como si fueran tutores atentos, ofrecen lecciones y respuestas inmediatas. Plataformas como Duolingo los utilizan para que un estudiante practique idiomas en una conversación simulada, pero que intenta ser lo más real posible. En Khan Academy, la dificultad de los contenidos se ajusta al ritmo de cada estudiante, y en ClassVR, las materias cobran vida en entornos de realidad virtual que llevan a los alumnos a tiempos y espacios imposibles de explorar en un aula convencional. Todo parece bien organizado. Sin embargo, detrás de la promesa de aprendizaje personalizado, persiste una duda: nos estamos volviendo más eficientes o más dependientes. La IA ha transformado la experiencia educativa, pero al hacerlo, redefine las habilidades de quienes enseñan y aprenden. Los docentes, como explica Vera Laceiras, ya no necesitan “saberlo todo”, sino más bien dominar una serie de herramientas. Su papel se convierte en el de un guía, alguien que ayude a navegar en un mar de información. Para algunos, esto es como un sueño; para otros, una amenaza. El desafío se manifiesta también a la hora de evaluar. La educación tradicional, con sus exámenes y ensayos, queda entre la espada y la pared. Cómo evaluar a un estudiante cuando el acceso a la información es instantáneo y prácticamente ilimitado. No es raro que los docentes se sientan tentados a aferrarse a los métodos del pasado. "No hay que enseñar de la misma manera que antes", dice, con la firmeza de quien sabe que se juega algo esencial en cada clase. La calidad educativa no puede deteriorarse simplemente porque las herramientas han cambiado. Es más, la clave de la IA en la universidad radica en su capacidad de ser utilizada sin que el pensamiento crítico se oxide." Los estudiantes no deben caer en un sedentarismo intelectual" que, en palabras de Vera Laceiras, puede ser fatal. Los estudiantes y docentes enfrentan los desafíos de infraestructura, los dilemas éticos y las inevitables preocupaciones sobre la privacidad. En una época en la que cada clic, cada movimiento digital se registra, surge otra pregunta: cuánto de lo que hacen los estudiantes se convierte en información para entrenar a la próxima generación de algoritmos. Los datos son, hoy en día, más valiosos que cualquier moneda. Las universidades dan el paso y han puesto en marcha una maquinaria que, en apariencia, funciona. Desde la detección de plagio, como la realiza el conocido Turnitin, hasta el análisis predictivo para identificar estudiantes en riesgo de abandono, la IA se ha convertido en una herramienta de medición y predicción. Y aún así, lo que finalmente permanece en juego es algo tan humano y tan intransferible como la dedicación, el compromiso de cada docente y de cada estudiante. Estamos en un momento “de transición profunda” dice la especialista. Quizás el mayor reto no sea solo dominar la tecnología, sino aprender a convivir con ella, a trazar los límites para que la IA sea un recurso y no que los estudiantes dejen de aprender y sorprenderse. La inteligencia artificial abrió una puerta en el ámbito de la educación superior, pero depende de quienes cruzan decidir si lo que encuentran del otro lado es una herramienta o una trampa. Y eso, al fin y al cabo, sigue siendo una decisión humana. María Silvia Vera Laceiras Magister en tecnología de información. Doctorado en informática con expertise en inteligencia artificial, Ciencia de Datos y procesamiento de imágenes. Docente universitaria e investigadora. Ceo &Founder Innova Science.Cuenta con una interesante producción de papers y conferencias sobre desarrollo de productos y aplicación de inteligencia artificial y lógica difusa a temas de vanguardia para el cuidado del medio ambiente.
Ver noticia original