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  • Yuval Noah Harari, el escritor que alerta sobre la IA, vive como un monje secular y se transformó en el nuevo oráculo de los líderes tecnológicos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/10/2024 10:53

    Yuval Noah Harari vive alejado del mundo digital, cultivando una imagen de oráculo moderno Yuval Noah Harari vive retirado del ruido digital, una elección que le confiere un aura casi profética. Medita durante horas, limita el contacto con el mundo exterior, y su vida es prácticamente una negación de la tecnología que analiza. Sin embargo, su presencia en Silicon Valley es ineludible. Los CEOs de las grandes compañías tecnológicas lo adoptaron como una especie de oráculo moderno, un pensador capaz de descifrar el futuro en un presente que ya parece incomprensible. Un artículo de The Atlantic se pregunta si este “monje secular”, casi sin tocar el suelo que habita, puede realmente advertirnos de los peligros de la inteligencia artificial (IA) o si su visión, paradójicamente, flota demasiado alto como para aportar soluciones concretas. En Nexus, su obra más reciente, Harari plantea una advertencia que roza lo apocalíptico: el advenimiento de la IA podría significar el final de la consciencia humana como el eje central del universo, un cambio tan definitivo como la extinción de las especies. la describe como una inteligencia que, aunque creada en nuestros laboratorios, se convirtió en un agente autónomo, una suerte de “inteligencia alienígena” que escapa a nuestro control. Su análisis resulta tan amplio que toma la forma de un relato mítico, un ciclo histórico destinado a repetirse: las grandes innovaciones que alguna vez prometieron liberar a la humanidad podrían llevarla a un estado de completa sumisión. Pero, observa la crítica de The Atlantic, Harari, en su afán de abarcar la totalidad, se distancia tanto de las circunstancias reales que su análisis queda en suspenso. La influencia de Harari en Silicon Valley destaca su capacidad para interpretar el futuro del sector tecnológico A través de su particular visión, describe la inteligencia artificial como una fuerza indiferente al bienestar humano, una inteligencia que carece de los límites de la empatía, la mortalidad o la falibilidad. Y esta distancia, insiste, es lo que la convierte en un peligro sin precedentes: una IA sin fallos que registre cada movimiento y cada pensamiento, cada anhelo y cada temor, que entregue estos datos a entidades que aspiren al control total. Sin embargo, el medio expone una inquietud más pragmática: ¿acaso no es el presente donde más pesa esta amenaza? ¿No están ya las grandes corporaciones al borde de monopolizar la información, moldeando la realidad que percibimos sin necesidad de un “apocalipsis” digital? La relación entre Harari y sus lectores de Silicon Valley es, a ojos de The Atlantic, una suerte de alianza tácita. El profesor israelí, con su misticismo y su rigor histórico, ofrece a los magnates tecnológicos una narrativa que valida sus ambiciones mientras disfraza de inevitabilidad un futuro que ellos mismos impulsan. Nexus parece crear un mito moderno en el que la humanidad, atrapada en un ciclo de creación y destrucción, enfrenta el peso de su propia innovación como un sino inevitable. Harari recurre a metáforas potentes y mitos clásicos, como el “aprendiz de brujo” de Goethe, para ilustrar una humanidad desbordada por el poder que ha invocado. El aprendiz de brujo crea fuerzas que no sabe controlar, y en este mismo acto, la inteligencia artificial despierta, actuando de forma autónoma, invadiendo cada aspecto de la vida humana. Es una imagen que Harari cultiva con esmero: una inteligencia ajena que observa, decide y actúa. En Nexus, Harari alerta sobre el posible fin de la consciencia humana central en el universo (Nicolás Stulberg) Y sin embargo, la crítica persiste. The Atlantic sugiere que Harari, al concentrarse en los aspectos místicos de la IA, se desliza hacia una pasividad inquietante. Mientras él explora en Nexus las catástrofes posibles, apenas propone medidas específicas o planes concretos para contrarrestarlas. Esta actitud contrasta con su afinidad por el análisis épico y de larga escala, en el que la IA se convierte en una abstracción que poco tiene que ver con los contextos de Silicon Valley. Su prosa, por momentos seductora y alucinada, se lanza hacia el futuro, pero olvida el tejido de lo inmediato. La visión de Harari sobre la inteligencia artificial como un “agente” que podría asumir el control total desconoce que hoy es menos la IA y más la estructura de poder de las grandes corporaciones la que amenaza con monopolizar los medios de comunicación, el acceso a la información y la misma idea de verdad. De todos modos, para Harari, lo inquietante es la esencia misma de la inteligencia artificial, más que sus aplicaciones actuales. La IA representa una “inteligencia no humana” que no podría entender los principios que organizan nuestra convivencia. El israelí imagina un mundo en el que esta inteligencia toma decisiones sobre qué libros imprimir, a quién conceder créditos o en qué momento enviar un misil. La idea es inquietante y profunda, un desafío a la estructura misma del poder humano. Y para The Atlantic, este enfoque tiene su mérito: plantea preguntas que tocan la fibra existencial de la humanidad, como si a través de un espejo oscuro nos mostrara una posibilidad en la que la mente humana quedara relegada a un segundo plano. No obstante, esta mirada también revela la distancia que separa la filosofía de Harari de las inquietudes cotidianas de una sociedad atrapada en las redes sociales y, como sugiere The Atlantic, en un contexto donde el riesgo no parece ser tanto un poder autónomo e imparcial, sino las empresas que usan su control sobre la información como un recurso para consolidar su dominio. Harari describe la inteligencia artificial como una fuerza autónoma desprovista de empatía humana Nexus y el impacto de la Inteligencia Artificial: entre la autonomía y la centralización del poder En Nexus, Yuval Noah Harari enfrenta a la inteligencia artificial como un fenómeno que desborda los límites de las tecnologías anteriores: una entidad autónoma con capacidad de aprender, generar y ejecutar decisiones al margen de la voluntad humana. Lo que diferencia a la IA, argumenta Harari, es su habilidad para actuar no solo como herramienta sino como agente activo, capaz de transformar, centralizar e intervenir en todos los aspectos de la vida cotidiana, desde los círculos de poder hasta los espacios más íntimos de cada persona. En esta obra, Harari teoriza sobre un poder que, al ser inorgánico y no estar limitado por las barreras biológicas, podría alcanzar un nivel de vigilancia y control más absoluto que cualquier dictadura. La IA no es solo un recurso tecnológico; su capacidad de manejar volúmenes masivos de información la convierte en el epicentro de una revolución silenciosa y arrolladora, capaz de consolidar redes de información centralizadas y fortalecer estructuras autoritarias. A diferencia de los sistemas humanos, que se ven limitados por la fatiga, los sesgos o las disputas, una inteligencia artificial podría persistir en su control sin interrupción, monitoreando datos de forma continua. Harari advierte que esta capacidad de centralización es el núcleo de un poder que las democracias y los autoritarismos, igualmente, habrán de confrontar.

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