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    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/10/2024 14:56

    Uno de los cuadros más fascinantes de la historia de la pintura es La Incredulidad de Santo Tomás, pintado por Caravaggio. La composición es -casi- cinematográfica, la luz lateral se nos muestra, simplemente, como perfecta para ocultar el rostro de Cristo y darle protagonismo a su herida. Las arrugas de la frente generan una potentísima expresión en Santo Tomás, quien, sin margen para procesar lo que está pasando, introduce sus dedos en la herida. El tema central del cuadro se describe en ese dedo índice que entra en la herida y las dos manos de Cristo que le invitan a comprobarlo, descubriendo la herida con una y sujetando la mano de Santo Tomás con la otra. Por desgracia, pienso en este cuadro en el último año cada vez que tengo que coger un tren, lo que ocurre semanalmente desde hace treinta años, por motivos laborales. Siempre he dicho, medio en broma, que -en realidad- vivo en ese medio de transporte entre Córdoba y Sevilla. Ahora, da igual que vaya o vuelva en un AVE, una lanzadera o un Media Distancia. Coger en estos meses un tren de Renfe es asumir que debes hacer un acto de fe, cual Santo Tomás: sabes que tienes un billete, pero eso es un formato que no te garantiza que llegues... ni cuándo. El colmo ha sido esta semana cuando nos hemos enterado de que es posible que descarrilen un tren para que no choque con otro lleno de viajeros, que no sepas que te estás jugando la vida cada vez que subas a uno. Lo mismo, hasta que no haya una tragedia ‘inhumana’ no tomará medidas la clase política, que, por lo que parece, están muy ocupados en no se sabe qué, aparte de insultarse mutuamente, faltarse el respeto desde todos los lados, ampliar sus respectivos historiales de corrupción mientras dramas como la vivienda, la sanidad o transportes los sufrimos a diario sus distintos votantes. No es de extrañar, por lo tanto, que vuele entre los móviles una imagen en formato ‘meme’ donde el logotipo de Renfe se ha modificado con la misma tipografía, sustituyendo el mensaje por «Tenfe», creando nueva marca más realista. En esta historia hay varios penitentes. Por un lado, la cantidad de viajeros afectados y, por otro, el rol de algunos trabajadores, especialmente de los que bajan con su mejor cara a las vías para organizar el caos habitual, que es casi diario. Quizás España no vaya como un cohete... sino que, en realidad, va como un tren... pero de los de Renfe.

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